Foto: Suplemento Ojarasca de La Jornada

Los obituarios tienen el defecto de que se hacen en la fría sorpresa de la muerte y de que representan sólo un punto de vista sobre aquel que ha muerto. Así es que la idea de invitar a más de cuarenta personas a recordar a un amigo, varios meses después de su muerte, cuando el dolor se ha convertido en agradecimiento, es un ejercicio mucho más hondo.

Y sí, hay mucho que recordar y aprender de Ricardo Robles SJ, conocido como El Ronco, un jesuita que encarna en su vida una de las formas en las que la Compañía de Jesús ha definido su misión actual: la inculturación del Evangelio. En el caso de El Ronco, inculturación entre los indígenas. Y más específicamente, entre los rarámuris, en la sierra Tarahumara de Chihuahua.

El Ronco murió de un paro cardíaco el 4 de enero de 2010 en Sisoguichi, Chihuahua. Lo encontraron sobre el teclado de su computadora, en la que preparaba el número 100 de la revista Kwira, que celebraría 25 años de reflexionar sobre cultura, teología y pastoral india. Sus amigos decidieron entonces convertir ese número inconcluso de la revista en un homenaje a su fundador.

¿Quién era el Ronco? ¿Cómo vivió? ¿Por qué ha merecido tan sonado homenaje? Las anécdotas que recuperan sus amigos muestran sus diferentes facetas. Adelfo Regino, Magdalena Gómez, Ernesto Camou y Luis Hernández Navarro recuerdan sus aportes al movimiento indígena nacional como asesor del EZLN durante los diálogos de San Andrés; Carlos Vallejo y Guillermo Palma lo evocan desde su cercanía amorosa en las comunidades rarámuris; su hermano Alejandro, 18 años menor, comparte el efecto que tuvo sobre su familia las hondas convicciones que El Ronco forjó en su convivencia con los indios: que la comunidad tiene prioridad ontológica sobre el individuo; sus hermanos jesuitas —Sergio de la Rosa, Alfredo Zepeda, Luis del Valle, jXel Hernández, Enrique Mireles, entre muchos otros— recuperan múltiples anécdotas y enseñanzas.

Encuentro un rasgo común, recogido en varios de los textos: la importancia de la amistad. Para el Ronco, la verdadera inculturación sólo podía darse desde la amistad. Sólo al querer a los otros podemos romper las barreras culturales. Sólo en el amor hay comprensión interpersonal, intercultural. Así, el mayor elogio que puede hacérsele es que fue amigo de los rarámuris.

Y al leer la revista, me queda el sabor de esa misma convicción. Y desearía algo así para mi propia muerte: que al final, cuando todo acabe y estemos en otro sitio —quién sabe si en el vacío o en el gozo de la bondad completa—, algo de nosotros quede en la memoria de aquellos que se sientan agradecidos por haber sido nuestros amigos.

El número 100 de la revita Kwira se presentará el miércoles 25 de mayo a las 12 horas en el auditorio W del Iteso. El Departamento de Filosofía organiza el diálogo, en el que participarán tres compañeros de El Ronco en la Tarahumara: los jesuitas Pedro de Velasco, Eduardo Quintal y Javier El Pato Avila. La entrada es libre.

Los PDF de esta revista, así como su archivo histórico, pueden descargarse en la página web de Kwira.