A la memoria de un distraído: Alejandro Rossi (1932-2009)
Carlos Enrique Orozco – Edición
Alejandro Rossi, filósofo, editor, maestro universitario y escritor falleció el viernes 5 de junio. Autor del Manual del distraído (1978); Sueños de Occam (1982); El cielo de Sotero (1987); Diario de guerra (1994); La fábula de las regiones (1997); Un café con Gorrodona (1999); Edén (2006) y varios libros de filosofía, Rossi era de esos seres humanos que sin pedantería podía decir que era ciudadano del mundo. Nació en Florencia en 1932. Creció en Argentina, tenía la nacionalidad venezolana, estudió en Alemania y Gran Bretaña y residía en México desde hace más de 40 años. Fue maestro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, colaborador y editor de la revista Vuelta y autor sui generis de unos cuantos libros escritos con una de las mejores prosas del castellano.
Octavio Paz dijo de Rossi que es un habitante de un universo hecho de distintas culturas que él ha sabido convertir en una sola. “Hay un lado de Rossi que me lleva a esa Venezuela, un poco primitiva, que nace en las guerras civiles de principios del siglo pasado y que es para mí un mundo conocido y desconocido. Es México y es otro país. Hay un Rossi italiano; ya aludí a la gracia serpentina o felina de su prosa, de estirpe florentina. Hay un Rossi alemán que atravesó indemne la universidad alemana gracias a otro Rossi, el inglés, es espíritu irónico y que sabe beber whiskey, una bebida tonificante como un párrafo de Hume. Hay un Rossi español, amigo de la conversación; hay otro francés, un francés italiano como Stendhal; y hay un Rossi mexicano, compañero de aventuras intelectuales y literarias”, comentó Paz. Rossi es un autor inclasificable dentro de la literatura mexicana. Sus textos no son filosofía, ni novela, ni ensayo ni poesía. “Es una escritura que participa de todos los géneros pero de modo único”, dijo la filósofa Victoria Camps, y añadió “la mirada de ese distraído que quiere ser Alejandro Rossi no es superficial: es obsesiva y mordiente como la mandíbula del roedor que no suelta a su presa hasta triturarla. Es una mirada disconforme y crítica”.
Quienes lo trataron coinciden que uno de los rasgos sobresalientes de su personalidad de Rossi era su vocación por la amistad. Con motivo de sus 60 años la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM le organizó en febrero de 1993 un coloquio titulado “Aproximaciones a Alejandro Rossi” al que invitaron a 35 participantes. La lista es impresionante: filósofos como Victoria Camps, Ramón Xirau, Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro y Fernando Salmerón; escritores como Octavio Paz, Álvaro Mutis, Juan Villoro, Enrique Krauze y Julieta Campos. Todos se reunieron para hablar de Rossi como filósofo, maestro, escritor pero principalmente como un devoto practicante de “suscitar un género especial de relaciones, y para vivirlas con un tacto, con una sabiduría natural en este tiempo de prisas”, como mencionó Víctor Flores Olea en el coloquio. Las memorias del coloquio están editadas por la UNAM.
Rossi ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1999 e ingresó al Colegio Nacional en 1996. Para los interesados en la obra de Rossi, sus obras están publicadas por las editoriales Joaquín Mortiz, FCE, Vuelta, Anagrama, El Equilibrista y la UNAM.
El Manual del distraído es el libro que más me gusta de Rossi por su vocación heterodoxa ante las clasificaciones y porque puedes volver a sus páginas y en cada ocasión te muestra algo nuevo. El propio autor lo dice en la “Advertencia” del Manual: nunca se castigó con limitaciones de género: el lector encontrará aquí ensayos más o menos canónicos y ensayos que se parecen más a una narración; y también descubrirá narraciones que incluyen elementos ensayísticos y narraciones cuyo único afán es contar una pequeña historia. Tampoco están ausentes las reflexiones brevísimas, las confesiones rápidas o recuerdos. Un libro, en todo caso, cuya unidad es más estilística que temática.
Del texto “Sorpresas” reproduzco unas reflexiones brevísimas para darles una idea el tono de la obra de Rossi:
Tuve una novia extraña. Me confesó que era criptojudía y yo pensé – en mi ignorancia cristiana – que era una secta erótica. Durante meses esperé la invitación.
El bosque era enorme. Unos pinos altísimos y grises. De lejos vi a la niña que perseguía un lobo aterrado. Lo juro.
Su discurso de ingreso al Colegio Nacional titulado “Cartas credenciales” tiene mucho de autobiográfico, pero también es otra muestra del dominio que Rossi tenía en el lenguaje escrito y en la comunicación de sus ideas. Sus reflexiones son contagiosas y cargadas de buen humor. Para muestra está el párrafo inicial
Es asombroso estar aquí. No exagero si digo que jamás lo había previsto. Claro, los regalos de la vida no se planean, si acaso el propio trabajo y aun allí hay tantas sorpresas que más vale abandonar la idea de que somos los dueños de nuestro destino. Quién nos rige es una pregunta que alegremente se las dejo a los teólogos, esos grandes imaginativos que nos han regalado maravillosas ficciones. Si soy franco, debo admitir que prefiero ver la vida como una trama de imprevistos, de casualidades, de descubrimientos inesperados, de caminos laterales que, de pronto de vuelven centrales. Prefiero que, inesperadamente, un viento rápido borre las turbias nubes del amanecer. La realidad está, así, más cargada de esperanzas y – según me parece es más divertida.
Muchas gracias por todos estos textos, Alejandro Rossi.
2 comentarios
Prueba de comentario, en
Prueba de comentario, en domingo por la noche.
Un abrazo, don Carlos!
Felicidades por el cierzo!!!
Felicidades por el cierzo!!! te quedó muuuy bien…
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