El Infierno…Tan lejos del cielo

El Infierno…Tan lejos del cielo

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Al fragor de la visión de El Infierno (2010), la más reciente entrega de Luis Estrada, se explica la exaltación de más de una reacción: del halago emocionado a la reprobación indignada, queda claro que no hay espacio para la indiferencia. Semejantes respuestas dificultan un acercamiento mesurado, desapasionado, pero también ponen sobre la mesa un gran vacío de la cinematografía nacional: ante la ausencia de películas que se ocupen, así sea de refilón, del status quo, ante las nulas y holgazanas ambiciones de refritos inútiles como No Eres Tú, Soy Yo (2010) de Alejandro Springal, una película como la de Estrada ha de convertirse en hito más allá de sus virtudes cinematográficas, de la pertinencia y alcance del comentario que ahí se hace.

El argumento de El Infierno recoge las desavenencias de Benjamín García (Damián Alcázar), quien parte al norte desde su ruinoso pueblo para probar fortuna. Promete regresar por su hermano, pero cuando efectivamente vuelve (y ya es El Benny, y en su habla mezcla español e inglés) ya han pasado 20 años y su “carnal” ha muerto: se convirtió en un temido sicario y fue asesinado de forma violenta. Recién llegado, El Benny se rehúsa a participar en la más lucrativa actividad local, el narcotráfico, pero pronto rectifica el camino y se incorpora a una banda. En el camino conoce las mieles del dinero rápido y se involucra con la que fuera la mujer de su hermano. Pero luego descubre que, como le dice El Cochiloco (Joaquín Cosío), su amigo y compañero delincuente, el infierno está aquí.

 

A semejanza de El Bulto (1992) de Gabriel Retes, se asume que en 20 años el paisaje nacional presenta cambios radicales (como si la realidad mexicana realmente cambiara tanto). Pero a diferencia de la ligereza complaciente de Retes, Estrada muestra que encajar en el “nuevo México” no es tan fácil como una voluntaria renunciación y sí tiene aciagas consecuencias. Así, ante la pobreza ambiente y la falta de oportunidades para acceder al pan nuestro de cada día, no queda más remedio que entrarle al narco. El asunto es trágico, y si en la ruta abundan los balazos (y las cuchilladas, y hasta los cortes con sierra eléctrica) y los cadáveres, Estrada apuesta por la comedia negra (hasta se permite un guiño, poco afortunado, dicho sea de paso, a Fargo de los hermanos Coen) y así consigue si no la identificación con El Benny, sí la simpatía por él. Y así la cinta fluye con ligereza entre la farsa y la burla. Gozoso asunto, pues.

Estrada ofrece una cinta directa, didáctica, oportuna (y oportunista) que explica paso a paso (y en más de una ocasión mediante el diálogo) la crisis nuestra de cada día y que recoge las novedades que presentan las páginas de la nota roja de los diarios (que ya han hecho de ella su página principal: la violencia vende bien). Concibe así un panfleto rabioso que simplifica y esquematiza, que, por ejemplo, endosa a una sola causa la incorporación al narco, que renuncia (acaso involuntariamente) a la profundidad y se contenta con pasearse por la superficie, con mostrar lo que la prensa ya ha exhibido con profuso morbo, restringiendo así la amplitud de la mirada, eliminando la posibilidad del comentario de largo alcance.

Comentarista del sexenio, sexenio tras sexenio, Estrada perpetra una crítica frontal, una denuncia, un reclamo: si en La Ley de Herodes (1999) le tocó a Zedillo y al añejo priísmo todo, y en Un Mundo Maravilloso (2006) los sueños guajiros del presidente con botas aportaron el material para la farsa, el actual presidente, que pretende hacer de México un país de soplones (como dice algún personaje) es el blanco de la rabia de Estrada.

Así las cosas, y como resultado de la complacencia de todos los niveles de gobierno, que obtienen una renta nada despreciable del narco, los símbolos patrios han sido mancillados, bañados en sangre. Y si el jefe del Ejecutivo ha hecho del asunto del narco, el asunto, Estrada también hace de él, el tema pertinente y urgente, el único.

Al final queda la impresión de que El Infierno es una cinta necesaria pero insuficiente. Y un abordaje más tranquilo deja ver que no es una gran película pero tampoco es un fiasco. Y si por momentos es burda y no va más allá del lugar común, también es valiente y certera. Al final queda claro, eso que ni qué, que estamos lejos del purgatorio y aún más del paraíso. No queda, pues, sino aprestarnos a gritar “vivas” por los héroes que nos dieron patria…

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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