Caravana de la Paz. Día 1: El miedo de los igualtecos
Daniela Pastrana – Edición
Iguala, Guerrero.- En esta ciudad, cuna de la bandera de México, la gente vive con miedo. El paso de la Caravana de la Paz, que encabeza el poeta Javier Sicilia, provoca que los igualtecos se aposten en la entrada de los comercios o se asomen por las ventanas de sus casas para ver pasar a los fuereños que caminan por la calle principal. Algunos saludan el paso de los camiones. Muchos sacan de su bolsillo alguna moneda para cooperar con la causa. Pero pocos hablan y muy pocos llegan al zócalo para denunciar su caso frente al Palacio Municipal.
Lo hace el médico Gabriel Díaz, quien ya sufrió un secuestro y tuvo que dejar su negocio de distribución de medicamentos genéricos. Cuenta que en Ciudad Altamirano ya no hay médicos particulares porque la mayoría han sido secuestrados. “En toda esa zona le están exigiendo cuotas por protección”, asegura este hombre que prestó el espacio para la comida de medio millar de caravaneros que siguen la ruta del sur.
También se presenta Rosario Cabañas, hija del mítico guerrillero Lucio Cabañas, quien cuenta a los reporteros el viacrucis de su familia tras el asesinato de su madre, el 3 de julio pasado. La familia está ahora sin trabajo, sin dinero y sin ayuda de ninguna autoridad. Dos meses después del asesinato, las investigaciones están detenidas, aunque Rosario tiene una sospecha. “Aquí en Guerrero siempre es el gobierno”, dice tristísima.
Los familiares de Daniel Bravo Mota, ex director del penal de Iguala, cuyo cuerpo fue localizado en una narcofosa en Taxco, portan camisetas que ducen: “Sin Justicia no hay Paz. Tenemos nombre”.
“No lloremos por México, luchemos por él”, dice Félix Pita, de profesión taxista, quien narra la historia de su hijo, Lenin Vladimir, a quien el 1 de marzo de 2010 los soldados lo sacaron de la discoteca en la que trabajaba, junto con cinco compañeros. Desde entonces están desaparecidos. “Como duele señores, esto es doloroso”, dice el hombre, que sin embargo invita a los igualtecos a sumarse a la lucha de Sicilia.
Pero ellos prefieren ver pasar la caravana desde sus ventanas.
“Me da coraje que la gente no haya venido”, dice Laura García Orozco, hermana de Francisco Alejandro, compañero de trabajo de Lenin Vladimir y quien, como muchos otros que piden el anonimato, asegura que prácticamente no hay comercio en esta ciudad que no pague una “cuota” por protección, sea a policías o a grupos criminales. “Hay mucho miedo. Antes, en esta plaza a la 1 de la mañana era una plaza viva, con gente caminando, ahora a las 11 de la noche los propios policías te dicen que te vayas a tu casa por seguridad”.