Fuentes y Bolaño: dos formas de entender la fama literaria

Fuentes y Bolaño: dos formas de entender la fama literaria

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Dicen que para valorar en su justa dimensión la obra de un escritor tienen que pasar, por lo menos, 100 años de su muerte. Aunque existe el juicio inmediato de sus contemporáneos todavía es muy pronto para valorar si la obra de Roberto Bolaño va a trascender en la historia de la literatura más que la de Carlos Fuentes. ¿Será 2666 mejor novela que La región más transparente? ¿Estará mejor valorada por las futuras generaciones La muerte de Artemio Cruz que Los detectives salvajes? No lo sé, pero lo que estoy cierto es que Bolaño y Fuentes representan dos formas de vivir la literatura; mientras que el chileno huyó de la fama mientras pudo, el mexicano ha buscado los reflectores todo el tiempo, tanto por razones literarias como por las otras.


Carlos Fuentes ha hecho de la promoción personal y de sus relaciones públicas un estilo de vida y un medio para buscar colocarse mejor como escritor e intelectual. No estoy de acuerdo con todo lo que escribió Enrique Krauze en su célebre ensayo de “El guerrillero dandy” y que provocó más de un desaguisado entre los escritores mexicanos, pero tiene mucho de cierto. A Fuentes puede llamársele, sin faltar a la verdad,  “El señor de las Cátedras”. La semana pasada, Fuentes inauguró la Cátedra que lleva su nombre en la Universidad Veracruzana. En febrero de 1999 hizo lo mismo en Monterrey en  la primera sesión de la Cátedra “Alfonso Reyes” del ITESM. Y no se diga de la “Cátedra Cortázar” en la Universidad de Guadalajara que patrocina junto con García Márquez, gracias a la beca perpetua que generosamente les dio el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes por ser quienes son. Y, sin duda, en estas tres Cátedras, Fuentes tiene un voto decisivo en los temas y los invitados.  


Por su parte Roberto Bolaño (aparentemente) tuvo una vida de escritor maldito y como tal ejerció diversos oficios no relacionados con la literatura: mesero, vigilante nocturno, lavaplatos y otros similares. Se han dicho muchas historias sobre su vida  (que fue guerrillero, preso político, adicto a drogas, entre otras), pero luego son desmentidas por su viuda, por lo que no sabemos si su hábil agente literario Andrew Wylie le está creando una leyenda o si realmente fue cierto lo que se dice del chileno. Hasta finales de los años 90 con la publicación de Los detectives salvajes fue cuando Bolaño empezó a ser conocido; en ese tiempo ganó premios literarios de prestigio como el “Rómulo Gallegos”  o el “Herralde”. .


Como el Cid, Bolaño está ganando muchas batalles después de muerto y en particular entre los intelectuales del mundo angloparlante. El año pasado se publicó en inglés su novela póstuma 2666 y estuvo en prácticamente todas las listas de los mejores libros del 2008 e incluso la revista Time (www.time.com/time/arts/article/0,8599,1857951,00.html) la calificó como “la mejor novela del 2008”. Hace unos días, la prestigiada revista inglesa Prospect la incluyó como una de sus siete recomendaciones de lectura para el verano con comentarios muy elogiosos y comparando a Bolaños con Borges. Ian Irvine, el editor asociado de la revista dice que 2666 “es La Guerra y Paz de nuestra era escéptica”  y “que “en su reciente publicación en inglés ha sido aclamada como la primer obra maestra literaria de este nuevo siglo”.


Para los interesados en 2666 la novela está publicada en castellano por Anagrama; en el sitio de la editorial (www.anagrama-ed.es/titulo/CM_462) pueden encontrar más información..

1 comentario

  1. Creo que el paralelismo más
    Creo que el paralelismo más exacto que puede hacerse con lo que está pasando con Bolaño es Cortázar.
    A diferencia del patriarca Fuentes, tan culto, tan enciclopédico, tan historiador, tan sabiondo, Bolaño y Cortázar sabían mantener la boca cerrada cuando les preguntaban por asuntos extraliterarios. Opinaban, por supuesto, de temas políticos (vicio particularmente latinoamericano: nadie puede sustraerse de lo político, para bien o para mal), pero no pretendían dar cátedra cada vez que tenían un micrófono enfrente.
    Creo que a Bolaño y a Cortázar los une, además de esa especie de fama póstuma que los convierte en modelo para los aspirantes a escritores y la forma como borraron las fronteras entre las formas más experimentales y las novelas “comerciales”, en que ambos sabían que la literatura era un juego. Simplemente.
    Creo que el patriarca Fuentes olvida eso. Se toma la literatura (y la fama, por supuesto) demasiado en serio.

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