“La cultura de la bici es una corriente de liberación”
Patricia Martínez – Edición
Entrevista con Amarilis Horta Tricallotis
Presidenta del Centro de Bicicultura en Santiago de Chile
Amarilis Horta vive con fervor la cultura ciclista. Tiene la disciplina de una mujer de convento: se despierta temprano, viste ropa de segunda mano, se hizo vegetariana, gana el sueldo mínimo y vive en una casa que hace las veces de centro comunitario de la Bicicultura.
Su austeridad va de la mano del activismo: “Hice un pacto de renuncia”, confiesa y luego describe cómo invierten cada peso donado a la asociación, de los cuales, unos cuantos cubren su sueldo y el de otros dos, el resto de activistas son voluntarios, como su hijo quien edita videos o su padre de ochenta años que actualiza la página Web.
Fue docente en una universidad privada, es doctora en Filosofía, traductora del húngaro, editora literaria y gestora cultural, pero ejerce como activista de la bici. Desde 2006 comenzó a difundir un concepto que llama “bicicultura”, es decir, un movimiento cultural pro-bicicleta que pretende establecer un sistema nacional de fomento y promoción del uso de la cicla para proteger, reconocer y garantizar los derechos de los ciclistas.
Va y viene por ciudades de Latinoamerica predicando los conceptos de la movilidad sustentable. En su último viaje, en febrero, estuvo en Ciudad de México y Guadalajara, invitada por organismos civiles para gestionar con gobernantes,
promover reformas legislativas, ofrecer conferencias y, por supuesto, pedalear con gozo el calvario de la ciudad.
¿Cuál cree que es el papel de la bici en la actualidad?
No es una moda ni un tema que va a pasar, sino que hace parte de un movimiento que se va estructurando a través de miles de acciones que realiza la ciudadanía y las autoridades políticas, a veces juntos, que son los mejores casos, lo cual expresa un despertar de la personas que no quieren seguir sometiéndose a la tortura del transporte diario y que reaccionan buscando mejores maneras, más libertarias y dignas de moverse en la ciudad.
Hoy día, te enfrentas a una ciudad hostil, en la que haces parte como ciudadano de segunda clase, frente a una lucha desproporcionada con máquinas movidas a alta velocidad (los autos); por lo tanto, el movimiento mundial de esta nueva cultura de moverse en bici es una corriente de liberación.
Uno se puede volver escéptico ¿Cómo convencer de que la bici es un transporte eficiente?
La utopía ‘bicicletuda’ es posible y realizable, como ocurre en ciudades de Europa, donde la bici y la caminata son los modos mayoritarios de transporte. Estamos hablando de cosas que hacen parte de la felicidad de la gente que vive en esas ciudades, es importante difundir esos ejemplos y ver que se trata de una necesidad de realizar viajes en forma autónoma; pero, también, es un tema de políticas públicas, de planeación de la ciudad y, en este caso, el ciudadano no puede hacerlo solo.
Es tarea de la sociedad civil impulsar y hacer ver a las autoridades políticas y a los medios de comunicación que esto tiene posibilidades, que es el gran camino para resolver no sólo la crisis del transporte que es una crisis de la velocidad e inmovilidad, sino que es una vía para resolver problemas que parecieran no tener relación; por ejemplo, el tema de salud, cruzar deporte con transporte y hacer que las personas puedan cumplir la cuota de ejercicio diario para mantenerse sanas.
El problema de seguridad pública, ahora que los estados invierten cada vez más en policía y cámaras de vigilancia para evitar la delincuencia en las ciudades, las cuales se han transformado en presa de la delincuencia, porque tenemos ciudades fantasma, despobladas, donde los ciudadanos optan por refugiarse en sus casas en sus autos y nunca estar en el espacio público. Necesitamos ir en una corriente contraria a la actual. Se trata de hacer lo contrario: que los espacios públicos sean espacios de encuentro.
¿Cuál ha sido la estrategia del movimiento de Santiago de Chile para generar políticas públicas de movilidad no motorizada?
La estrategia que hemos seguido parte del supuesto de que los gobiernos en general duran períodos breves, tres o seis años máximo, las transformaciones que son necesarias en las ciudades son de tiempo más largo. Como son tiempos largos, a los políticos les cuesta mucho tomar decisiones que impliquen transformaciones cuyo fruto se verá más allá de su período, y buscan acciones de visualización inmediata. El motor tiene que ser la sociedad civil y buscar la colaboración con el gobierno en el desarrollo de políticas públicas que beneficien la tracción humana, entendiendo que hace parte de un proceso de liberación mental y físico.
En esta estrategia de trabajo conjunto hacemos propuestas y las acompañamos con publicidad mediática. Otra parte es la de educar, mostrar información de países más avanzados en estos temas y difundirlo en grupos específicos, por ejemplo, abordamos a los parlamentarios e invitamos a expertos extranjeros. Y, por último, hacemos eventos masivos porque nos permiten hacer canjes de patrocinios para desarrollar nuestro trabajo durante todo el año.
La mayor acción es el Festival de la Bicicultura, un mes de actividades en torno al tema de movilidad sustentable, en bibliotecas, estaciones de metro[…]con diversas actividades. El Festival es un instrumento de intervención social en cultura de liderazgo ciudadano que se replica año con año como vitrina de todas las manifestaciones que hay a favor de la movilidad sustentable. Hacemos como si fuese una caja de resonancia. Que la gente vea la bici como el medio de transporte más moderno y eficiente, que no contamina, no congestiona, permite una vida más sana y te pone en una situación de seres humanos que transitan entre seres humanos.
¿Cuál es el factor más importante para que se dé el cambio: dejar el auto y usar la bici?
Es un cambio sistémico. Tenemos un sistema de transporte de alta complejidad, porque intervienen cantidad de variables, intereses y agentes, por lo tanto en un sistema no hay piezas más o menos importantes, tienes que intervenirlo completo.
Nosotros desarrollamos la agenda estratégica de la Bicicultura, a través de un taller metodológico para innovar en sistemas de alta complejidad, entre todos los actores se establecen las líneas de acción que hay que tomar, y lo interesante es que todos lo que asisten saben y sienten que esas conclusiones son propias, te permite hacer una participación ciudadana dirigida y eficiente. Al término se tiene una visión común y planeación. Al ser legitimado desde antes, nos ha dado una prestancia, seguridad, persistencia, y un no aceptar no por respuesta.
Las ciudades latinoamericanas vivimos una realidad similar: falta de planeación, tráfico acelerado… ¿Qué es lo que las ciudades mexicanas podríamos aprender de las ciudades europeas a las que se refiere?
Sería fundamental tomar el principio que ellos tienen: reconocer la movilidad a tracción humana como un derecho de las personas. Esa facultad que, por el tipo de sistema de transporte establecido, está impedida de ejercerse pues te encuentras con miles de obstáculos y un escenario hostil cuando tratas de moverte con tu propia energía.
Necesitamos que nuestra legislación reconozca como un principio fundamental inalienable ese derecho, de poder movilizarte a tracción humana a cualquier punto de la ciudad y luego establecer como obligación del Estado el que puedas ejercer ese derecho, en estos dos conceptos hay una base sobre la que se puede desarrollar un proceso de transformación del sistema.
Y por último, resolver cómo ese principio es sancionado en la práctica, sería a través de una moción que dice que la responsabilidad en el caso de un conflicto de accidente es siempre del más fuerte; por lo tanto, la velocidad de circulación de los vehículos debe ser condicionada a esa seguridad de los otros medios de transporte, y cuando hay un conflicto entre vehículo motorizado y bici, la responsabilidad civil es del motorizado. Esto mismo se pasa a la banqueta, la bici es responsable frente al peatón. Esa presunción es fundamental, ese aterrizaje a normativa es lo que nos cambia.
Sí, las leyes modelan y sí, debemos acudir al apoyo de las leyes. No sacamos nada con sólo denunciarlo, ya es un paso, porque son las ideas las que gobiernan el mundo, son los conceptos. Si vivimos con la mente condicionada a conceptos erróneos hay que cambiar la percepción, hay que hacer que la bici ya no parezca más el vehículo de los sin opción, de los pobres, hay que darle el espacio que la bici merece en la ciudad para permitirle que ella haga los cambios por nosotros: pedaleando limpiamos el aire, hacemos ciudades más vivibles, nos acercamos y comunicamos unos con otros, nos transformamos de seres inaccesibles a seres al alcance de los demás. La bici es un símbolo.
¿Qué ha observado y qué le llama la atención del caso de ciudades mexicanas? ¿Dónde encuentra las fortalezas y los obstáculos?
En la Ciudad de México la gran oportunidad está dada porque peor no pueden estar, en tema de tránsito. Ahí la inmovilidad es un fenómeno cotidiano, no hay de otra, tendrán que considerar la tracción humana como medio de transporte diario o no podrán seguir circulando.
En Guadalajara hay varias condicionantes que la hacen ideal para usar la bici: las dimensiones, es una ciudad muy grande pero aún no imposible de surcar a tracción humana. Además si das oportunidad para que la tracción humana se exprese y ejerza en la ciudad eso irá llevando a otros cambios; toda la sociedad reacciona a los estímulos, por lo tanto a ese estímulo también se va a reaccionar y se va a producir un reacondicionamiento. Por ejemplo, cuando la gente piense en rentar casa considerará la cercanía. El clima es privilegiado, su arborización y las organizaciones ciudadanas con gente de buen nivel, muy abiertas, que trabajan en conjunto, que se coordinan que se respetan, que saben trabajar en red, es un elemento que da una posibilidad adicional.
¿Y obstáculos? O mejor no somos pesimistas…
Mira yo soy una de las personas que ve un vaso a la mitad y me alegro del agua que está en el vaso.
Le propongo un ejercicio: le hago cuatro preguntas y responde con una frase.
¿Qué le diría a un automovilista?
Que se piense como parte y víctima de un sistema, y que reconozca que hay otras personas que tienen el mismo derecho a llegar a destino.
¿Qué le diría a un ciclista?
Que lo felicito por hacer ese cambio, por atreverse a entrar en territorio comanche, que se cuide, que conozca las leyes del tránsito, pero sobre todo que se guié por las leyes de la sobrevivencia, que no siempre coinciden, porque está ingresando en un sistema que ha sido pensado, diseñado y ejecutado para vehículos diferentes de él.
¿Qué le diría a un gobernante?
Que tiene una especie de varita mágica para resolver todos los grandes problemas de su administración: se llama bicicleta. Y que busque la manera de que en su ciudad esa forma de movilidad tenga el máximo de garantía y con ese sólo hecho va a ver cómo resuelve los principales problemas y consigue el máximo de electores.
¿Qué le diría a un niño o niña?
Que… (largo silencio)… Es muy difícil, estaba pensando decir que no todo está perdido, que muchos todavía estamos peleando porque este planeta sobreviva y que ellos tengan un mañana, pero es un mensaje demasiado dramático para un niño. Uy! Muy difícil, muy difícil. Me complica eso (risas).