El terremoto de Haití y la sismicidad de Guadalajara
Salvador Lazcano Díaz del Castillo – Edición
De izquierda a derecha, la casa del general Corona y del colegio Luis Silva (Morelos esquina Mariano Bárcenas), apuntalados por daños de los temblores de 1912.
Por Salvador Lazcano Díaz del Castillo*
El 12 de enero del presente año se cumplieron dos años del terremoto de Haití, una de las más grandes tragedias humanitarias de los últimos años. Bastaron sólo unos 30 segundos de movimiento telúrico para que murieran más de 300,000 personas. Más de 200,000 viviendas colapsaron o quedaron con daños fuertes, lo que ocasionó que alrededor de un millón y medio de personas quedara sin hogar. Igualmente, 80 por ciento de las escuelas y 50 por ciento de los hospitales fueron destruidos o fuertemente dañados. Se perdió el 60 por ciento de la infraestructura administrativa y económica… Esta catástrofe fue fruto del terremoto, si, pero en combinación con la pobreza, marginación, injusticia, gobiernos corruptos y sanguinarios que han deambulado por siglos en ese país, constituido principalmente (95 por ciento) por descendientes de negros africanos, que fueron arrancados de sus tierras para trabajar como esclavos en América.
Irónicamente todo esto pasó a pocas horas de vuelo de los principales centros de investigación de ingeniería sísmica. Pero hasta antes del terremoto del 2010 en Haití no se le daba mayor importancia al diseño estructural sismo-resistente, e incluso en las carreras de ingeniería civil de las pocas universidades de Haití, ni siquiera se impartía la materia de ingeniería sísmica. También, irónicamente, una vez que ocurrió el temblor, los famosos centros de investigación se pusieron manos a la obra para estudiar lo ocurrido mediante las técnicas más modernas. Espero que como fruto de esas investigaciones, los haitianos sean los más favorecidos para que eso no vuelva a ocurrir.
Puerto Príncipe ya había sufrido destructores terremotos en 1751 y 1770. Pero para bien y para mal somos muy dados a olvidar pronto, y más cuando pasaron 240 años de relativa calma sísmica. Por otro lado, ha sido cruenta la lucha por la sobrevivencia de ese pueblo, que cometió la osadía de derrotar al ejército napoleónico e independizarse así de Francia en 1804, siendo con ello el segundo país de América en lograr su independencia. Pero tuvieron que pagar esa osadía sufriendo por mucho tiempo bloqueo económico y comercial de Estados Unidos y Europa.
Foto de http://www.noticiassin.com
Un minuto de silencio por las víctimas de Haití lo considero un sinsentido. Por eso prefiero escribir estas líneas para recordar la tragedia del 2010 e invitarnos a trabajar para que eso no se repita, no solo “allá en Haití”, sino en nuestro medio.
Guadalajara está cumpliendo 470 años, y no debemos olvidar que se localiza en una zona sísmica. Las torres de Catedral son indicadores de la sismicidad de la región. Las actuales se construyeron entre 1851 y 1854; las anteriores se colapsaron en el terremoto de 1818 y a su vez éstas habían sustituido a las dañadas en un sismo en 1807. Se sabe que entre 1651, cuando la Catedral contó con su primera torre, y 1773, hubo dos pares de torres que se cayeron a causa de temblores, quizá en combinación con daños estructurales por rayos que las golpearon. Así, en 361 años de historia de las torres, nuestra Catedral ha tenido cinco pares diferentes, siendo las actuales las más longevas (158 años).
La fuente sismo-genética de mayor actividad en la región es la zona de subducción frente a las costas de Jalisco y Colima, en donde ocurrió en 1932 el terremoto de mayor magnitud (8.2) en la República Mexicana durante el siglo XX. En la misma región ocurrieron los terremotos de 1995 y 2003. Sin embargo, el peligro sísmico mayor para Guadalajara está asociado a la actividad telúrica de fallas cercanas (intra-placa), que pueden generar sismos con epicentros tan cercanos como pocas decenas de kilómetros. Hay un terremoto intenso y poco conocido que posiblemente tuvo su epicentro en las cercanías de Zacoalco, el año de 1568. Éste causó fuertes daños en las nacientes poblaciones del centro del Estado; en Cocula murió el fraile fundador de la población al colapsarse el convento en donde vivía. También, en 1875 hubo un temblor importante con epicentro en la barranca del río Santiago, por el rumbo de Magdalena. Este terremoto ha sido quizá el sentido con mayor intensidad en la historia de Guadalajara.
Finalmente quiero referirme a un período de actividad sísmica, con temblores leves a medios pero frecuentes, que ocurrió de mayo a septiembre de 1912, hace justo cien años. Este llamado “enjambre” de temblores tuvo posiblemente su origen en una falla geológica localizada en la barranca del río Santiago, a pocos kilómetros al norte de la ciudad. Causaron daños en algunas edificaciones de Guadalajara y pánico entre sus pobladores. Algunos optaron por dormir en tiendas de campaña que colocaron el el actual Parque de la Revolución y otros parques, pero la psicosis llegó a tal grado, que algunas personas se fueron a acampar por el rumbo del cerro de la Reina en Tonalá, ya que se corrió el rumor de que los sismos eran premonición del colapso de una gran caverna sobre la cual estaba la ciudad.
Casas de campaña colocadas en el Jardín Escobedo (actual Parque de la Revolución), en donde dormía la gente por miedo a los mismos temblores de 1912.
Gracias al enjambre de temblores de 1912 y al entusiasmo del padre Severo Díaz Galindo, Guadalajara contó en aquel año con la primera estación sismológica en el Parque de San Rafael, al oriente de la ciudad. De esa manera, fue una de las ciudades pioneras en el mundo en contar con un sismógrafo, a menos de veinte años de haberse empezado a fabricar estos equipos.
Es interesante mencionar que el Instituto Geológico de México realizó una investigación detallada de los temblores de 1912, e incluso se publicó un extenso documento, en donde, entre otras conclusiones, se menciona textualmente: “Con esto queda comprobado una vez más cuan errónea es la idea que tienen muchas personas, contra todas las conclusiones deducidas en otras partes por los seismologos, a costa de dolorosas experiencias, que la capa de sedimentos sobre la que está la ciudad de Guadalajara le sirve de colchón amortiguador contra los choques”. Y a cien años sigue siendo popular el mito del “amortiguamiento” del suelo de nuestra ciudad.
Y así han pasado los años. Ya queda poca gente que le tocó vivir el terremoto de 1932, y mucho menos la que vivió la psicosis telúrica de 1912. Pero para no ir muy lejos, pocos recuerdan el terremoto de 1995, o el de 1985 y menos el de 1973, que dañó varias construcciones, entre ellas el campanario del templo de la Merced. Pero por otro lado, Guadalajara ha tenido un explosivo crecimiento en las últimas décadas. Los tipos de edificaciones han variado, así como los terrenos sobre los que se han construido. Por eso, es muy importante que no olvidemos que vivimos en una zona sísmica; es muy importante que nos actualicemos con las investigaciones y experiencias de terremotos recientes en nuestro país y en diferentes partes del mundo; es muy importante que no escatimemos en la seguridad de las estructuras. Vivimos en una época en que hay gran facilidad para mantenernos actualizados con los conocimientos. Es negligencia no hacerlo y mayor negligencia no poner en práctica esos conocimientos.
Trabajemos por una Guadalajara que sufra lo menos posible cuando algún sismo intenso sacuda a su suelo, a sus edificaciones, a sus habitantes… Se lo merece nuestra ciudad y nos lo merecemos todos los que aquí vivimos.
2 comentarios
El artículo me parece bueno,
El artículo me parece bueno, para que todos los ingenieros y arquitectos recordemos y seamos profesionales.
Excelente artículo. Soy
Excelente artículo. Soy corresponsal freelance para Associated Press Television News y para Al Jazeera, y he cubierto desastres desde hace un rato.
Muy poca gente pone este tipo de información cuando reportan desastres.
Creo que artículos como este deberían leerse en las clases de periodismo.
Escíbeme Inge. Platiquemos.
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