La Caída libre…, de la economía mundial y del fundamentalismo del mercado

La Caída libre…, de la economía mundial y del fundamentalismo del mercado

– Edición

Por David Foust Rodríguez

El 15 de septiembre de 2008 es la fecha de la caída libre de la economía estadounidense, que trajo consecuencias mundiales, y también de las ideas de que los mercados se regulan solos al ser sistemas que funcionan perfectos o cuasiperfectos.

El tema lo aborda de manera profunda Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, en su obra Caída Libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial, libro editado por Taurus/Santillana este 2010.

Para los fundamentalistas del mercado, señala el autor, ese quiebre histórico en las finanzas mundiales es tan significativo como para el comunismo la caída del muro de Berlín. Sin embargo, igual que la Toma de la Bastilla no es la Revolución Francesa, la caída de Lehman Brothers es sólo una fecha simbólica.

Stiglitz sostiene que había síntomas claros desde agosto de 2007 de lo que ocurriría un año después, pero las voces críticas no fueron escuchadas; y no sólo la suya, tampoco las advertencias de Paul Krugman, entre otros.

Afirma el libro que, al menos hasta la fecha de impresión, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama había emprendido reformas para “salir del paso” (p. 64), y que de no instalar cambios más profundos se regresará al mismo sistema que generó la burbuja inmobiliaria y la crisis.

El problema no es sólo financiero, advierte Stiglitz, “el estilo de vida americano es insostenible” (p. 335), y esto nos puede servir de advertencia en México pues nuestra “estrategia de desarrollo” se parece mucho a la de Estados Unidos y tenemos problemas estructurales muy similares, empezando por una economía dependiente de la vecina del norte y otros muchos males: consumo sostenido por las tarjetas de crédito que encubren la desigualdad de ingresos, asimetrías y desequilibrios regionales graves, entre otras cosas.

Reconoce Joseph Stiglitz, en los últimos capítulos de su libro, que China ha aventajado a Estados Unidos en varios ámbitos y que el sistema económico norteamericano debe reestructurar no sólo la economía, sino revertir el “déficit moral” y atender los graves retos del cambio climático, la débil demanda agregada global, las pensiones de los baby boomers, la seguridad social y la reforma del sistema de salud.

Desde mi perspectiva, una de las lecciones más relevantes es que en las crisis los activos reales (las fábricas, los edificios, los vehículos, los puentes, etc.) no se pierden, lo que se confunde es quiénes son los dueños y quiénes deben pagar las consecuencias. Y en estos puntos conviene actuar con calma y con pleno respaldo democrático. Las crisis pueden ser una oportunidad para desbaratar enormes intereses creados o para reforzarlos. Hasta ahora, la respuesta a esta crisis ha reforzado la concentración y la desigualdad a un grado sólo rebasado por las privatizaciones en Rusia (pp. 245-246).

Aprovechando la atención que capta su libro, el Nobel de Economía nos da lecciones de ciencia económica. Recomiendo leer las notas al pie que tienen explicaciones muy claras de conceptos complejos como “titulización” o “derivados” e información que espeluznaría al mismo Stephen King.

Sostiene el autor que las ideas que suponen que los mercados se autocorrigen o que el desempleo es voluntario han sido contundentemente desmentidas por la realidad, en especial en torno a los mercados (cuasi) perfectos y la poca importancia de las asimetrías en la información. Pone énfasis en la importancia de alinear los incentivos para que en verdad los intereses privados y sociales coincidan o al menos no haya incentivos perversos que después sea difícil revertir, como estimular (por omisión) la autorización créditos hipotecarios a personas sin ningún tipo de ingreso o empleo, o el “riesgo moral” en el que cayó Estados Unidos al hacerle sentir a los grandes bancos que no iban a quebrar, sino que se les rescataría… ¡y luego se les rescató! Estos estímulos van conformando fuerzas económico-políticas poderosas que ejercen presión y distorsionan los mercados a su favor. Paradójicamente, es la izquierda la que pugna por la perfección de los mercados (véanse los capítulos 7 y 9, especialmente).

Caída libre es una reivindicación del estatus científico de la corriente desde la que escribe Stiglitz, pero de pasada salva muchos aciertos del análisis marxiano, como el riesgo de infrautilizar los activos reales en beneficio de la especulación financiera, la gravedad de la desigualdad de riquezas e ingresos y la recurrencia de las crisis en el capitalismo.

Enfatiza la necesidad de regular los mercados financieros y de retomar el rol social del Estado en la economía pero, más allá, en la necesidad de revertir el “déficit moral” (p. 324) y visualizar una nueva sociedad (capítulo 10).

Los últimos capítulos del libro son de un optimismo un poco incoherente con su insistencia en la importancia de los incentivos. Finalmente, ¿qué incentivos tendría Estados Unidos para promover el multilateralismo o la vigencia real del orden jurídico internacional? (p. 281).

Pero el final no debe confundirnos; se trata de un gran libro, con mucho impacto en Estados Unidos y el mundo. No podemos atribuir a Stiglitz la gran reforma del sector financiero estadounidense de julio pasado, pero tampoco podemos negar el peso que seguro tienen las opiniones del ex jefe de asesores económicos de Bill Clinton en los políticos y en los votantes estadounidenses. Estas reformas recientes parecen ir por buen camino: regulación del sector financiero para impedir que las grandes firmas asuman riesgos incontrolables, exigencia de mayor liquidez y solvencia para los grandes bancos de inversión; monitoreo y transparencia del sector; promoción de reglas globales para los mercados financieros; mayor autoridad para proceder a reestructuraciones si es necesario (es decir: quiebras en lugar de rescates); etcétera.

Sin embargo, los grandes retos que Stiglitz enumera siguen ahí: desequilibrios en la relación consumo-comercio-financiamiento entre Estados Unidos y China (los gringos consumen de más y los chinos consumen de menos); necesidad de reestructurar el sistema internacional de reservas y el de gobernanza global; mil millones de personas que sobreviven con un dólar al día, y creciente desigualdad; calentamiento global; y el rediseño de Estados Unidos como país y como “líder del mundo libre”.

2 comentarios

  1. Entiendo que el libro se basa
    Entiendo que el libro se basa en EUA. Me dan ganas de leerlo por lo que se dice en la reseña y porque considero es importante para México por la relación comercial, geográfica, cultural, etc con EUA.. Simplemente el 85% de nuestras importaciones provienen de EUA.
    Sin embargo la economía en México se mueve de manera diferente a la de EUA pues en México la mueve básicamente la industria de la construcción y otras 3 a lo mucho, sin olvidar que México es un país manufacturero y lamentablemente el principal Modelo de Exportación que hemos adoptado es el de la mano de obra barata.
    Por último, me quedo con un sabor de boca un poco amargo por parte de Stiglitz, por hacer un libro sobre esto. Si bien no se le esuchó en el 2007 cuando advirtió sobre la caída, no entiendo porque hace un libro sobre el mismo tema ya que pasó

    ¿Necesitabamos escuchar esto de un ganador del premio Nobel?

  2. ¿Necesitabamos escuchar esto
    ¿Necesitabamos escuchar esto de un ganador del premio Nobel?
    tu solo te das la respuesta, si no a un premio nobel a quien debemos escuchar, entonces a quien?

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