31 Minutos: una televisión nada fome
Édgar Velasco – Edición
Las luces del foro se apagan y los reflectores se posan sobre Tulio Triviño, el famoso conductor del noticiero. Entra la cortinilla y, con su voz aguda, Juanín Juan Harry lanza el grito: “¡Estamos al aire!”. Comienza así una entrega más de 31 Minutos, noticiario de títeres que salió al aire en marzo de 2003 en Chile y que pronto se abrió las puertas en prácticamente toda América Latina. Aunque sólo se hicieron tres temporadas de la serie de televisión, sigue siendo pretexto para que Pedro Peirano y Álvaro Díaz, sus productores, sigan hablando de ella y sean invitados a diferentes espacios. Y no es para menos: la serie dio pie a tres discos, un especial de Navidad, una entrega para un Teletón y una película, además de invitaciones para campañas de la UNICEF.
En esta ocasión, Peirano y Díaz fueron invitados por los organizadores de Dsemboca, encuentro entre estudiantes y profesionistas enfocado en las áreas de comunicación, mercadotecnia, diseño y arte organizado por el ITESO. Hasta el auditorio Pedro Arrupe llegaron los productores chilenos para hablar 31 Minutos. Con humor, expusieron las intenciones del proyecto, sus motivaciones, sus alcances, y dejaron claro que, sin importar las desilusiones que puedan provocar, no habrá nuevas temporadas. “Nunca hemos hecho un proyecto de más temporadas. No queríamos crear una fórmula ni nos interesaba repetirnos”, explicó Pedro Peirano. “Uno se aburre. Uno lo ve y es divertido, pero es cansado estar detrás”, completó Díaz.
Sin embargo, 31 Minutos se niega a morir. Además de la película, que llegó a la pantalla grande en 2008, hace unas semanas estrenaron Resucitando una estrella, obra de teatro que muestra a Tulio Triviño en bancarrota y necesitado de recuperar la fama. “Siempre decimos que no haremos más cosas con 31 Minutos, pero al mismo tiempo siempre están surgiendo cosas. Ahora surgió la obra de teatro y tuvimos que volver y está teniendo éxito. Es una obra que conserva el espíritu del programa de televisión y ojalá pueda venir a México”, explica Álvaro Díaz.
Ver hablar a Pedro y Álvaro es admirable. A pesar de convivir con el concepto de 31 Minutos durante tanto tiempo, siguen riendo a carcajadas cuando recuerdan episodios de los programas. Y cuando se les pregunta cuál es el secreto detrás del éxito, son sinceros: no saben. “Creo que puede ser la espontaneidad y generar reglas propias y no romperlas”, dice Díaz y añade que en realidad nunca fueron concientes de lo que estaban creando ni de los alcances que estaban obteniendo. “Fueron cosas muy fortuitas, lleno de cosas extrañas. Era algo muy local, y demostramos que lo hecho para la aldea local podía funcionar para toda la aldea”. En ese sentido, añade Peirano, el gran referente que tuvieron fue El Chavo del 8, que estaba muy focalizado para el público mexicano, nunca se adaptó para otras audiencias y, sin embargo, tuvo un gran éxito en Sudamérica, donde incluso generó otras lecturas.
Referentes de la televisión infantil para un gran público, los productores coinciden en afirmar que los programas para niños son muy buenos. El problema es que “en América Latina la televisión infantil se quedó atrás. No dialoga con los niños, no genera vínculos. Hay una visión atrasada, políticamente correcta, que busca difundir grandes conceptos y termina por ser aburrida”, señala Álvaro Díaz y Peirano añade que “no se ve al niño como una persona con un poco menos de tiempo en este lugar. Muchos programas buscan teorizar, pero la teoría no funciona para nada con los niños”. O, como dice la canción principal de la serie: se convierte en una televisión fome, es decir aburrida.
Con más de 300 personajes creados –¿Favoritos? Para Peirano, Tulio; para Díaz, Juan Carlos Bodoque–, ahora buscan crear nuevos proyectos. Y entonces 31 Minutos se convierte en un arma de doble filo: “Cuesta hacerle ver a la gente que hay otros proyectos por financiar. Lo que queremos es usar esto para abrir puertas”, concluye Díaz.
1 comentario
A mi hermana y a mi nos
A mi hermana y a mi nos dieron una divertida infancia, vale decir que esperábamos cada fin de semana para poder explorar el mundo ingenioso de títeres de esta serie, aprendiendo de las notas verdes de Juan Carlos Bodoque, que nos hacían reflexionar, gracias a los creadores por este programa tan maravilloso. Ojala sigan teniendo mucho éxito.
Saludos.
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