El proceso de elección en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio

El proceso de elección en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio

– Edición 508

Foto: Luis Ponciano

Ignacio nos presenta un breve método para elegir lo mejor posible. Si bien en su origen estaba pensado para la elección de la vocación personal, podemos aplicarlo a todas las decisiones importantes de la vida

La mistagogía de los Ejercicios Espirituales va encaminada a descubrir y elegir nuestra vocación personal. Es decir, nuestra manera particular e irrepetible de amar dando lo mejor de lo que somos y tenemos. Al mismo tiempo, esa sensibilidad nos ayuda a percibir y acoger todo lo bueno que nos regalan quienes nos aman, edificando relaciones de reciprocidad. Así se construyen la comunión, la comunidad, el cuerpo de Cristo.

Recordemos que san Ignacio presenta la Jornada Ignaciana, que ya describimos en las colaboraciones previas, como un “preámbulo” para hacer una buena elección. Es importante que estemos seguros de que tenemos la libertad de espíritu para elegir nuestra vocación, esto es, que hemos sido liberados de todo apego desordenado a nuestros dones, talentos y recursos. Hemos aprendido a verlos como oportunidades concretas de encarnar el amor desde nuestra identidad personal en Cristo.

Al final de ese preámbulo para una buena elección, Ignacio nos presenta un breve método para elegir lo mejor posible. Si bien en su origen estaba pensado para la elección de la vocación personal, podemos aplicarlo a todas las decisiones importantes de la vida. Es una especie de resumen del discernimiento ignaciano.

Lo primero que destaca es la referencia permanente a Dios y a su voluntad. El discernimiento cristiano no es una planeación estratégica hecha con mis capacidades analíticas y prospectivas. Es, sobre todo, un diálogo con el Dios vivo, a quien le he presentado y entregado mi decisión, esperando que me la confirme o me la corrija.

En su método, Ignacio presenta en primer término tres posibles “tiempos” (estados) en los que una persona se encuentra a la hora de elegir. Tal vez eligió el término tiempo en su acepción de “clima/ambiente” para describir el estado interior de la persona que debe elegir. Y los describe de esta manera:

1er tiempo: “El primer tiempo es cuando Dios nuestro Señor así mueve y atrae la voluntad, que sin dudar ni poder dudar” seguimos lo que nos es mostrado, “así como san Pablo y san Mateo lo hicieron en seguir a Cristo nuestro Señor”.

2º tiempo: Se registra cuando se toma gran claridad y conocimiento, “por experiencia de consolaciones y desolaciones, y teniendo experiencia de discreción de varios espíritus”, de qué es lo que Dios nos propone.

3er tiempo: El tercero es tranquilo “cuando el ánima no es agitada de varios espíritus y usa de sus potencias naturales líbera y tranquilamente”, considerando primero nuestro Principio y Fundamento, conscientes de nuestra vocación de amar a la manera de Dios, querer buscar lo mejor para encarnar el amor en mi vida como Dios quiere.

Como podemos apreciar, el primer tiempo/estado de elección significa que la conciencia de quien elige se inclina sin ninguna duda por una de las posibilidades que está considerando. Como veremos más adelante, esto no significa que haya un convencimiento fruto de un entusiasmo vehemente, pero pasajero. Este estado de absoluta certeza es el fruto de la claridad, la energía y la paz interior que sólo Dios puede otorgarnos cuando nos comunica algo que viene de su voluntad.

Este primer tiempo es poco común. Normalmente, quien debe elegir no deja de tener dudas y temores, lo que significa que aún no alcanza este grado de certidumbre. En esos casos, Ignacio sugiere ver si estamos en el segundo tiempo/estado.

El segundo tiempo es cuando la persona, si bien no tiene la certeza total de dónde está la voluntad de Dios, sí se siente más inclinada (consolada) por alguna de las alternativas. Las otras no le producen la misma “consolación” (certidumbre, entusiasmo o paz/armonía interior). Según la propuesta de san Ignacio, si alguien se siente particularmente consolado por una de sus opciones, eso sería muestra de que Dios le está invitando a elegirla.

Este segundo tiempo implica ya un recorrido espiritual que permite a quien elige distinguir entre una “consolación” (que venga de Dios) y los falsos entusiasmos que produce el ego cuando prevé que se le va a dar gusto a uno de sus caprichos. Estos entusiasmos egocéntricos normalmente están acompañados de ansiedad, ante la posibilidad de que no se logre lo que buscamos/elegimos. Cuando viene de Dios, la ansiedad desaparece, se vive con una profunda libertad de cara a lo que pase en el futuro y la persona se queda con una profunda paz, independientemente de los resultados de la elección.

Precisamente porque el segundo tiempo/estado implica experiencia y conocimiento espiritual profundos, san Ignacio recomienda que iniciemos nuestra elección por el tercer tiempo, accesible a toda persona.

El tercer tiempo parte de nuestra capacidad racional y apela a la forma en que un ser humano maduro toma sus decisiones cotidianas. Ignacio propone tres “modos” (ejercicios) para elegir correctamente.

El primer modo del tercer tiempo inicia con lo que suele llamarse “delimitar la materia de elección”. Es decir: ¿cuáles son mis alternativas? Hacer una lista completa y realista de las posibilidades entre las cuales elegiré a la mejor. Recuerdo que en los Ejercicios de mes del noviciado me presenté cinco posibilidades vocacionales: sacerdote dentro de la Compañía de Jesús; sacerdote en otra congregación religiosa; religioso contemplativo y laico comprometido (casado o no).

Después, san Ignacio recomienda que tengamos muy presente nuestra vocación a amar, es decir, en cuál de las diferentes posibilidades que se me presentan creo que el amor podría fluir con mayor naturalidad. La libertad de corazón es importante. San Ignacio escribe: “Es menester tener presente el fin para el que fui creado; y con esto hallarme indiferente sin afección alguna desordenada, de manera que no esté más inclinado ni afectado a tomar la cosa propuesta que a dejarla, para seguir aquello que sintiere ser más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi ánima”.

Es así como le pido a Dios que muestre a mi conciencia su voluntad y mueva mi afecto hacia lo que me invita a hacer.

El centro de la metodología del tercer tiempo/estado para elegir se focaliza en la elaboración de listas exhaustivas de puntos a favor y en contra de cada una de las posibilidades que se me presentan.

Después, pidiendo la iluminación del Espíritu Santo, mirar hacia cuál se inclina mi razón, cuál me parece más “razonable”.

Una vez que he hecho esta elección, se la presento al Señor y espero a que me la confirme, lo cual se hará normalmente al sentirnos llevados del tercer tiempo de elección al segundo y finalmente al primero, es decir, sin dudar ni poder dudar.

San Ignacio sugiere tres ejercicios que nos pueden llevar a confirmar nuestra decisión. Son intuiciones brillantes, inspiradas por el Espíritu, para ayudar a quien elige a tomar distancia psicoafectiva de la propia elección, imaginando que es otra persona la que está eligiendo. Así lo describe Ignacio: “Mirar a una persona que nunca he visto ni conocido e imaginarme que está en un proceso de elección como el mío. Deseando yo lo mejor para ella, considerar lo que yo le diría que hiciese y eligiese”. Si de manera natural me nace aconsejarle que opte por lo mismo que elegí por pros y contras, esta coincidencia de elecciones me acercaría a la confirmación que busco.

Ignacio nos invita además a considerar la elección desde dos perspectivas futuras. Por un lado: “Considerar como si estuviese al final de mi vida, y ver de las diversas posibilidades que se me ofrecen, con cuál de ellas creo que estaría más preparado para encontrarme con el Señor”. Y, finalmente, imaginarme estar en el Día del Juicio. En estos dos casos, la invitación es a ver con cuál de las posibles elecciones creo que llegaría más tranquilo al término de mi existencia, es decir, con cuál de ellas creo que habría amado más. Como podemos observar, Ignacio nos invita a dedicarle tiempo de calidad a las elecciones importantes de nuestra vida; pidiéndole a Dios, en todo momento, que nos comunique dónde podremos encontrar más vida para nosotros y para quienes nos rodean.

Para saber más
:: Visita el sitio web de Alexander Zatyrka, SJ, “El camino de la mistagogía”.

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