Osama Bin Laden: crónica de una muerte oportuna
Antonio López Mijares – Edición
La muerte de Osama Bin Laden a manos de fuerzas especiales estadunidenses, en algún momento entre sábado y domingo pasados en la localidad de Abbotabad, a menos de dos horas de Islamabad, capital de Paquistán, fue anunciada por el presidente Obama el mismo domingo 1 de mayo, con el cadáver del célebre terrorista (y héroe del islamismo radical sunnita) aún tibio.
Esta muerte tiene la virtud primordial, desde un punto de vista político, de haber ocurrido en el momento oportuno. De confirmarse la noticia —cosa por demás segura toda vez que ya se dijo que el ADN sí corresponde al del presunto autor de los atentados contra sedes diplomáticas norteamericanas en Nairobi y Dar es Salam en 1998, contra el crucero US-Cole en Adén en octubre de 2000 y contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001—, el Presidente de los Estados Unidos podrá anotarse un triunfo político, no por simbólico menos eficaz, en el contexto de una lucha a brazo partido entre su administración y la mayoría republicana en el Congreso, empeñada esta última en mellar, vetar y, si es posible, destruir los puntos sustanciales de la agenda política del presidente Obama, centrada, entre otros temas, en la cobertura universal de salud, en el esfuerzo de modernización medioambiental y en las estrategias de revitalización de la economía.
Así, con el horizonte de las elecciones de 2012 a la vista, el presidente podrá ostentar un éxito que, pese a no alterar las líneas generales de la política estadunidense hacia Medio Oriente y en especial hacia los países islámicos, sustentadas en la geopolítica de la seguridad a favor de los aliados tradicionales —las monarquías de la península arábiga, el nuevo Irak, Turquía— y de contención y cerco de enemigos reales y potenciales, como Irán, tiene una indudable vertiente mediática que no hará sino proyectar la imagen de Obama ante las audiencias masivas como un presidente capaz de tomar decisiones expeditivas, como la que hizo posible la operación que culminó con la localización y destrucción de fundador y líder de Al Qaeda.
Por otra parte, al tratarse de una operación hecha a espaldas o sin contar con las autoridades del país donde se escondía sin demasiada incomodidad Osama Bin Laden, se pone de manifiesto que el papel de las autoridades paquistaníes es cuando menos ambiguo en relación con los Estados Unidos, por una parte, y con las organizaciones islámicas que se refugian en dicho país; no puede dejarse de anotar que el líder de Al-Qaeda vivía en un lugar donde era difícil que pasara inadvertida una presencia tan notoria para las autoridades paquistaníes.
Sea como sea, el éxito de una operación político-militar minuciosamente preparada, y tal vez dosificada para ocurrir en el momento oportuno, constituye un suceso que el presidente Obama no dejará de aprovechar.
El mensaje de Barack Obama comienza en el minuto 2:00