“Primero ser hermanos, luego todo lo demás”: Luis del Valle, SJ (1927-2010).

“Primero ser hermanos, luego todo lo demás”: Luis del Valle, SJ (1927-2010).

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El primer volumen de las memorias del jesuita Luis del Valle SJ, fallecido el domingo pasado, lleva por título la que fue su máxima convicción: “Primero ser hermanos, luego todo lo demás”. No es casual que esta frase se haya usado como epitafio improvisado en los múltiples correos electrónicos, mensajes de texto, tuits y demás escritos que dan cuenta de su muerte.

Luis del Valle, SJ fue uno de los jesuitas que, formados en el esquema previo al Concilio Vaticano II, contribuyó a la apertura de la iglesia católica y de la Compañía de Jesús a las nuevas fronteras. Como profesor de teología, dejó de dar cátedra para enseñar a través de seminarios y círculos de estudio —en español en lugar del rígido latín— y renunció a toda forma de poder en el aula, empezando por las calificaciones. Luis llegaba al aula una hora antes de que empezara la clase para preparar café para sus alumnos.

Luis se acercó a los pobres, como aquellos que entendieron que la injusticia y la desigualdad tenían que estar en el centro de la iglesia. Fue uno de los impulsores del decreto 4 de la Congregación General 32 de los jesuitas, aquél que definió su misión como: “El servicio de la fe y la promoción de la justicia”.
 
Fue amigo y asesor de Sergio Méndez Arceo, el obispo de Cuernavaca, fundador y director de la revista Christus, una de las publicaciones en las que se difundieron y discutieron las principales tesis de la teología de la liberación (o la liberación de la teología).

A pesar de las condenas vaticanas, del contexto conservador de la jerarquía católica y de la crisis de las Comunidades Eclesiales de Base, Luis del Valle se mantuvo fiel a sus convicciones. Basta revisar el índice de los últimos años de Christus, en el que se escribía sobre espiritualidad indígena, derechos humanos, teología del pluralismo religioso, la pastoral y la teología penitenciaria o las iniciativas zapatistas.

Hace poco más de un mes, cuando Adolfo Nicolás Pachón, Superior General de los jesuitas, estuvo en el ITESO, me encontré con un colega de Proceso que pensaba que podría entrevistarlo. Me dijo que le había escrito a Luis del Valle para consultarle qué le preguntaría a Nicolás Pachón.

Luis le respondió: ¿Cuál es el compromiso de la Compañía de Jesús frente a los pobres? ¿Por qué los jesuitas tienen grandes universidades para educar a las clases dominantes y pocos espacios para la educación popular? ¿Cuál es su compromiso con los procesos de democratización de la Iglesia?

Cuando supe que Luis murió, estuve hojeando una anécdota, escrita en el libro, que lo retrata de cuerpo entero. Cuando estudiaba en Roma su doctorado en teología eran tiempos pre-conciliares: seminaristas en sotana, grandes casas, superiores incuestionables, clases con el método escolástico y en latín—, el rector prohibió que los teólogos escucharan radio y que bebieran cualquier clase de alcohol. Luis se acercó a él y le dijo, fraternalmente, que no estaba de acuerdo.
 
¿Prohibir el alcohol en una ciudad como Roma, en una cultura en la que siempre hay vino en la mesa? ¿Y la radio? ¿Por qué cortar el vínculo con la realidad del mundo, especialmente a estudiantes de diversas partes del mundo que se enteraban de lo que pasaba en sus países a través de la onda corta? El padre superior aceptó sus argumentos y rectificó.

Así fue Luis, aunque la mayoría de las veces le dieron palo. Como cuando propuso al padre Arrupe, ex Superior de los jesuitas, abolir la figura de superior para que la máxima autoridad de una comunidad fuera la asamblea. “No”, le dijeron, en la iglesia no hay democracia. La obediencia es a una persona concreta. Aunque Luis fue oficialmente “superior” durante muchos años, en la práctica siempre ejerció la democracia: discernimiento, deliberaciones en común, votaciones.

Luis fue un amigo. Un hombre de corazón generoso, sonrisa gratuita y abrazos muy cariñosos. Siempre me apoyó como un abuelo cuando fui jesuita y así siguió cuando salí de la orden. Luis se murió como siempre vivió. Fiel a su fe. Haciendo las preguntas que siempre hizo porque se quedaron en el aire o porque no le convencían las respuestas que le dieron.

Los que convivieron con él durante sus últimas semanas relatan que estaba preocupado por lo de siempre: el clima de violencia y autoritarismo del país que cobra sus víctimas entre los más pobres, las fricciones entre sus hermanos jesuitas, su salud.
 
Le fatigaba subir las escaleras de su comunidad en Tecualiapan , en la Ciudad de México, pero no quería mudarse a una casa más adecuada para su salud porque su comunidad estaba abierta a los indígenas otomíes, náhuatl y tseltaltes que tenían que ir a la ciudad.

Los mensajes que lamentan su muerte evocan su enorme disposición para ser amigo. Abierto como su casa, generoso, solidario. No en balde se repite, una y otra vez, su frase: “Primero ser hermanos, luego todo lo demás”. 

2 comentarios

  1. Me deja Luis la imagen de un
    Me deja Luis la imagen de un hombre libre que no se preocupaba demasiado por lo que no era importante. Una anécdota que me llegó de rebote – por lo que confieso tendrá imprecisiones – cuenta que una señora le preguntó cómo era ese asunto de la Puerta del Perdón (en Roma) y el Jubileo del año 2000; que si habría que ir, y que las indulgencias, algo así era. “No me lo vayas a tomar a mal…” – fue la respuesta tan amable como podría ser – “pero ni sé, ni me importa”. Y no es que no le importaran las cosas de la Iglesia pues era Hombre de Iglesia, pero no de esa parte folcklórica sino de la importante, de la que libera, de la que no tiene miedos y busca la justicia. Gracias a Dios por Luis.

  2. Demasiado tarde te conocí.
    Demasiado tarde te conocí. Ahora sé que siempre estuviste presente en las mejores luchas de la Iglesia de México y Latinoamérica. Ahora sé quién estaba detrás de aquella revista Christus que llegaba a mi parroquia de un barrio obrero de Guadalajara. Ahora sé que fuiste un impulsor del histórico decreto de la Congregación General 32. Ahora sé que siempre fuiste mi hermano. La fe me dice que lo serás para siempre.

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MAGIS, año LXI, No. 504, marzo-abril de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de marzo de 2025.

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