Jorge Ibargüengoitia: lo que habría sido
José Israel Carranza – Edición
¿Qué habría escrito Jorge Ibargüengoitia delante de las gansadas de Vicente Fox, por ejemplo? ¿Cómo le habría ido a Salinas? ¿Qué habría pensado del actual ocupante de la silla presidencial?
A los lectores de Jorge Ibargüengoitia nos pesa, además de su muerte prematura, la imaginación de lo que pudo haber hecho en los años transcurridos desde el avionazo en Madrid en 1983: seguramente más novelas tan buenas como las que alcanzó a dejar, pero además, en su papel de columnista periodístico, una lectura inmejorable de la transformación de México en las pasadas tres décadas. ¿Qué habría escrito delante de las gansadas de Vicente Fox, por ejemplo? ¿Cómo le habría ido a Salinas? ¿Qué habría pensado del actual ocupante de la silla presidencial?
Porque hay que tener en cuenta, además, que el tiempo en que Ibargüengoitia desplegó su elegantísima sorna no era ciertamente el óptimo para que cualquiera dijese lo que le parecía y lo que no: con una prensa amarrada por el monopolio del Estado sobre el papel, con el PRI en su penúltimo esplendor —que empezarían a emborronar los sismos de 1985— y en una sociedad que básicamente opinaba lo que le indicara Jacobo Zabludovsky, toda crítica era susceptible de verse acallada por las buenas o por las malas, o, de perseverar, tendía a verse como sedición. E Ibargüengoitia, sin ser del todo un crítico sedicioso, sí comportaba un escepticismo agradecible y reconfortante que, por lo menos, lo caracterizaba como un disidente del desfiguro cotidiano y de la estupidez imperante. Ya fuera que su tema consistiera en la conducta de los políticos o en la de su sirvienta (Eudoxia, figura imborrable para los ibargüengoitianos de corazón), encaraba con resignada ironía la tarea necesarísima de explicarse lo inexplicable, y a la inteligencia que poseía para detectar las señales más conspicuas (y por ello a veces irreconocibles) de nuestro desfiguro cotidiano debemos algunos de las nociones más lúcidas para acercarnos a averiguar por qué somos como somos y por qué estamos como estamos: pocos títulos tan afortunados como Instrucciones para vivir en México, una de las compilaciones de sus artículos que, para nuestra suerte, siguen circulando y tienen plena vigencia.
A cambio de lo que dejó de hacer (¿qué sería si hoy lo tuviéramos tuiteando, si pudiéramos leer su blog, si lo hubieran entrevistado a raíz del encarcelamiento de Elba Esther?), tenemos, claro, sus libros: de las mejores piezas de la literatura mexicana del siglo XX. Pero, ¡qué falta ha hecho y seguirá haciendo!