Un año de indignación
Fabián Ramírez Flores – Edición
“Los invitamos a todos a que vengan a caminar con nosotros o a que nos reunamos a las siete de la tarde en la glorieta de San Bernardo. Somos tus vecinos que estamos celebrando un año del movimiento 15M, un año de estar indignados en contra de la crisis”, gritaba Carlos, de 46 años, con un megáfono en mano, mientras recorría las calles del barrio de Malasaña junto a 27 vecinos, hombres, mujeres y niños que unificaron sus voces. Los vecinos empezaban a asomarse por los balcones de sus viviendas. Algunos aplaudían, gritaban con emoción, les hablaban a quienes los acompañaban en casa para que salieran a ver, y otros sólo miraban. A las 18:30 horas del 12 de mayo, día que se fijó para realizar movilizaciones en diferentes ciudades del mundo, los integrantes de la Asamblea Popular del Barrio de Malasaña caminaban sonrientes rumbo a la glorieta de San Bernardo, donde tenían previsto reunirse con el resto de los vecinos y con los indignados del barrio de Chamberí, para seguir su camino rumbo a Puerta del Sol, la plaza pública donde el 15 de mayo de 2011 empezaron a acampar cientos de personas, en su mayoría jóvenes, que se decían hartos de la situación económica que empezaba a agravarse en España, y que a muchos había dejado ya “sin curro” (sin trabajo), mientras que miles que egresaban de las universidades no encontraban empleo.
Al llegar a la calle de Fuencarral, una de las más concurridas por madrileños y turistas, los manifestantes tomaron un carril vehicular. Algunas familias salían de sus casas y se unían al contingente, mientras que los trabajadores de los restaurantes de la zona salían a ver qué ocurría. Quienes iban caminando por las banquetas se detenían a escucharlos. Los automovilistas hacían sonar su claxon al ritmo de la consigna “está crisis no la pagamos”. Paralelamente una patrulla los escoltaba y otros policías desviaban el tráfico para dejarles libre el paso por la calle. Al tomar la avenida de la Carranza el grupo ya sumaba más de 60 personas, varios de ellos vestidos de verde, el color que se eligió para protestar contra los recortes al presupuesto de gastos del gobierno en educación pública, además del incremento al precio de las matriculas y las tasas por cada crédito correspondiente a las materias a cursar. En sus playeras tenían prendida la figura de un Sol hecho con foami amarillo y naranja, como símbolo de esperanza y solidaridad. Y también de que esa noche iba a “salir el Sol”, comentó Julieta, de 20 años, estudiante de la facultad de medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
Los Indignados llegaron a la glorieta de la avenida San Bernardo, donde ya estaba otro centenar de manifestantes. Ahí se detuvieron a esperar el contingente del barrio de Chamberí. Después de 15 minutos se empezó a escuchar, a lo lejos, el sonido de silbatos, que se fue haciendo más fuerte mientras pasaban los segundos. Una camioneta de la policía se acercaba con las farolas encendidas. Los vecinos de Malasaña que estaban esparcidos en la glorieta caminaron rápidamente hacia la calle San Bernardo. Unas 600 personas de los barrios de la zona Norte de Madrid, entre ellos Chamberí, se aproximaban al lugar. Cuando llegaron, el ánimo de los presentes estalló. Una señora canosa de unos 50 años lanzó chiflidos, aplaudió, gritó las porras y brincó con emoción, como si estuviera en un concierto y apareciera en el escenario su grupo favorito. Los marchantes fueron recibidos con la consigna “De Norte a Sur de Este a Oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste”.
Después de 15 minutos, comenzaron a caminar por la empinada calle de San Bernardo en dirección a la avenida Gran Vía, una de las más importantes de la ciudad y por la que más tarde llegarían a Puerta del Sol. En Twitter habían difundido mensajes de que éste frente era numeroso, de unas cinco mil personas. Desde las alturas, la gente salió a los balcones y permanecía de pie para ver el paso de los manifestantes, que gritaban: “No nos mires, únete. No nos mires, únete”.
Con 85 años y cargando un letrero que dice “Por el bien de mis 12 nietos”, a paso lento camina Lucía por la calle San Bernardo. Atrae la mirada de jóvenes y adultos. Sonriente, posa para las cámaras que se han acercado a retratarla. “Vine por la juventud, pero sobre todo lo hago por mis nietos. Tengo 12. Lo pasé yo tan mal en la guerra que tuvimos, era hambre, y hambre de pan eh, no había ni pan… y no quisiera que volviera eso. El año pasado estuve una tarde en Puerta del Sol”, decía esta vecina de Quevedo, mientras se escuchaban diferentes gritos como “No es una crisis, es una estafa” o “Esta crisis no la pagamos”. A un lado hombres y mujeres caminaban con las máscaras de Guy de Fawkes, que se han vuelto comunes en todas las protestas a nivel mundual y que los activistas de Anoymous han tomado como rostro.
Al llegar a la avenida Gran Vía, el contingente encontró la calle cerrada al paso vehicular, por lo que tuvieron libres cuatro carriles. Las frases continuaban escuchándose. “Que no, que no, que no nos representan”, “Tenemos la solución: los banqueros a prisión”, gritaban los inconformes, entre ellos otra Lucía, ésta de 28 años, vecina del barrio de Malasaña e integrante de la Asamblea 2 de mayo. Aunque tiene empleo, dice estar indignada. El año pasado acampó en Sol y desde entonces ha estado trabajando en una red de apoyo mutuo entre vecinos. “Si me dicen hace un año que iba a dedicar tanto tiempo a lo que llamamos la revolución, no me lo hubiera creído”.
Mientras todo esto pasaba, otros miles de vecinos organizados en contingentes de las zonas Sur, Este y Oeste de Madrid se dirigían a Sol por diferentes rutas. Los policías bloquearon el paso por la Gran Vía a lo largo de cinco calles, por lo que éstos contingentes y el de la zona Norte que se dirigían por la misma calle, no pudieron encontrarse A los del Sur los desviaron por la calle de Alcalápo y a los del Norte por la calle Preciados para que bajaran hasta la Puerta del Sol. Los comercios de la calle Preciados, en su mayoría tiendas de ropa, bajaron las cortinas de sus puertas y escaparates para protegerlos de algún incidente. Una cuadra antes de entrar a la Puerta del Sol, el contingente que ahora era encabezado por una batucada se detuvo afuera de una tienda departamental, donde reporteros se amontonaron para documentar el ambiente de fiesta que se vivía en la celebración del aniversario del inicio del movimiento 15-M. Siguieron caminando y se encontraron una plaza abarrotada. Era complicado pasar. Las personas se movían en diferentes direcciones para tratar de caminar por espacios muy estrechos. Sus cuerpos sudados chocaban y se empujaban.
En Sol la fiesta ya había empezado una hora antes. Cientos de personas decidieron desplazarse hasta ese punto en Metro, en lugar de recorrer las calles de sus barrios hasta esta plaza. Ahí abundaban los carteles de crítica y sátira. “Nos mean encima y nos dicen que llueve”, se leía en un cartelón blanco con letras negras.
Hubo momentos en los que parecía una competencia de porras y consignas. Diferentes grupos de voces luchaban por escucharse más que otros. Los que traían megáfono terminaban “callando” a los demás. Por un lado se oía “Mariano, Mariano, no llegas a verano”, en referencia el presidente del gobierno español. En otro lado decían: “Rescatemos personas, no bancos”. En los carteles se veían frases como “La banca necesita una inyección, sí, pero letal”. Había otros más esperanzadores con leyenda como: sin miedo habrá futuro.
Al caer la noche, casi a las 22:00 horas, apenas entraba a la plaza la batucada del barrio de Lavapiés, que se unió al contingente procedente de la Plaza Atocha. Tardaron en llegar aproximadamente cuatro horas, debido a la gran cantidad de personas que se había juntado en la plaza. El diario El País publicó que, según los reportes de la policía, la concentración fue de unas 30 mil personas en las calles de alrededor y en la plaza Puerta del Sol.
Un grupo de seis adultos mayores de 70 años, que durante la tarde habían estado frente a un micrófono y cuidando unas bocinas antiguas sin mucha resonancia, decidió retirarse y desmontar la estructura que sostenía sus aparatos. Después de esa hora era ilegal manifestarse. El gobierno municipal de Madrid había emitido un permiso para que se llevaran a cabo las manifestaciones de 17:00 a 22:00 horas.
13 y 14M
En la primera hora del 13 de mayo, un joven de 32 años, que no permitió ser entrevistado, sacó una tienda de color verde y en la plaza la montó, a pesar de que las autoridades habían advertido que no permitirían acampadas. Permaneció afuera de ésta sentado con dos amigos. Rápidamente llamó la atención de reporteros y fotógrafos. Las cámaras lo enfocaban y las lámparas lo iluminaban. Pero no respondió a preguntas hasta que se acercó una reportera y un camarógrafo de Televisión Española (TVE).
Pasadas las 2:00 horas del 13 de mayo quedaban unos trescientos jóvenes en la plaza, acostados sobre cartones, sentados o parados. A las 5:00 horas la policía desalojó de manera violenta a quienes permanecía ahí, afirman los testimonios. 18 fueron los arrestados a quienes se les acusó de resistencia a la autoridad y desobediencia, informó el periódico El País. “Cuando apenas éramos unas 300 personas, cuando había habido unas 100 veces más anteriormente, vino un camión de la basura muy grande, se metió a la plaza y detrás de él venían como unas 20 lecheras (camionetas de policías antidisturbios) y salieron montón de policías a golpear a la gente, a quitarla del grupo estábamos todos unidos pacíficamente en el suelo, agarrándonos unos con otros de los brazos. Nos cogieron de los pelos como si fuéramos de unas de esas máquinas expendedoras”, afirma Thamara, una “quincemayista”.
La mañana y tarde del domingo 13 de mayo los indignados siguieron ocupando las plazas. A través de las cuentas de Twitter de las diferentes asambleas barriales se convocó a una asamblea general a las 17:00 horas en Puerta del Sol, para informar a la ciudadanía sobre el desalojo que había practicado la policía. A dicha hora, unas 500 personas escuchaban con atención que 18 personas estaban encarceladas, a lo que respondieron con gritos de “Libertad, libertad” y “No estamos todas, faltan dieciocho”.
Los reunidos en esta zona se desplazaron a las asambleas que se habían organizado en diferentes puntos alrededor de la Puerta del Sol. En la Plaza Mayor estaban estudiantes, maestros y padres de familia que debatían sobre la calidad de la educación pública y la defensa de las universidades autónomas frente a las instituciones privadas. También se quejaban sobre los recortes a los presupuestos de las diferentes universidades de la comunidad de Madrid, y sobre el aumento de alumnos por salón para disminuir el número de clases y, de paso, el número de profesores. Al finalizar las exposiciones de esta asamblea un grupo de músicos, acompañados de un coro, interpretaron la canción Los Cuatro Muleros, de Federico García Lorca, a la cual le modificaron la letra. Los cantantes entonaban: “Los bancos y las cajas, nos han robado… En la Puerta del Sol habitan, nadie se marcha. Las gentes indignadas en la Puerta del Sol”. Después de esta intervención afloró el sentimiento de algunos integrantes de la asamblea de educación, también llamada “marea verde”. De los ojos de la maestra Amanda escurrían lágrimas, que bajaban por sus mejillas hasta ser detenidas por su mano derecha.
Mientras esto sucedía, a Puerta del Sol no paraban de llegar personas para unirse a las protestas. Alrededor de las 20:00 horas la asamblea de economía exponía los argumentos por los cuales debe de cambiar el sistema capitalista que impera en Europa y cómo los vecinos de los barrios crean soluciones para contrarrestar los efectos de la crisis al emprender acciones solidarias, como el intercambio de servicios y algunos bienes, como ropa o aparatos electrodomésticos, sin pagarse con dinero a cambio, sino con tiempo, a lo que ellos han llamado “Banco de Tiempo”. El Sol se ocultaba poco a poco y se encendían las luces de las lámparas que iluminan la plaza. Pasadas las 22:00 horas los indignados siguieron ahí.
Durante el lunes 14 de agosto participaron menos personas en las actividades de esta plaza pública, después de que alrededor de las 5:00 horas de los días anteriores de manifestaciones los policías antimotines desalojaran a los indignados. El ánimo de las personas parecía caer. En los diferentes grupos reunidos en la plaza se escuchaban diversos comentarios sobre la falta de acciones concretas que deberían de tomar. Algunos opinaban que sólo manifestarse ya de nada funcionaba y que hacía falta desafiar las leyes. Otros querían discutir sobre por qué deberían de quedarse acampar y no someterse a la orden que había dictado el gobierno. Estas opiniones eran calladas bajo el argumento de que “acampar es sólo un medio y no un fin”, pues habían decidido en conjunto durante las asambleas generales regresar a sus casas durante la madrugada y que volverían al día siguiente. A pesar de esto, el martes 15 de mayo otra vez fueron desalojados de Sol un grupo de 25 personas.
15M. La indignación cobra fuerza
Durante los primeros minutos del 15 de mayo los indignados festejaron su aniversario. Al igual que la noche del sábado 12 de mayo, cuando el reloj marcó las 23:59 horas los asambleístas hicieron un “grito mudo”: guardaron un minuto de silencio para después aplaudir, gritar y corear “Cumpleaños feliz”. Al ver que algunas personas empezaban a retirarse del lugar, por las bocinas empezó a escucharse las acciones que se llevarían a cabo a partir de las 11:00 horas de ese día.
Al medio día del 15 de mayo estaban reunidos en Sol los integrantes de diferentes asambleas. La de Economía expresaba que “las mentiras de la crisis española” y algunas consecuencias de ésta, como el desgaste de la calidad de vida que gozan los españoles, ahora se verá más afectada con la reforma laboral. “Quieren matarnos, quieren que estemos muertos más pronto. Ahora nuestras vidas serán más estresadas por la carga y los horarios de trabajo que se extienden. Se reducirá la esperanza de vida”, decía un hombre de unos 35 años frente a unas 450 personas, la mayoría sentada en el suelo, cubriéndose del Sol con gorros de papel periódico o paraguas.
A unos 20 metros de ahí, Aída Quinatoa estaba recabando firmas de apoyo. Ella es una peruana que llegó a trabajar a Madrid hace 12 años y debido a la crisis ya no pudo seguir pagando el financiamiento de la casa que adquirió con sus hermanos. Ellos están sin empleo y ella es la única que trabaja. Cuida a un anciano y hace la limpieza de su casa. Se unió a la plataforma “stop desahucios” integrada por “quincemayistas”, quienes le ayudan a aplazar la fecha en que tiene que abandonar su casa.
Los diálogos y debates continuaron durante la tarde. A las 18:30 horas unas 5 mil personas estaban en la plaza con cacerola y cucharas en mano. De un momento a otro se congregaron unas 3 mil personas con diferentes utensilios de cocina para hacer ruido y notarse ante el resto de la población, los turistas y los medios de comunicación. El propósito era demostrar de nueva cuenta el músculo de la indignación madrileña. Durante 45 minutos el ruido no paró. De tan intenso golpeteo que recibieron cacerolas y tapaderas, algunas quedaron hundidas y con hoyos.
A las 19:25 horas comenzó la cuarta asamblea general, con unas 4 mil personas sentadas y de pie. Durante más de tres horas, a micrófono abierto, se informó sobre las diferentes actividades que realizaron las asambleas temáticas en diferentes plazas públicas de Madrid durante los últimos días. Además se mencionaron acciones para resolver algunos problemas comunes, como el desalojo de familias de sus casas tras no poder pagar los financiamientos con los que las adquirieron. Para ello se propuso acudir a impedir dichos desalojos cuando se enteren que en su barrio habrá uno, y en colectivo negociar con los representantes de los bancos. Otros propusieron cerrar las cuentas de sus bancos, sobre todo del recién nacionalizado Bankia.
Además, los “quincemayistas” repasaron algunos efectos de las reformas a la sanidad pública, como el derecho a recibir atención médica que dejaron de tener los extranjeros, lo cual afecta a los migrantes “sin papales”, pues ahora es necesario contar con la credencial de residencia para que se les atienda en los hospitales. “Ningún ser humano es ilegal”, fue la respuesta. Los manifestantes también hicieron público su reclamo a los medios de comunicación por emitir mensajes erróneos sobre las jornadas de aniversario del 15M. Se quejaron de que se informe que sólo son días de festejo, y no difundan el trabajo que se ha realizado durante un año para fomentar la solidaridad y alimentar la cohesión social en los barrios. Durante el final de la cuarta asamblea general, a un año de la gestación del 15M, exigieron que se hagan públicos los partes médicos de los cuerpos de seguridad que según la Policía Nacional fueron agredidos, y también pidieron que los policías no oculten su placa de identificación durante sus labores, pues durante los días de “levantones” los elementos no la portaban prendida al uniforme.
Las jornadas de trabajo con las que los activistas dieron constancia de que el movimiento de indignación sigue vivo finalizaron con una nueva cacerolada ensordecedora a las 00:35 horas del 16 de mayo. De Puerta del Sol se dirigieron al edificio de la Bolsa de Madrid, donde lanzaron consignas en contra de los mercados. Los policías antidisturbios se les habían adelantado y ya estaban haciendo una valla humana para impedirles el paso al recinto. Ahí, dos jóvenes se desnudaron frente a ellos. Los miraron a la cara y les afirmaron que ellos no son jóvenes violentos, que quieren la paz y la libertad de sus compañeros manifestantes. Los demás gritaban: “El pueblo/ unido/ jamás será vencido”.
El resto de indignados lanzó varias consignas y replicaron con las manos en alto gritando: “Éstas son nuestras armas”. Los jóvenes abandonaron el lugar y siguieron caminando por la avenida Paseo del Prado con rumbo a las oficinas generales de Bankia. Los uniformados rápidamente se enfilaron en dicha calle luego de seguir la orden del comandante. Las patrullas aceleraron un poco y éstos empezaron a correr hacia los inconformes. Los acorralaron cerca de la Fuente de Neptuno. Los jóvenes no paraban de gritar “Eo eo eo, nos vamos de paseo”, en alusión de que no los detenían y seguían andando. De nueva cuenta se escuchó “El pueblo/ unido/ jamás será vencido” cuando todos se juntaron para recorrer el mismo camino, a la par que golpeaban sus cacerolas. Las patrullas dejaron libre una calle y por ahí continuaron avanzando unos cinco kilómetros hasta el Puente de Segovia, seguidos por un helicóptero, donde se dispersó el grupo que había pasado de unas 400 personas a menos de 100. Los policías se retiraron del sitio, al igual que muchos de los presentes.
Después de decenas de asambleas que celebraron durante cuatro días –en las que reflexionaron sobre el trabajo realizado en un año– y luego de planificar las acciones que llevaron a cabo durante los próximos meses desde los barrios, así terminó el aniversario del movimiento 15M el pasado 16 de mayo en la capital de España.