Caravana de la Paz. Día 3: El encuentro del norte con el sur
Daniela Pastrana – Edición
Huajuapan de León, Oaxaca.- La mujer en el micrófono habla con la voz entrecortada por los nervios y le faltan palabras en castellano para expresarse. Olvida el nombre del hombre al que vino a buscar y que, parado a un metro de ella, escucha con atención la enésima historia de la tragedia que cruza a este país roto de norte a sur.
“Me siento inútil porque soy una mujer sola y pobre”, dice Socorro Vázquez Zamora, indígena nacida en Huajuapan, mientras relata el viacrucis que ha pasado desde hace tres meses, cuando su hijo desapareció en Matamoros, Tamaulipas.
“Me siento inútil porque no tengo con qué buscar mi hijo y vengo a pedir ayuda al señor… Secilia para que me ayude a buscar a mi hijo… Es el apoyo que le pido a todos: ayúdenme a encontrar a mi hijo”.
La plaza se queda en silencio mientras Javier Sicilia cubre con su abrazo el cuerpo de la mujer, que no rebasa el metro y medio. Debajo del templete, aplaude el regiomontano Roberto Galván, quien se unió al Movimiento por la Paz para buscar a su hijo Roberto, desaparecido hace 8 meses.
En el paso de la Caravana de la Paz por esta región de la mixteca se sintetizan dos violencias: la que ha generado la guerra impuesta por el gobierno federal contra la delincuencia organizada y la violencia estructural, añeja, histórica, contra los pueblos originarios y los luchadores sociales.
Lo define bien Macario García Merino, representante de Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), grupo que ha sido desplazado de su tierra en San Juan Copala, quien en su intervención concluye que “esta guerra de exterminio no es en San Juan Copala, es en todo el país”.
Antes de él habló el sonorense Nepomuceno Moreno, el hombre que después de tocar durante meses las puertas del gobierno estatal y federal en busca de su hijo Jorge Mario, supo del llamado del poeta que caminaría de Cuernavaca a la ciudad de México y con un cambio de ropa y el expediente de su caso bajo el brazo, tomó un avión y se sumó a la marcha.
Nepomuceno cuenta su caso frente a los indígenas de Cherán, de Wirikuta y de San Juan Copala. Lo escucha también Omar Esparza, esposo de Bety Cariño, activista que fue asesinada por paramilitares junto con Tyri Antero Jaakkola.
Luego, los que vienen del norte escuchan de los indígenas historias de otra violencia, la que los ha condenado a la muerte por miseria y corrupción. Una mezcla de historias ajenas unidas por el dolor.
“Más que la caravana de la paz, es la caravana de las conciencias”, dice Domingo San Pedro, vocero del Frente Popular Revolucionario, quizá en una de las definiciones más precisas de lo que este periplo significa para las víctimas que se han sumado al movimiento de Sicilia. “Porque en cada lugar que se para hay gente se siente otra vez esperanza”.