Aunque sea una noción siempre precaria, le tenemos horror al vacío: queremos llenarlo todo. Por eso todo vacío es siempre provisional.
Parece un término más fácil de usar como adjetivo que como sustantivo: para entender que un cuarto, un discurso o un hombre estén vacíos basta imaginar sus contrarios: las cosas, el sentido o la vida que colmen el cuarto, el discurso o al hombre. Y luego retirarlo todo. Queda vacío aquello donde antes hubo algo; está vacío aquello donde podría haberlo. Pero, aunque sea una noción siempre precaria, le tenemos horror: queremos llenarlo todo. Por eso todo vacío es siempre provisional.
Tal vez por eso sea tan arduo representar su existencia según las ideaciones de la metafísica y las afirmaciones de la física. Y acaso esté más a nuestro alcance, en la vida de todos los días, experimentar el vacío por sus efectos en nuestra emoción y equipararlo con nuestra soledad. Sin embargo, siempre hay algo donde aparentemente no hay nada. Estamos nosotros, para empezar. m.
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