Ricardo Darín, el actor al que le creemos todo
Iván González Vega – Edición 508

El rostro de este intérprete argentino es indisociable del cine en español del siglo XXI. Además de los premios que ha recibido en su carrera, es también una popular y respetada figura, así que se entiende que sus críticas a la economía de su país hayan agitado el debate político y, además, crispado a su irritable presidente
En Carancho (2010), película dirigida por Pablo Trapero, hay una escena en la que al abogado Sosa, que se dedica a perseguir como buitre los cobros de seguros por accidentes de tránsito, le recuerdan que uno tiene que aceptar lo que es: “Dale, boludo: a vos te creen, a mí no”. Y Sosa, con la cara dulce y triste y los ojos azules de Ricardo Darín, se resigna a su destino: efectivamente, le toca engañar a las víctimas para quedarse con su dinero, y le dirán que sí, porque a él le creemos todo.
Que te crean todo es el sueño de cualquier actor. Pero, aunque Ricardo Darín ha interpretado a algunos cuantos mentirosos, la actuación no es decir mentiras, sino precisamente lo contrario. Tienes que decir la verdad, una distinta cada vez, según cada personaje. Para dominar ese arte hay que entrenar mucho y disfrutar cada nueva historia. Aunque tener el rostro de alguien a quien le creeremos todo ayuda, cómo no.
Porque, además, el argentino Ricardo Darín es tan popular que su rostro resulta inseparable del cine latinoamericano. Protagonizó las cuatro películas más recientes de su país nominadas al Oscar, lo han nominado y premiado en casi todos los festivales importantes del cine en español, y en 2025, ya con 68 años de edad, se convirtió en el rostro de la exitosa producción en español de Netflix El eternauta, adaptación del clásico de la historieta argentina de 1957, de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.
El rostro acompaña a un carisma tremendo, que lo vuelve automáticamente popular en donde sea que trabaje, y a una trayectoria actoral que incluye teatro aplaudido y telenovelas inmortalizadas por YouTube. El rostro amable de un tipo al que no quieres contrariar, porque sonríe con facilidad y conquista tu simpatía.
Al iniciarse El eternauta, su personaje Juan Salvo es uno de varios amigos que disfrutan una noche de truco, un juego de baraja en el que lo más importante es engañar a los rivales. Juan y otro compañero empiezan un duelo de blofeo. Sabemos que son amigos, pero por un momento parece que quieren matarse. Algo va a estallar, pero estallan las carcajadas. Un par de planos es del rostro de Darín, canoso y con barba, alegre, muerto de risa. Él pierde la mano, pero creías que iba a ganar, por supuesto. A ese hombre se lo crees todo.

Las empanadas caras
No todo el tiempo los actores son buenas personas. Son seres humanos. Ahora bien, ¿buscamos a un experto en mentiras? Digamos, alguien que sea capaz de torcer la verdad hasta que los demás le crean todo, aunque, a diferencia de la buena actuación, los estafados se dejen ver la cara porque les conviene. Ese experto mentiroso es un político.
El siglo XXI es pródigo en políticos que han llevado la mentira hasta un grado exitoso y repugnante: repiten falsedades con toda impunidad porque hay suficientes intereses a su favor. Hay ejemplos por todo el mundo. En este contexto, algunas personas —contra las muchas que lo aplauden— afirman que Javier Milei, el vitriólico presidente de Argentina, es uno de esos grandes mentirosos. Si no lo es, sí que protagoniza una de las épocas de mayor crispación política para su país. Y a Ricardo Darín le tocó enfrentarlo.
Darín y otros integrantes del elenco de El eternauta participaban en el liviano programa de televisión de la actriz Mirtha Legrand cuando se le ocurrió opinar que la vida en Argentina está cada vez más cara. Criticó así los incentivos fiscales del gobierno de Milei para que los argentinos usen sus ahorros en dólares. “Hay gente que la está pasando muy mal”, se quejó. “No sé, una docena de empanadas vale 48 mil pesos”.
Eso fue en mayo de 2025. No había pasado un día cuando internet lo crucificaba con los furiosos ataques que merecen muchos críticos del gobierno argentino y el gobierno se subió al ring. Primero fue el ministro de Economía, Luis Caputo, quien descalificó como “estupidez” el comentario del actor: “Me dio vergüencita ajena”, dijo de “Ricardito”. Luego, el propio Milei aprovechó los micrófonos y se refirió a Darín también con el diminutivo: “Se quiso hacer el nacional y popular y terminó demostrando ser un ignorante y un operador berreta”. Berreta es un coloquialismo que equivale al mexicano “chafa”.

El precio de las empanadas en Argentina es algo tan variable como el de los tacos en México, que comienzan en los de tres pesos de San Juan de Dios. Pero la institución que mide la inflación en Buenos Aires monitorea la docena de empanadas; es fácil de consultar y permite saber que durante el gobierno de Milei se triplicó ese precio: de 7 mil 855 pesos argentinos en diciembre de 2023 a 24 mil 042 pesos argentinos (unos 322 mexicanos) en agosto de 2025.
Tal vez es cierto que Darín compra empanadas muy caras, pero en algo tenía razón: imagina que tus tacos favoritos de 15 pesos pasaran a costar 45 cada uno. Además, aquel pleito ocurrió en un año de elecciones legislativas y el partido de Milei, La Libertad Avanza, presumía entre sus logros el control de la inflación y de variables macroeconómicas que han azotado a Argentina durante todo el siglo. La mayor parte de los comicios ocurrirá el 26 de octubre, pero para el 7 de septiembre ya tuvieron lugar los de la provincia de Buenos Aires y el partido de Milei sufrió allí una derrota por 13 puntos; junto a escándalos de corrupción que alcanzaron a la secretaria de Gobierno Karina Milei, hermana del presidente, aquello encendió las luces rojas.
Todos los datos que dicen que los argentinos siguen en crisis han sido ridiculizados por Milei y sus funcionarios, que este año presumen que la pobreza bajó hasta el indicador de 38.9 por ciento en 2025. Pero la afirmación del economista Guillermo Oliveto acerca de la precariedad laboral —“para 70 por ciento de los argentinos el mes se termina el día 20”— le mereció al presidente otra de sus cáusticas burlas: “La frase suena muy interesante para ponerse sensiblero, pero, si fuera cierta, ustedes tendrían que caminar por la calle y estaría llena de cadáveres”.

Los héroes en la nieve
Las hipérboles de Milei tienen un desafortunado eco en la Argentina de El eternauta, que sí tiene calles llenas de cadáveres. La historieta y la miniserie cuentan una invasión extraterrestre que comienza con una nevada tóxica en la cual mueren miles de personas. Ricardo Darín interpreta a Juan Salvo, un hombre que inicia un peligroso viaje para encontrar a su exesposa y a su hija adolescente. Su odisea le permitirá ver cómo algunos sobrevivientes de la crisis comienzan a ayudarse entre sí.
Esa organización, un espíritu de generosidad que contrasta con el egoísmo de los personajes al principio de la miniserie, es el corazón de la historia original, bien conocida tras casi 70 años de vida: “Nadie se salva solo”, dice Juan Salvo en la historieta, porque comprueba que la cooperación entre los sobrevivientes, que no dudan en sacrificarse para ayudar a otros, podría salvarlos. La historia de Oesterheld y Solano es un relato de ciencia ficción, pero siempre fue leída como una analogía de la solidaridad.
Ricardo Darín es contemporáneo de El eternauta: nació en enero de 1957, el mismo año en que la historieta comenzó a aparecer en el proyecto editorial impulsado por los dos autores. Y su personaje representa el lento camino que cuestiona el impulso inicial de salvar a los tuyos, aunque los demás se mueran. Darín ha dicho que la idea de que “nadie se salva solo” inspiró buena parte de la producción: “[La nuestra] es una época, es innegable, cada vez más individualista”.
Darín es actor desde que era adolescente. Es hijo de una familia de actores: su padre y su madre, igual que el abuelo, que incluso fue dueño de un teatro. Su hermana Alejandra, fallecida en enero de 2025, también fue actriz. Ricardo acumuló currículum en comedias y telenovelas y ya era conocido cuando el cine lo tomó como rostro emblemático. La primera gran culpable fue Nueve reinas (2000), que podría ser identificada como banderazo de salida de un “nuevo cine argentino” a cargo de jóvenes talentos y marcado por la crisis económica.

Dirigida por el fallecido Fabián Bielinsky, Nueve reinas es una comedia y thriller de culto, tan divertida hoy como hace 25 años. Retrata a dos estafadores callejeros ante una oportunidad extraordinaria de volverse millonarios. Darín interpreta al experimentado pero miserable Marcos, que decide cuidar al joven Juan, interpretado por Gastón Pauls.
Durante la película atestiguas cómo crece la amistad, con Marcos empeñado en darle confianza a Juan para garantizarse su complicidad, y Darín tiene esa cara que hace que quieras creerle todo. Hasta que sospechas: estás creyéndole a un estafador profesional. ¿Será capaz de verle la cara al pobre muchacho? Marcos sonríe a la cámara, usa trucos infalibles y sacrifica sus mejores cartas, pero quizá no lo hace por su amigo, sino por el dinero.
Mucho menos responsable de falsedades es Rafael, el protagonista de El hijo de la novia, una comedia que fue la segunda colaboración entre Darín y el laureado director Juan José Campanella, en 2001. Allí es un cuarentón abrumado por el estrés y por su aislamiento emocional. Un infarto lo obliga a meter freno y enfrentar una deuda impostergable: cumplir el sueño de su mamá con Alzheimer, que siempre quiso casarse por la Iglesia.
Darín explora allí su lado más tierno y desinteresado, y asombra por su gradual transformación ante un amigo de la infancia, ante su hija preadolescente o ante su adorable padre. Si Nueve reinas lo mostraba como un perdedor esforzado por hacerse el simpático, El hijo de la novia le permite retratar a otro perdedor, dispuesto a corregir muchos errores y enfrentarse a su propia verdad. Pasa la película y lo ves darse oportunidades; quieres que corrija su vida y, por supuesto, le crees.

Justicia, memoria, verdad y mentiras
A lo mejor esto es un retrato injusto porque no todos sus personajes viven las mentiras; a veces las persiguen para denunciarlas. Un buen ejemplo es Argentina, 1985 (2022), de Santiago Mitre, en donde interpretó al fiscal Julio César Strassera, cabeza del Juicio de las Juntas que logró meter a la cárcel —hasta que los indultaron— a los militares dictadores de los años setenta.
De aspecto mucho más afable que el formal Strassera, y concentrado en énfasis dramáticos distintos de los de la escena original, Darín logra retratar cómo el correcto funcionario fue ganando un emocionante carisma conforme avanzó el proceso, hasta el histórico alegato final, que denunció la política de “borrón y cuenta nueva” ofrecida como puerta a la paz: “Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral”.
Darín tiene unas 40 cintas como protagonista, que incluyen Truman, de 2015, que le valió el Goya español a Mejor Actor, o ese triunfo del humor negro que fue Relatos salvajes, colección de cortometrajes en donde interpreta al “ingeniero Bombita”, antihéroe en la lucha de los ciudadanos comunes contra la burocracia.

Pero, si hablamos de Darín, la verdad y las mentiras, tenemos que remitirnos a la cinta más famosa del cine argentino.
El secreto de sus ojos, de 2009, fue la cuarta y última vez que Darín y Campanella trabajaron juntos. En este thriller, Darín interpreta al exdetective Benjamín Espósito, quien en 1999 escribe una novela sobre el crimen sin resolver que lo atormenta desde 1974, cuando persiguió a un sádico asesino. Poco interesado en la melancolía, Espósito nota que sus recuerdos lo enfrentan de nuevo a aquella historia, y también a la mujer a la que siempre amó, pero a la que nunca le ha dicho la verdad.
Argentina, 1985, Relatos salvajes, El secreto de sus ojos y El hijo de la novia son las cuatro películas argentinas más recientemente nominadas al Oscar de Película Extranjera, y todas tuvieron el rostro protagonista de Darín. Tras La historia oficial, de 1985, sólo El secreto de sus ojos ha ganado en Hollywood. Fue además un hito para las taquillas argentinas, con más de dos millones de espectadores, superada sólo por Relatos salvajes en 2014.
Buena parte de tamaño éxito es la puesta en escena de Campanella y el entregado elenco, con Darín en el meticuloso retrato de un hombre en eterno pleito con sus recuerdos. Mucho más oscura que sus otras cintas, El secreto… consigue que el espectador empatice poco a poco con los personajes porque, en lugar de subrayar el dolor o la angustia, propone una calculada ambigüedad que les sirve de máscara. Acá nadie miente, pero todos fingen. Y la verdad no perdona. Pero el protagonista es Darín: queremos creerle.

¡Viva el derecho a la crítica, carajo!
Si hay algo a lo que el gobierno de Javier Milei reacciona, pese a su avasalladora popularidad y al modo en que ha conquistado por ejemplo a los votantes más jóvenes de Argentina, es a la crítica. Son frecuentes el desdén y la agresión contra quienes interrogan el discurso oficial sobre la “transformación” de Argentina. No siempre funciona: tras escándalos como el de las empanadas de mayo, en agosto se asomó la tormenta electoral, y a Milei lo atacaron a pedradas una mala tarde. Septiembre vino con derrotas en Buenos Aires, pero también con porras de Donald Trump y dinero del Banco Mundial.
Los números dibujan una realidad diferente de la bonanza que pregonan los “libertarios” y sus coros de internet. Si los comicios de octubre sostienen al régimen, quizás escucharemos más críticas del presidente contra personajes como Darín, cuya popularidad no es infalible, pero le ha protegido la autoridad moral. Hace unos días se hizo eco de una queja del mundo de la cultura: que el gobierno, fanático de usar la “motosierra” contra el dinero público, al descobijar la cultura dejó sin apoyos al cine argentino. Las quejas son múltiples, pero el régimen es obstinado.
¿Qué puede hacer un actor de cine en medio de estos dramas? Probablemente, pronunciarse cuando sea su derecho, defender su opinión, no esconder la crítica. Como cualquier ciudadano, participar de la democracia, que requiere de la verdad para funcionar, pero es tan frágil ante la mentira. Y seguir actuando, que es lo que hace mejor. En tiempos como éstos, llenos de personajes furibundos que nos insultan si no compartimos sus programas políticos, seguramente agradeceremos que en la ficción haya alguien diciendo la verdad. Podría ser Darín, a quien, de todas formas, ya le creemos todo.
La dictadura que desapareció al eternauta
Cuando Netflix estrenó El eternauta, a la popularidad de la miniserie se añadió uno de esos estallidos de memoria que arrojan luz sobre la cultura popular: el recordatorio de la terrible historia de Héctor Germán Oesterheld (HGO), guionista y creador de la historieta original, desaparecido, junto con la mayor parte de su familia, por la dictadura argentina de los años setenta.
Los medios han contado cómo los carteles de la serie con la imagen de Ricardo Darín fueron intervenidos con las fichas de búsqueda de HGO y sus hijas: a las cuatro que tuvo con su esposa Elsa Sánchez las desapareció el régimen militar, igual que a él, por simpatizar con las guerrillas opositoras. Las jóvenes, Estela, Diana, Marina y Beatriz, fueron secuestradas entre 1976 y 1978, junto con yernos de Sánchez y Oesterheld; dos de ellas estaban embarazadas; HGO fue paseado por centros de detención antes de que, hasta donde se sabe, fuera ejecutado en 1977. Años después, Elsa Sánchez identificó el cuerpo de Beatriz, pero murió en 2015 sin que se localizaran los restos de las demás víctimas.
Aunque el caso nunca fue olvidado, el éxito de la serie de Netflix dio nuevo aire a la búsqueda que han animado organizaciones como H.I.J.O.S. y Abuelas Plaza de Mayo, ante la posibilidad de que aún vivan los hijos de Diana y Marina. H.I.J.O.S. se mantiene activa con iniciativas de vida comunitaria y cultural que persiguen concientizar a la población argentina sobre la necesidad de la verdad; las imágenes de El eternauta, del ilustrador Francisco Solano López, forman parte de sus publicaciones en redes sociales como un recordatorio de que hay muchas cosas del pasado aún por explicar: “El eternauta sigue escribiendo la historia”.
La dictadura militar argentina desapareció a unos 500 niños como estrategia de terror; 140 de ellos han sido localizados; faltan, pues, más de 300.