No existen las ciudades sostenibles: Martínez Alier
Enrique González – Edición
Cualquier ciudad contemporánea con más de 100 mil habitantes es virtualmente insostenible, ya que, según cálculos de distintos científicos sociales y ecologistas, las necesidades alimenticias, de materias primas y de movilidad de cada habitante requieren muchas más hectáreas de las que tienen.
Foto: Luis Ponciano
Joan Martínez Alier, doctor en Economía de origen catalán y pionero del ecologismo político, lo dijo claramente desde el inicio de su conferencia el pasado lunes en la Casa ITESO Clavigero: “No voy a usar eufemismos”. Y una vez hecha la advertencia, este ambientalista, con amplia experiencia en Europa y América Latina, afirmó que debido a la densidad poblacional, cualquier ciudad contemporánea con más de 100 mil habitantes es virtualmente insostenible, ya que, según cálculos de distintos científicos sociales y ecologistas a los que citó, las necesidades alimenticias, de materias primas y de movilidad –por mencionar sólo algunas– de cada habitante de urbes como Los Ángeles, Guadalajara, Barcelona o Ciudad de México, requieren muchas más hectáreas de las que tienen.
Cálculos conservadores hablan de que si en una hectárea vivieran hipotéticamente 100 personas, necesitarían aproximadamente otras cuatro hectáreas para cubrir sus necesidades vitales —en la zona metropolitana de Guadalajara se calcula que viven 2 mil 734 personas por kilómetro cuadrado (cada kilómetro cuadrado tiene 100 hectáreas).
Todo lo que un ciudadano requiere para sobrevivir –comer carne, comer vegetales, moverse en su auto o en camión, bañarse– se conoce como “la huella ecológica”, término acuñado por el científico canadiense William Rees. Es tal la importancia de este concepto, que Martínez sugirió que las autoridades ambientales de Jalisco pongan manos a la obra para medir la huella ambiental de los ciudadanos de sus principales centros urbanos, con lo que obtendría un importante referente para plantear mejores políticas públicas, en lugar de simplemente construir presas.
“El crecimiento de la población, por suerte, ya se está parando”, afirmó Martínez, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona desde los años 70, quien no prevé que el número de habitantes vaya a crecer en los próximos 50 años al incontenible ritmo que tuvo durante el siglo XX, periodo en el que creció cuatro veces, hasta rondar hoy en día los 7 mil millones de seres humanos.
Después de subrayar su oposición a la presa El Zapotillo y a los trasvases de líquido a grandes distancias, y tras analizar brevemente la influencia del suizo Le Corbusier en la concepción de la ciudad contemporánea –lo calificó como el urbanista más famoso del Siglo XX y un defensor a ultranza del crecimiento urbano, filosofía que el catalán cuestionó reiteradamente–, Martínez hizo un veloz repaso por las obras de diversos pioneros de lo que hoy se conoce en términos generales como economía ecológica y urbanismo sostenible, entre ellos Patrick Geddes o Ebenezer Howard.
Basta de crecer, hay que replantear modelos
“¿Quién es capaz de frenar esta ansia constructora?”, se preguntó el académico y activista, quien vivió muy de cerca la burbuja inmobiliaria que agudizó la crisis en España, país que actualmente tiene cientos de obras absolutamente detenidas. Es tal el descontento europeo en relación con los mastodónticos gastos en infraestructura, que Martínez hizo referencia a un movimiento continental denominado llanamente Grandes Proyectos Inútiles Impuestos. Deseó que el conjunto de América Latina no llegue a ese punto, tal como sucedió con la capital mexicana o Sao Paulo.
Para Martínez, la respuesta a esa pregunta está en la sociedad civil, en los movimientos ecologistas, ciclistas y similares que se organizan para decirle al gobierno y a las empresas que ya caducó modelo de crecimiento basado en la explotación irracional de los recursos naturales, el consumo exacerbado o en el incremento permanente de los automóviles. “Es la fuerza en la que tengo una mayor esperanza para alcanzar una economía menos insostenible”, afirmó.
Uno de los esfuerzos civiles que están tomando fuerza en distintas partes del mundo, incluida Guadalajara, que alabó Martínez, fue el del car share, el auto compartido por varias personas que en una sola ronda se mueven desde sus hogares hasta la universidad o el trabajo, disminuyendo el impacto de su “huella ecológica” y aligerando la contaminación y el tráfico citadino.
“A mí me parece muy bien aprovechar mejor el auto, porque un auto primero cuesta bastante energía y materiales fabricarlo, y luego la mayor parte del tiempo está parado”, mencionó el catalán, quien recordó que en varias ciudades del planeta, los autos que van más ocupados tienen derecho a utilizar el carril rápido, como ocurre en Los Ángeles.
“Todavía me parece mejor el autobús o el metro en las ciudades grandes. Imagine usted lo que sería la ciudad de México sin Metro; ha sido un gran éxito, moviliza a mucha más gente con un costo energético mucho menor”. Eso sí, advirtió que una de las principales objeciones con las que se toparán iniciativas como la de compartir auto es la de que la construcción de automotores es uno de los principales motores de la economía mexicana.
Justamente el ITESO está por lanzar un sistema de aventones en línea para su comunidad, el cual está pensado para compartir auto, reducir el tráfico y la contaminación y generar interacciones entre los universitarios.
La conferencia del investigador catalán, quien se encuentra impartiendo un curso sobre el tema en las clases de verano del ITESO, fue organizada por las maestrías en Ciudad y Espacio Público y la de Proyectos y Edificación Sustentables de esta universidad, así como por su Programa de Ecología Política.
Más información
Lee la entrevista que publicamos con Joan Martínez Alier el año pasado.