Tejer nuevas redes para la educación
Natalia Barragán – Edición
En los tiempos que corren, una de las cosas de las que más se hablan es sobre la democratización y de los esquemas horizontales. Sin embargo, la educación no se está sumando a esta dinámica. Según la visión de Diego Leal, especialista en el tema de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), estamos en un mundo de redes en el que convergen tres tipos diferentes: centralizadas, descentralizadas y distribuidas. Y la educación se está quedando en las centralizadas. Para ello basta ver los modelos de enseñanza en la escuela básica, con un profesor al frente que expone los temas, o en las universidades a mayor escala.
“Desde el punto de vista educativo, lo que yo observo es que estas redes centralizadas son muy visibles y nos hemos acostumbrado a ellas […] Pienso que las redes centralizadas parten desde una lógica de escasez”, explicó Diego Leal, quien fue el encargado de la conferencia inaugural de Ágora ITESO, un espacio creado para que los académicos de la Universidad dialoguen y reflexionen en torno al aprendizaje en red.
Leal añadió que la centralización se debe a la poca disponibilidad de recursos: pocos profesores para educar a toda una nación, espacio físico limitado, altos costos de los materiales –por ejemplo de los libros– y alta estructuración (jerarquía). Pero hay un extremo diferente: la abundancia. A decir del ponente, ésta llega con el uso de las “redes distribuidas”, donde no hay un único nodo protagonista, los límites son difusos y es resistente a fallos.
Es en esta noción de las redes distribuidas que surge Internet y todos sus protocolos de comunicación, explicó: “Internet nos confronta de manera directa con otra forma de organización […] y nos genera una noción diferente del espacio”.
De la escasez a la abundancia de información
Así como ha surgido el debate en torno a los límites para compartir y reproducir de forma gratuita los libros online, la música o las películas, en la educación, a decir de Leal, se trata de llevar lo que vemos en el “mundo real”, lo que hemos conocido durante mucho tiempo, al entorno virtual.
“Lo que hacemos es que el entorno que es abundante le ponemos por encima una capa de escasez y a veces se refleja en el uso que hacemos de ciertas plataformas tecnológicas, como Blackboard, Moodle, Sakai. Están diseñados alrededor de la lógica del salón de clases […] El punto es que nos estamos llevando los límites de un lado al otro”.
El especialista consideró que el gran desafío es reconocer la condiciones de cada uno de estos extremos y aprovecharlo: “No se trata definitivamente de decir que tenemos que acabar con cualquier actividad centralizada, que nunca más nadie más va a hablarle a un auditorio. No es eso, en realidad es ver cuándo tiene sentido que alguien le hable a un auditorio, ver un video o leer un libro, para aprovechar esa clase de información que ahora tenemos”.
Los experimentos que intentan esta transición hacia el entorno de “redes distribuidas”, al de la abundancia, en la educación ya existen. En algunos se ofrecen cursos, materias, materiales e incluso carreras abiertas y gratuitas, con lo que se buscar contrarrestar los “límites” como la falta de profesores o el poco espacio físico. Ahí está Open Course, del MIT, la Open Learning Iniciative, de Carnegie Mellon University, la Universidad de las Personas, la Peer 2 Peer University o los famosos MOOC (Masive Online Open Courses) de iniciativas como Udacity, Coursea o Edx.
“El asunto es que en cualquier caso muchas de estas iniciativas todavía se parecen a una red centralizada. ¿En qué sentido? Si usted no va a la plataforma de Coursera, no puede tomar el curso; los video de Khan Academy están disponibles en una sola plataforma; si la plataforma de P2PU desaparece, la información también. Digamos que son sistemas que todavía son vulnerables”.
Por ello, considera que se debe de hacer uso de las herramientas que son parte de ecosistema actual de información, como Facebook, Twitter, Google, Diigo, YouTube, Blogger, Posterous, entre otras. En este sentido también han habido experimentos, como lo que hicieron los canadienses George Siemens y Stephen Downs en 2008, quienes crearon el curso Conectivismo y Conocimiento Colectivo, donde no había “maestros”, sino la posibilidad de construir redes y aprender de ellas. El mismo Leal lo ha hecho con el proyecto TRAL.
Leal indicó que en una red distribuida, los “nodos” tienen un papel igualmente importante: “Eso implica, por ejemplo, que pensemos en el contenido que generan nuestros estudiantes son igualmente importante al que nosotros como docentes generamos […] Así, en términos de información y de construcción de conocimiento, cobra más sentido el moverse a una red distribuida”.