Once casas que deberían ser sólo el principio

Once casas que deberían ser sólo el principio

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“¡Mira! Esta es mi casa, ven, ven…”

Resulta imposible rechazar la invitación de Nancy para conocer su flamante vivienda, a la que se mudó apenas a mediados de julio después de pasar casi dos años en un departamento que le proporcionó el Ayuntamiento de Tlaquepaque mientras demolían su anterior casa y construían, en colaboración con el ITESO, la que ahora Nancy toca con su mano, orgullosa.

Fotos: Álex Riveros

Ella tiene cinco años, sonrisa franca, cabello castaño claro recogido y una evidente emoción cuando se da cuenta de que empiezan a llegar invitados al renovado rincón –en las faldas del Cerro del Cuatro– donde vive: El Barrancón, último resquicio de ese extremo de la colonia Artesanos (con casi 9 mil habitantes) antes de que la tierra “firme” se tope con el espejo de aguas negras que se forma en uno de los lados de ese cráter de aproximadamente 200 metros de diámetro que da nombre al lugar.

Ahí, a escasos metros del borde, el domingo 12 de agosto se levantaron un toldo y un altar para efectuar la Misa de Acción de Gracias que ofició el Rector del ITESO, Juan Luis Orozco SJ, con motivo de la culminación del proyecto que otorgó a sendas familias esas 11 casas de color beige claro que se vislumbran como un esperanzador lunar en medio de un paisaje cuya precariedad social y urbana arrastra ya tres décadas, desde que cientos de familias de escasos recursos –muchas de ellas procedentes de otros estados– empezaron a poblar las laderas del Cerro del Cuatro, coronado por las antenas de televisión que cualquiera puede ver si circula por el anillo Periférico cuando se va o viene de la carretera a Chapala. Pasadas las 11 de la mañana, unas 60 personas, la mayoría niños y adolescentes, escuchaban al Rector decirles que como vecinos debían cuidarse y comprenderse los unos a los otros para poder construir juntos un hogar.   

La casa de Nancy está a 25 minutos del ITESO en coche, pero las enormes distancias entre ambos puntos no se pueden medir con un reloj. Durante sus primeros años de vida, Nancy vivió en un terreno irregular, en una vivienda rudimentaria, con el riesgo de deslaves todo el tiempo a sus espaldas (aunque tal vez no lo supiera), rodeada de calles sin asfaltar y con la luz, el agua potable y la electricidad como verdaderos lujos para ella, su familia y sus vecinos.

Y entonces, hace siete años, la ruleta giró y su pequeño mundo fue elegido por el Ayuntamiento de Tlaquepaque para arrancarlo del olvido y mejorarlo. El municipio se alió con el ITESO y entre ambos elaboraron un proyecto de intervención social y arquitectónica que cambiaría láminas, cartones, pisos de tierra y la irregularidad por ladrillos, tuberías, recolección de basura, títulos de propiedad, asfalto y un puñado de casas dignas, pequeñas y funcionales, ideadas desde el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) Cerro del Cuatro, en el que participaron estudiantes de Ingeniería Civil y Arquitectura.

Todas las casas fueron demolidas, los vecinos fueron reubicados a unos departamentos (el Ayuntamiento pagaba las rentas) y se iniciaron los trámites para regularizar sus terrenos, condición indispensable para que los planes avanzaran conforme a la ley.   

Nancy, a quien la lectura del Evangelio no termina de atrapar, sigue con ganas de mostrar el lugar en el que vive y nos enseña, en ese orden: una ardilla muerta; el charco de aguas negras que tiene “caca y popó”; unas llantas flotando un poco más allá; el tramo lleno de matorrales que pasa por la mitad de El Barrancón y ella camina cuando su mamá la lleva a visitar a su tía del otro lado y, por último, el pequeño terreno en el que juegan “los grandes”, cuya portería de futbol –hecha con tres troncos chuecos amarrados por otra llanta– emula a las canchas que solemos ver en los documentales sobre África.

Apenas el comienzo

Los más de cuatro millones de pesos invertidos en las fincas (771 mil pesos por parte del ITESO) se aplicaron con la intención de ser el detonador de un barrio del que se apropien los vecinos, por lo que se aplicó el modelo de “Pie de casa”, explicó Carlos Gómez, director de Ingeniería Constructiva, la empresa elegida para edificarlas. Esto consiste en un prototipo que permite que cada una crezca y se amplíe dependiendo de las necesidades –y los recursos– de sus moradores. Algunos ya erigieron su barda de piedras para delimitar su propiedad, otros pusieron su lona de plástico como improvisado techo para combatir los rayos solares en el patio exterior y hay quienes ya montaron su negocio de dulces en la puerta principal.

Cuatro de ellos son Leonor Montaño y sus hijos Christopher, Marcos y Carlos. En su hogar han surgido algunos aspectos que los constructores ya detectaron que deben solucionarse y están en ello, todos relacionados con la acumulación o filtración de agua, ya sea en el techo, en los baños o en las ventanas de la fachada principal.

“Nomás tápense los ojos”, nos pide Leonor antes de permitir un recorrido por su casa: sala/comedor, dos habitaciones, dos baños, una terraza con vista panorámica al barrancón, hijos que le van a las Chivas, algo de ropa acumulada en las camas (nada grave) y huellas de humedad en una de las esquinas del techo de la alcoba principal. Su vivienda le agrada, pero espera que esos detalles se resuelvan pronto, porque le cansa estar secando el piso cada que llueve o se bañan.

 

Nos vamos, ustedes se quedan

Casi al final de la sui generis misa oficiada por el Rector –hasta un rebaño de vacas pasó detrás del altar–, resuenan a lo lejos las campanas del Templo del Señor Milagroso, enclavado en la vecina colonia El Vergel. No lejos de ahí, las vías del tren que corre por la vía Manzanillo dibujan otra de las fronteras de El Barrancón, ese pedazo de tierra al que hace 29 años llegó desde Michoacán la señora Aurora Hernández, madre de Leonor.

“Fuimos de los primeros en caer aquí. Yo me casé a los 14 años y tengo siete hijos, seis vivos. Vimos cómo creció toda esta parte. Ojalá y luego se sigan para allá”, dice Hernández, cuyos ojos parecen querer imaginar cómo se vería la colonia donde ha vivido tres décadas si se “contagia” del proyecto que permitió renovar, prácticamente desde cero, la zona en que hoy vive su hija.

La misa ha terminado. El Rector es escoltado por varias vecinas que, como Nancy, tienen mucho que contarle en su recorrido por el lugar. Abren puertas, cuentan anécdotas, muestran su agradecimiento y asumen que, tal como subrayó el Rector minutos antes, la labor de la universidad ha concluido y “ya nos toca irnos”.

Si los adultos tienen el mismo ímpetu de Nancy, las cosas irán bien.

MAGIS, año LXI, No. 506, julio-agosto de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de julio de 2025.

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