“El miedo nunca conquistó derechos”

“El miedo nunca conquistó derechos”

– Edición

Fotos y videos: Fabián Ramírez

 

La crisis económica en España ha provocado que el gobierno del presidente Mariano Rajoy decrete una reforma laboral. Ésta divide las opiniones de la población: por un lado, hay quienes consideran que es necesaria para crear empleos, aunque sean temporales y no se tengan todos los beneficios que, hasta antes de la reforma, contemplaba la ley. En la otra cara de la moneda están los que creen que la reforma trae condiciones precarias: se recortan sus derechos y aumenta los privilegios para los empresarios, como la facultad para despedir al personal sin la obligación de dar una indemnización. El descontento social aumenta de cara a los 100 días del nuevo presidente de derecha, emanado de las filas del Partido Popular (PP), no sólo por dicha reforma, sino también por los recortes presupuestarios a los ministerios de Cultura, Educación y Sanidad. La gente ve con temor que los servicios públicos se reduzcan ­–privatización de hospitales o el transporte público–, que se dé una reducción en el monto de las pensiones o que se termine el subsidio por desempleo. Quienes están en contra de esta reforma laboral salieron a las calles de diferentes ciudades el pasado jueves 29 de marzo (29M).

 

Los días previos

El martes anterior al 29M, en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) se respiraba el olor a huelga. Una noche antes los estudiantes habían “tomado” varias facultades del campus Canto Blanco. Habían cenado y dormido en los edificios de la escuela luego de que acordaran las acciones que harían en la huelga general, organizada por los mayores sindicatos de España: el de la Unión General de Trabajadores (UGT) y el de Comisiones Obreras (CCOO). Aun cuando se sumarían a las movilizaciones, no todos los estudiantes ahí reunidos respaldaban que la manifestación fuera encabezada por estos gremios, pues consideran que son un actor social y político desgastado, con poca credibilidad y prestigio social, en el que desconfían. Según los alumnos, los sindicatos se han preocupado muy poco por el desempleo que padece el 50.5 por ciento de los jóvenes (alrededor de un millón 655 mil menores de 25 años) que no han encontrado trabajo, según estadísticas de la Comisión Europea.

El jueves 22 de marzo, en la UAM, estudiantes que integran el movimiento Juventud sin Futuro organizaron una charla-debate sobre los motivos para participar en la huelga. Al finalizar el acto, Isabel, estudiante de la licenciatura en filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, expuso la posibilidad de que esta huelga no sería del todo pacífica, ya que el gobierno español anunció que pondría todas sus fuerzas de seguridad. “Vamos hacer todo lo posible porque Madrid esté paralizada ese día, pero todo será en función de cómo actúe la policía”.

Los profesores, personal administrativo y de servicios generales también tuvieron una sesión informativa. El viernes 23 de marzo, en el salón de actos del edificio de rectorado de la UAM, se reunieron para explicar que la reforma laboral incluye políticas de austeridad y recortes en las prestaciones sociales básicas del estado de bienestar, como la educación, la sanidad y el acceso a la vivienda. También se habló de cómo afecta a la comunidad universitaria la reforma laboral. Antonio Baylos, catedrático del Derecho del Trabajo de la Universidad Castilla La Mancha, mencionó la necesidad de no dejarse intimidar por los mensajes que emitían los medios de comunicación para desestimar la huelga e inhibir a la población a que se uniera a las manifestaciones. “Los medios quieren invisibilizar nuestros espacios para discutir libremente las soluciones posibles para salir de esta crisis. Están usando palabras como despilfarro para que la población se crea culpable de la crisis, o corrupción para que creamos que es necesaria esa reforma”.

Escritores, actores, académicos y personal universitario, así como profesionales de las artes, la cultura y el entretenimiento, se reunieron en el Ateneo de Madrid (un teatro para unas 300 personas en el Barrio de las Letras) para expresar su apoyo a la huelga general. A través de un video, grabado en Buenos Aires, Argentina, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat animaron a los reunidos a luchar contra los ajustes que el gobierno implementó a las leyes del trabajo. Estos respondieron con fuertes e intensos aplausos.

Por las calles de Madrid se sentía la cercanía del 29M. Dos semanas antes, en las fincas y espacios para fijar anuncios y publicidad, ya figuraban los carteles que invitaban a hacer huelga: “El Miedo nunca conquistó derechos. 29M Huelga General”; “Se responsable, haz huelga. Por mí y por todas mis compañeras”, se leía también afuera de teatros, bares y restaurantes, así como en los postes y demás mobiliario público.

Al esperar el autobús, al caminar por la calle, al viajar en metro o tren, se escuchaba hablar sobre este tema. Conforme pasaban los días y se acercaba el jueves 29M, era más común enterarse de conversaciones sobre la crisis, el desempleo y la huelga. “El gobierno ha decidido reducir los salarios a como mejor les convenga a los empresarios y abaratar la mano de obra en España. Quieren competir contra el sector de servicios de China para atraer más empleos, y así reducir la tasa de parados (desempleados)”, argumentaba una mujer mientras hablaba por su teléfono celular. “Pero tío, ¿quién va a querer esas condiciones de trabajo?”, le preguntó a su interlocutor antes de decirle que ella no iría a trabajar al día siguiente para hacer huelga.

 

Rumbo a las manifestaciones. La caída del 28M y el principio del 29M

“Inútil, injusta, ineficaz. No a la Reforma Laboral. Quieren acabar con los derechos de los trabajadores, con todo”, se leía en la lona de fondo del escenario que se montó para el pronunciamiento de los sindicalistas. A las 20:30 horas del miércoles 28 de marzo, la plaza pública Puerta del Sol estaba llena de personas que levantaban banderines rojos con las iniciales de los organizaciones: CCOO y UGT. Los agremiados querían mostrar su músculo para que la población en general, tanto trabajadores, como desempleados, estudiantes y jubilados, se uniera a las manifestaciones que iban a comenzar a la media noche, en los primeros minutos del 29 de marzo.  

Ignacio Fernández Toxo, líder del CCOO, alzó la mano con un periódico. Mostró la portada del diario ABC (de ideología conservadora y simpatizante del gobierno del presidente Mariano Rajoy), que adelantó unas horas su edición del jueves. “La Reforma Laboral es vital para la recuperación”, se leía en su titular principal. El sumario decía: “El ministro de Economía ve motivos para el mejoramiento, ‘el año que viene España crecerá”. Fernández Toxo denunció lo que consideró un sesgo informativo y tendencioso para contrarrestar la presencia de la gente en las calles al día sucesivo. Los presentes respondieron con rechiflas e hicieron sonar silbatos y cornetas.

Casi eran las 22:00 horas y se anunciaban 30 mil “piquetes” en toda la nación española, una serie de manifestaciones con el objetivo de informar a la población sobre la Huelga General que comenzaría en unas horas y para invitarlos a no acudir a sus lugares de trabajo. Algunos se retiraron y caminaron rumbo a la Plaza de Cibeles, donde a la media noche saldría un contingente rumbo al centro de Madrid.

Otros se dirigieron al auditorio del CCOO. Después de una entrevista en vivo para un canal de televisión local, Ignacio Fernández Toxo y once personas más caminaron pacíficamente unos cuatro kilómetros hacia las oficinas del sindicato. La noche no les resultaría sencilla. La policía los desvío para impedir que pasaran por el Banco General de España y por uno de los hoteles más exclusivos de la zona. Continuaron su andar. A unas cuadras se encontraron con otro retén que les prohibió seguir. La calle se conectaba con el Congreso de los Diputados, lugar que se protege ante cualquier manifestación, argumentaron los policías. Al mismo tiempo pasaba por el lugar un grupo de jóvenes que se dirigía a un restaurante. Los policías les permitieron el paso, lo que calentó los ánimos de los inconformes. “¿Por qué ellos si pasan?”, preguntó con coraje una mujer. “Porque ellos son turistas”, contestó un agente. Ella arremetió: “¿Entonces ahorita te hablo en inglés, dejo el banderín y me quito las calcomanías para que me dejes pasar, no?”. Enojados y sin poder hacer más ante las órdenes que decían cumplir los policías, por fin llegaron a su destino.

De las oficinas del CCOO salieron decenas de personas agrupadas que se dirigieron a diferentes puntos de la ciudad. A partir del primer minuto del jueves 29 de marzo impidieron que autobuses salieran de sus terminales para prestar el servicio de transporte nocturno. Mientras todo esto sucedía, jóvenes estudiantes y desempleados que se reunieron fuera de la estación Antón Martín, del Metro, empezaron su manifestación. Al sonido de las consignas “Únete, no nos mires” y “Que no, que no, que no tenemos miedo”, unos 300 manifestantes caminaban hacia el Museo Reina Sofía. Marco, Guillermo y Fabio cargaban tres banderas de plástico. “Sin miedo”, “Stop recortes” y “Sin casa” se leía en cada una.

Algunos jóvenes llevaban cubierta la cara. No confían en todos los fotógrafos, sospechan que puede haber policías infiltrados en el contingente. Temen ser identificados a través de las cámaras de vigilancia de algunos establecimientos. Iban preparados con botes de pintura en aerosol y plantillas. En las paredes dejaron pintadas las leyendas “El miedo nunca conquistó derechos”. Todos estaban convencidos de que la Reforma Laboral que ha decretado el gobierno español va en contra del nivel de calidad de vida al que sus padres, o los mayores a ellos, han estado acostumbrados, y que “fueron conquistados a través de la lucha social”. Karen explica que con dicha reforma los jóvenes quedan desprotegidos por la ley y, en cambio, las empresas se aprovechan del hecho de que son jóvenes recién egresados de las universidades y que buscan su primera experiencia laboral. “Ahora las empresas pueden contratar a alguien por un salario de 300 o 400 euros y mantenerlo con un contrato de becario hasta por seis meses, cuando el salario mínimo al mes es de 641 euros”.

A Manolo no le parece justo que el tiempo de prueba en las empresas se prolongue, pues ahora éstas cuentan con el derecho de dar empleo hasta por cuatro meses sin un contrato definido y sin prestaciones. “Además, las empresas con disminución de ingresos o ventas durante nueve meses consecutivos pueden despedirte con una indemnización de tan sólo 20 días”, dice.

Al pasar por un restaurante McDonald’s, los indignados gritaron consignas en contra de la empresa y de los comensales. En los cristales de las ventanas pegaron calcomanías que decían “Cerrado por Huelga General” y “Esta empresa se aprovecha del recorte de tus derechos”. Los estudiantes alentaron a los trabajadores a cerrar y unirse a la huelga, pero su voz fue ignorada. La gente siguió comiendo hamburguesas.

El grupo, liderado por una mujer, siguió caminando por la avenida Paseo del Prado, una de las calles madrileñas más concurridas a diario por cientos de turistas. “Hoy somos estudiantes, pero mañana seremos trabajadores, los derechos que hoy se pierdan serán muy difíciles de recuperar”. Vestida con jeans, sudadera negra y alzando una banderola con la frase “sin miedo”, Fátima responde cuando se le pregunta por los motivos para unirse a la huelga en contra de esta reforma.

En la zona centro, donde se unen las calles Alcalá y Gran Vía, se unieron en un grito masivo los reclamos de estos centenares de jóvenes y de un grupo de unos 800 trabajadores, y sus familiares, miembros de los sindicatos UGT y CCOO. “Huelga, huelga, huelga general” y “Hacía falta ya una huelga, una huelga, hacía falta ya una huelga general”, eran los gritos que atraían las miradas de turistas y provocaban que detuvieran su andar aquellos que se disponían a disfrutar la noche en los bares y discotecas de los tradicionales barrios de Chueca y Malasaña.

Conforme avanzaban por la Gran Vía, los manifestantes se encontraban con bares y restaurantes abiertos. A sus gerentes, les repudiaban que siguieran trabajando y que no dejaran unirse a la huelga a sus empleados. Algunos otros comercios prefirieron cerrar puertas y bajar cortinas. O ambas cosas. Burger King no se anticipó. Un hombre que resguardaba la puerta tuvo que enfrentar los gritos de unos cinco jóvenes que le exigían dejar su puesto como personal de seguridad privada. “A ti también te están robando, qué no te das cuenta”, le dijeron. Los comensales empezaron a salir rápidamente. El hombre se quedó callado. “Cierra el negocio, estamos en huelga”, gritaban. La gerente del restaurante salió y discutió con los inconformes. Los ánimos subieron. Un señor de unos 45 años trató de tranquilizar a ambas partes, pero sus palabras fueron inútiles. Al final los chicos dejaron una bengala que desprendía gas rojo en la entrada del restaurante.

Aunque por ahora los jóvenes que encabezan a los alumnos de la UAM en contra la reforma laboral no se sienten “tan afectados” de manera directa por los cambios al régimen jurídico del trabajo, dicen estar hartos de un sistema económico capitalista desgastado no sólo en España sino en Europa, y que, por lo tanto, en el futuro inmediato, cuando busquen trabajo, se encontrarán con un panorama precario para ejercer su profesión, en donde las empresas los contraten bajo condiciones que sólo benefician a las industrias y que deja mayores ingresos a los empresarios, sin considerar el bienestar de los trabajadores. “Por nueve días que faltes al curro (al trabajo) durante todo el año te pueden despedir, aunque las bajas estén justificadas por enfermedad. Da igual si te pegan un par de gripes o tienes un esguince”, explicó Gisela, estudiante de psicología en la Universidad Complutense de Madrid, mientras cambiaba las pilas del megáfono.  

Tanto los cajeros automáticos que están montados en las paredes como las fachadas de las oficinas bancarias quedaron pintados con las leyendas “Ladrones”, “Nos roban”, “Culpables” y con calcomanías en las que se leía “Este banco estafa, engaña y echa a la gente de su casa” o “Cerrado por Huelga General”, pues un gran sector de estos indignados considera que parte de la crisis por la que atraviesa España es responsabilidad de bancos como Santander, BBVA y La Caixa. Los cristales de los escaparates de las tiendas de ropa también quedaron con calcomanías que hacían parecer como si los maniquíes también estuvieran en huelga: de repente se convirtieron en una analogía de la palabra “parado” y entonces su estática cobraba otro sentido.

 

El 29M. “Ni un paso más, contra la Reforma, Huelga General”

El centro de Madrid amaneció el 29 de marzo con volantes y calcomanías regadas en el piso. Decenas de comercios no abrieron. En sus puertas y cortinas pegaron hojas blancas en las que anunciaban el cierre de ese día porque se habían unido a la huelga general. Los teatros y cines de la avenida Gran Vía habían dejado solas sus taquillas. Por las calles se veía a la gente andar con tranquilidad, sin el paso apresurado con el que se camina a diario por Madrid para llegar a tiempo al trabajo o la escuela.

Al medio día los sindicalistas declararon ante los medios que las manifestaciones en la madrugada del 28 de marzo se habían desarrollado de manera pacífica. Daban a conocer que en ciudades como Andalucía o Barcelona entre un 70 y un 90 por ciento de la población trabajadora había dejado sus actividades. Auguraban que un gran número de personas se uniría a la manifestación que partiría a las 18:30 horas de la Glorieta Cibeles hacia Puerta del Sol, en el centro de la ciudad.

A las 14:30 horas la gente disfrutaba del Sol en dicha plaza. Algunos, sentados en el piso, comían y bebían. Aquello empezaba a parecer un campamento, pero sin pasto ni árboles que después los cubrieran de los rayos ultravioleta. El ambiente era similar al de un domingo, el día que más concurrida está la zona, pero también se asemejaba a una noche de fiesta de viernes o sábado, cuando se acostumbra tomar cerveza sin que la policía se acerque a decirte que no está permitido. Mientras, los migrantes indios aprovechaban el día caluroso para vender agua embotellada.

A unos cuatro kilómetros del centro madrileño, en la plaza Lavapiés, del barrio que lleva el mismo nombre, unos 200 jóvenes comían sentados en el piso al aire libre. Eran las 15:30 horas. Cada uno cocinó algo en su casa y lo llevó para compartir. Ahí mismo también estaba un grupo de mujeres que hacen “huelga de cuidados”. Ellas trabajan en hogares donde su labor es asistir a algún enfermo, en su mayoría a ancianos, algunos en etapa terminal, mientras sus hijos están ausentes de casa porque van a trabajar. Se quejan de que sus condiciones laborales son aun peores de aquellos que trabajan en empresas, pues ellas lo hacen sin contrato, sin seguridad social, sin prestaciones como prima vacacional o aguinaldo, porque el hecho de ser migrantes y estar en España sin un permiso de trabajo las deja más vulnerables a que sus derechos sean violados.

 “Y obreros y estudiantes, unidos adelante”, gritaba otro grupo de jóvenes en contra esquina de la Plaza Lavapiés. Enfrente, afuera del supermercado Carrefour, otros habían transformado sus pensamientos en una consigna sonora y rítmica para bailar. “Esta reforma la vamos a parar, cerraremos tiendas, marcharemos juntos, mientras esto dure no hay ningún futuro, ven a la huelga, a la huelga general”, eran las frases que cantaban, bailaban y aplaudían, mientras unos 20 jóvenes bloqueaban sentados la entrada a Carrefour e invitaban a la gente a no realizar compras y a unirse a la “huelga de consumo”. Los vecinos miraban.  

“La nueva reforma laboral permite que te bajen el sueldo. Le empresas pueden cambiar de un día al otro cuántos pavos (euros) te pagan si alegan que lo hacen para mejorar su competitividad, su productividad o su organización. Ésta es una estafa acordada entre los grandes empresarios que mandan en España y los políticos de derecha”, afirmó Raquel, estudiante de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Más tarde, un grupo de jóvenes llegó con banderas rojas y calcomanías con las iniciales PCPE (Partido en Contra de la Políticas de España). Luego de gritar “que viva la lucha de la clase obrera” con un megáfono, pidieron a uno de los dos policías que hiciera huelga. “Abandona tu puesto de trabajo, compórtate con un poco de dignidad. Si no te despiden mañana, será pasadomañana por la contra reforma”, le dijeron. Él respondió que no lo hacía porque su esposa está desempleada y por sus tres hijos. “La lucha es el único camino”, comenzaron a exclamar. El policía se movió de la entrada y el gerente, que miraba atento lo que sucedía, le pidió que regresara a su lugar. Los jóvenes pedían a gritos que cerrarán el comercio. No lo hicieron sin la orden del gerente. De pronto dos de ellos se montaron en otros dos, se acercaron a la cortina y la bajaron. Se retiraron alzando las manos con el puño cerrado y diciendo: “Que viva la lucha de la clase obrera”.

Mientras esto sucedía en Lavapiés, y otras acciones de activistas se daban en diferentes barrios de Madrid, reporteros, camarógrafos y fotógrafos llegaban a la Plaza de Cibeles para captar el momento en que saldría el gran contingente de los sindicatos UGT y CCOO. Una valla humana conformada por unas 22 personas bloqueaba uno de los carriles de Paseo del Prado. Desde la glorieta de la avenida Atocha, a unos cuatro kilómetros de Cibeles, andaban a pie quienes se unirían a la caminata. Unos se ponían detrás de los agremiados; otros ciudadanos, que no querían involucrarse con los sindicatos porque decían no sentirse representados por ellos, ocupaban el otro carril. Cientos de personas salían de las estaciones Atocha, del metro, y del tren que comunica a Madrid con otras comunidades que conforman la zona metropolitana. Otros más llegaban al Banco de España, la estación del metro más cercana a Cibeles. Buscaban un lugar al filo de las banquetas para ver pasar a los grupos de inconformes como si se tratara de un desfile.

Hombres y mujeres de todas las edades llegaron a la fuente de Cibeles. Levantaban y agitaban sus pancartas, cartulinas o cartones con frases como: “Despertemos, protestemos, gritemos. Nuestra voz sirve si la levantamos juntos, actuemos”. “Guantánamo laboral no”. También se leían algunas más creativas como: “Manos arriba esto es un contrato” o “No necesito sexo, este gobierno ya me jode a diario”. Trabajadores y desempleados migrantes, con o sin documentos, estuvieron ahí. “Techo y trabajo sin ser esclavo”, se leía en un cartel impreso con letras negras que Aldo, originario de Perú, traía encajado en su mochila.  Su paisano Miguel traía otro que decía que los recortes salariales significan menos consumo y más “paro”.

Aldo llegó a Madrid en 2005, cuando tenía 32 años, en busca de empleo. Hace dos años dejó la industria de la construcción porque la obra en la que trabajaba se detuvo. Desde entonces se ha movido por Barcelona y Córdoba consiguiendo pequeños trabajos temporales de limpieza y servicios generales en casas y comercios. Ahora está de regreso en Madrid y desempleado. “La veo negra y no sé cómo le vaya hacer más adelante”, dice. Los efectos de la crisis provocaron que dos de sus cinco hermanos ya abandonaran España. Está casado y sin hijos, todavía. “No me quiero imaginar a gente que tiene hijos, que tiene que mantenerlos. Les está yendo del culo a los latinos, muchos ya se han regresado a sus países, sobre todo ecuatorianos, bolivianos y paraguayos”.

Finalmente, a las 18:40 horas salieron los sindicalistas rumbo a Puerta del Sol. La ola de personas recorría unos 12 kilómetros a lo largo de las principales avenidas de Madrid: Alcalá, Paseo del Prado, Gran Vía y Recoletos. Dos camionetas de la policía y dos patrullas estaban enfiladas a lo ancho de la calle Alcalá. Encendieron el motor y arrancaron cuando la valla de indignados del UGT y el CCOO estaban detrás de ellos. Así recorrieron unos tres kilómetros, escoltándolos, hasta que se escuchó una porra que pedía su salida: “No hemos pagado para ser escoltados”, repetían una y otra vez. Las camionetas frenaron en una esquina. Hombres y mujeres se acercaron para pedirles que avanzaran. No lo hicieron. Los banderines rojos se agitaban. “Lo están haciendo para provocarnos, la policía quiere enfadarnos”, dijo una voz masculina. Las rechiflas, silbatos y cornetas sonaban con mayor intensidad. Reclamaban a gritos que salieran de la manifestación. En menos de cinco minutos los automóviles dieron la vuelta. Aplausos, alaridos y descalificaciones a la policía ensordecieron a los que estaban cerca del conflicto. “El pueblo unido jamás será vencido”, exclamaron para despedirlos.

Los ánimos de fiesta en la huelga continuaron hasta llegar a Puerta del Sol. Se escuchaban batucadas que pusieron ritmo a la caminata. Algunos movían los pies, otros brazos, caderas o sólo las manos. La gente sonreía, se mostraba alegre con lo que hacía. El orgullo por la defensa de los derechos laborales se notaba en las calcomanías pegadas en su ropa, en los carteles que levantaban pese al cansancio, en quienes cargaban a sus hijos en los hombros, los llevaban caminando o en carriolas. La huelga se convirtió en un momento de encuentro y recreación más allá de los muros de la escuela o de las oficinas, para actualizarse sobre las vidas de cada cual o para planear las vacaciones de semana santa. Pero también fueron las horas en que se oían historias diferentes, o muy similares, algunas más desafortunadas que otras, de cómo la crisis está afectando sus vidas, en las cosas que han dejado de comprar, en dónde se consigue tal producto más barato, qué sitios web son los más recomendables para buscar ofertas de trabajo. Fue el momento para platicar sobres recortes de presupuesto en las empresas, en los que se preguntaban unos a otros si seguían trabajando en el mismo lugar, el mismo tiempo o más horas, si seguían ganando igual o menos, si ya habían conseguido trabajo o se enteraban de que su amigo o familiar había sido despedido y seguía sin empleo. En los minutos de la huelga se enteraban de quién mejor había decidido migrar a Inglaterra, Alemania o algunos países de Latinoamérica como Brasil o Argentina, en busca de una vida mejor.

Los manifestantes siguieron su rumbo hasta Puerta del Sol. Las calles que desembocan en esta plaza estaban repletas de gente. El caminar se hacía más lento y difícil para acercarse al templete donde los sindicalistas pronunciaban su discurso y el público agitaba sus banderines rojos. Mientras los secretarios del CCOO y el UGT que convocaron a la huelga calcularon la asistencia de un millón de personas, los diarios La Vanguardia y El País estimaron la participación de entre 150 mil y 200 mil personas.

Después de haber entonado el himno español, la mayoría de los concentrados abandonó el lugar. Las cámaras de televisión empezaron a ser desmontadas. Los reporteros subían a las camionetas que transmitían la señal en vivo. Otros, que apenas entraban por la calle de Alcalá, seguían tocando tambores, panderos y silbatos.

Mientras en Madrid los medios informaban que la huelga transcurría sin mayores incidentes, en Barcelona la policía de Cataluña contabilizaba 44 heridos leves, entre ciudadanos y fuerzas de seguridad, derivados de un enfrentamiento entre manifestantes y policías, que chocaron después de la quema de contenedores y una caja con papeles en la entrada de la Bolsa de Barcelona e incendios en establecimientos comerciales. El diario El Mundo y diferentes sitios web, con información de la agencia EFE, daban cuenta del uso de pelotas de goma y gases lacrimógenos.

En la capital española los músicos de la batucada avanzaron hasta el centro de la Puerta del Sol, donde continuaron haciendo ruido en medio de miradas alegres contagiadas por el sonar de los instrumentos. Los rodeaban una veintena de lentes de cámaras digitales, teléfonos móviles o tabletas que capturaban el ambiente de fiesta que se vivía después de una huelga que, por un día, unió a los españoles en la defensa de sus derechos laborales.

MAGIS, año LXI, No. 504, marzo-abril de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de marzo de 2025.

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