Yes, Louis Kahn
Carlos Enrique Orozco – Edición
A brick wants to be something….”. “Brick what do you want to be?…..and the brick said…I want to be an arch….!””
Louis Kahn
Un domingo por la tarde un hombre mayor moría de un ataque al corazón en los baños de la Penn Station en Nueva York. Los paramédicos lo llevaron al depósito de cadáveres y estuvo dos días sin ser identificado. Ninguno de los médicos y empleados forenses que lo vieron se dio cuenta que ese hombre con su etiqueta de “masculino no reclamado”, era un profesional muy reconocido entre sus colegas y expertos en todo el mundo, pero prácticamente desconocido para el resto de los mortales. El pasaporte que llevaba tenía registrado un domicilio en Filadelfia y cuando acudieron las autoridades a buscar sus deudos, nadie les abrió porque en realidad se trataba de una oficina y aquel día era domingo. Su esposa Esther no se alarmó de que su marido no llegara porque pasaba mucho tiempo fuera de casa por razones de trabajo (y por otras razones que después de conocerían) y por lo general, no avisaba la fecha de su regreso. El martes siguiente alguien se dio cuenta que el hombre en el anfiteatro era nada menos que Louis Isidore Kahn, el arquitecto más importante de Estados Unidos en este momento. Aquel domingo de marzo de 1974, Kahn regresaba de un largo viaje por La India y Bangladesh.
Su solitaria muerte no fue el secreto mejor guardado de Kahn. Poco después se sabría que este arquitecto, nacido en Estonia en 1901, mantuvo durante muchos años una segunda y tercer existencia secreta con otras mujeres en Filadelfia, la ciudad en la que vivió casi toda su vida. Estuvo casado con Esther hasta su muerte y tuvieron una hija de nombre Sue Ann, pero también procreó a Alexandra con Anne Tyng, una arquitecta que trabajaba en su despacho y a Nathaniel con Harriet Pattison, una diseñadora de paisajes. Nathaniel tenía once años cuando murió Kahn por lo que apenas lo recuerda. Ya de adulto se hizo cineasta y filmó en 2003 el documental My Arquitect sobre su padre. La cinta es valiosa por la búsqueda que hace Nathaniel de su padre ausente, pero principalmente por la belleza con la que fotografió los edificios diseñados por Kahn. No es una cinta que se pueda conseguir en cualquier videoclub, pero si tienen oportunidad de verla, no se la pierdan quienes gusten ver poesía visual expresada en grandes bloques de concreto y piedra.
Kahn dejó varias obras importantes en Estados Unidos: la Yale Art Gallery en New Haven; el Kimbell Art Museum en Fort Worth; el Salk Institute en San Diego o la Unitarian Church en Rochester, pero su trabajo más espectacular está en Dacca, la capital de Bangladesh, en donde diseño la National Assembly, un espectacular conjunto de edificios gubernamentales.
En estos tiempos bárbaros, algunos arquitectos world class son muy famosos; cobran millonadas, salen en la televisión, les piden su opinión sobre cualquier cosa, los invitan para decorar fiestas y hasta les piden autógrafos en la calle. Louis I. Kahn era todo lo contario; malo para las finanzas (Norman Fisher cuenta que en una ocasión le encargó el diseño de una casa a Kahn, quien sólo le cobró 5 mil dólares a pesar de que tuvo que hacer nueves veces el diseño completo) y vivió alejado de los reflectores, pero es uno de los arquitectos más reconocidos y admirados por sus colegas como lo muestra este sencillo homenaje que le hicieron en España parodiando el tema que lanzó a Obama al estrellato. .
Agradezco a Sergio Ortiz y Neil Damy su involuntaria cooperación para este texto.
1 comentario
Carlos Enrique, una cosa muy
Carlos Enrique, una cosa muy curiosa sucedió al final del documental “My architect”. El hijo de Kahn, Nathaniel, entrevista a una persona que hace “calistenia” (¿recuerdas esa palabra?) frente a una de las explanadas de los edificios monumentales de Dacca (en la escala de Angkor) y le explica por qué está ahí con su cámara: para ver la obra de su padre, el arquitecto de esa obra magnífica frente a ellos. El bangladeshense o como se diga, con su inglés gesticulante y sonriente, le dice algo así como: “ah, you son of Luis Barragan”… Priceless.
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