Silvia Torres-Peimbert: Mujeres que miran las estrellas

Silvia Torres-Peimbert es heredera del trabajo que han realizado muchas otras mujeres. Foto: Lalis Jiménez

Silvia Torres-Peimbert: Mujeres que miran las estrellas

– Edición 450

Integrante de una admirable tradición de científicas que han trabajado en descifrar los secretos del cosmos, la primera mexicana en presidir la Unión Astronómica Internacional es una de las estudiosas más importantes de la materia interestelar. Y al volver la vista a problemas más terrenales, se interesa especialmente por el avance de las mujeres en la ciencia y por las condiciones de inequidad que enfrentan

Por Durruty Jesús de Alba Martínez y José Israel Carranza

 

Es posible que algunas de las batallas más arduas por la verdad científica se hayan librado en el ámbito de la astronomía. La investigación de cuanto los cielos pueden revelarnos exige a quienes la realizan no sólo capacidad de observación y un conocimiento vasto de los principios físicos que rigen el universo, expresados en términos matemáticos, sino además una determinación firme para que ese conocimiento pueda descubrirnos los secretos que guardan las estrellas y otros objetos del cosmos, a pesar de todas las dificultades que representen las distancias enormes que nos separan de ellos. Copérnico y Galileo disponían de esa determinación y, junto con ellos, toda la tradición de observadores que han sabido mirar hacia lo alto y descifrar lo que hay en la inmensidad de la bóveda celeste.

En esa tradición han ocupado un lugar especial las mujeres. Está, por ejemplo, el caso de Williamina Fleming, quien hacia finales del siglo XIX y principios del XX identificó y clasificó los espectros de más de 10 mil estrellas, además de descubrir 10 supernovas y más de 300 estrellas como parte del trabajo encomendado por el Observatorio de Harvard, al frente de un grupo de astrónomas que serían conocidas como “las computadoras de Harvard”. La historia de Fleming, sin embargo, cuenta también como evidencia de las dificultades que las mujeres han debido enfrentar en este ámbito, ya que en su momento se le dio un crédito secundario a sus aportaciones y, en buena medida, pudo desempeñarse, al igual que el equipo femenino que dirigía, gracias a que el hecho de que fueran mujeres representaba un ahorro para el Observatorio, porque sus sueldos podían ser inferiores a los de los hombres.

La doctora Silvia Torres-Peimbert, quien el año pasado se convirtió en la primera mexicana en presidir la Unión Astronómica Internacional (UIA), está muy al tanto del desafío que representa para una mujer llevar adelante una carrera en el terreno de la ciencia.

“Yo tengo la preocupación de explicar que las mujeres participan en la ciencia, que la ciencia no debe ser excluyente en términos de género ni en términos de ninguna otra característica. Lo es —porque, ciertamente, en términos económicos lo es—, pero la ciencia requiere el talento de las mujeres. Es un tema que he tratado en diversos foros porque me interesa estimular a las mujeres para que participen con todo su potencial. Me preocupa que las mujeres jóvenes con talento, con preparación, en algún punto del camino entre las obligaciones familiares —y más que nada por la educación que reciben—, no continúan con sus vocaciones, con su carrera, con sus deseos. Pues no me gusta”.

Mujeres del Observatorio de Harvard Personal Femenino del Observatorio Astronómico de Harvard posa, en 1918, simulando ser muñecas de papel recortado. Foto: harvard.edu

Lo que sí le gustó desde muy temprano a la doctora Torres-Peimbert fue la disciplina en la que habría de forjarse. A los 18 años ingresó como asistente de investigación en lo que ahora es el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (IA-UNAM), donde actualmente es investigadora emérita. A partir de ese momento se afianzó en ella el amor por las ciencias básicas, que ya manifestaba desde que era estudiante de preparatoria. “Sentí mucha felicidad porque tenía un trabajo y mi propio espacio en la Torre de Ciencias. Yo fui del grupo de personas que comenzó a trabajar con la primera computadora recién llegada a México, una ibm 650”, recordaría en una entrevista realizada a raíz de su elección como presidenta de la UIA.

Alentada por el interés del astrónomo Guillermo Haro, entonces director del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), en que los estudiantes mexicanos realizaran estudios en el extranjero, la joven científica obtuvo una beca para posgrado en la Universidad de California en Berkeley, gracias a lo cual llegó a ser la primera mexicana con un doctorado en Astronomía. Pero aquel interés de Haro incluía el regreso de los estudiantes al país; así lo hizo Torres y se reincorporó al instituto en el que ha trabajado toda su vida y del que llegaría a ser directora.

Ha sido merecedora de la Medalla Guillaume Budé, otorgada por el Colegio de Francia; de la Medalla Académica por la Sociedad Mexicana de Física y del premio unam en Investigación en Ciencias Exactas, entre numerosos reconocimientos a la trayectoria que la condujo a ser elegida, en 2012, presidenta de la Unión Astronómica Internacional, organización fundada en 1919 y que agrupa a 12 mil 432 miembros individuales en 97 países, cargo del que tomó posesión en 2015. Fue, asimismo, la primera mujer que recibió, en 2007, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales.

Silvia Torres-Peimbert La doctora Torres-Peimbert en el paraninfo Enrique Díaz de León de la UdeG, en julio de 1979, durante un ciclo de astronomía moderna organizado por el IAM. Foto: IAM-UdeG

Según puede leerse en la semblanza publicada al concedérsele este galardón, “Sus estudios combinan los aspectos de la astrofísica observacional con modelos físicos que le dan profundidad a las observaciones, y ha aplicado este enfoque a la investigación de algunos de los problemas fundamentales de la ciencia, como lo son el origen y la evolución de las abundancias de los elementos químicos en el universo. Ha sido una de las pioneras en México en el uso de los satélites astronómicos para el desarrollo de su trabajo de investigación. Ha realizado estudios de regiones h-ii en nuestra galaxia y otras galaxias; determinando las abundancias químicas de aquellas que han sido poco alteradas por la evolución estelar. Ha estudiado el comportamiento de la composición química del gas con su ubicación en las distintas galaxias. Asimismo, ha estudiado las nebulosas planetarias, su relación con las estrellas progenitoras y su influencia en el medio interestelar. Estas investigaciones han tenido tanto aspectos observacionales que se requieren para determinar abundancias, como aspectos teóricos mediante la elaboración de programas de estructura de ionización y mediante la interpretación de la importancia de las capas externas de las estrellas de masa intermedia en la modificación de la composición química inicial”.


Además, obtuvo el Premio L’Oréal Unesco para las Mujeres y la Ciencia en 2010, entre otros numerosos galardones que la reconocen como una pionera de la astronomía en América Latina y, particularmente, como una de las que han abierto camino para las mujeres en ese terreno —tema que la doctora Torres-Peimbert conoce bien, como quedó demostrado en la conferencia que pronunció durante la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, titulada “Astronomía con rostro de mujer”—.

“¿Cómo lo he hecho? Pues con dificultades, porque a mí me toca ser parte de una generación en la que el marido no tenía una colaboración en cuanto al trabajo; aunque mi esposo, muy querido, muy adorado, sí ha colaborado en entender y en aportar y en apoyar mis deseos de superación. Para ponerlo de otra manera: el esposo frecuentemente quiere el dinero, pero quiere a la esposa atendiendo a la casa, atendiendo a los hijos y sin que él aporte nada más que su propia parte del dinero; no quiere compromiso emocional de la señora con el trabajo, con las responsabilidades que tiene. Eso lo vemos en el hecho de que muchas mujeres científicas, si no tienen un compañero que entienda sus anhelos, a menudo dejan la carrera por seguir al compañero, o terminan la relación con el compañero, porque muchas veces no hay comprensión, no hay afinidad para entender de qué se trata”.

Casada con el también astrónomo Manuel Peimbert, con quien tiene dos hijos, la doctora Torres-Peimbert tuvo un ejemplo muy cercano en su suegra, la historiadora Catalina Sierra, otra mujer mexicana con un papel destacado en la producción de conocimiento.

Silvia Torres-Peimbert Silvia Torres-Peimbert (con rebozo azul) acudió en 2011 a la sede de la Unesco, en París, para recibir junto con otras mujeres científicas el premio L’Oreal-Unesco para Mujeres en la Ciencia. Foto: EFE

“Como ella era una mujer que trabajaba, tuve una suegra espléndida en Catita Sierra, que apoyó en todo momento todo lo que Manuel y yo quisimos. De Manuel, mi esposo, mi queja ha sido siempre que le falta colaborar en el trabajo doméstico y en otras responsabilidades, pero reconozco que él ha sido la persona que más me ha apoyado en mi carrera. Bueno, ésa es la parte personal, pero me llama la atención revisar cómo están las estadísticas, los datos, qué pasa en otros lugares, en otras áreas del conocimiento y claro, por ejemplo, ayer [en su conferencia pronunciada en la fil, el 4 de diciembre de 2015] mencioné que en las áreas de las ciencias físico-matemáticas y las ingenierías, la proporción de mujeres es baja, no es muy intensa, y éste es un problema en todo el mundo, no nada más de México. Pero, sorprendentemente, en astronomía si ha habido presencia femenina; un tanto esporádica, pero ha sido importante”.

La doctora Torres-Peimbert considera que hay algunas circunstancias culturales que conviene tener en cuenta al hablar del acceso que las mujeres pueden tener al estudio y al trabajo en las disciplinas científicas, en particular en América Latina, y que tienen que ver con eso que ella llama “la parte personal”, es decir, lo que ocurre en el ámbito doméstico y familiar.

“Los países latinoamericanos tienen un índice alto de participación de mujeres en la ciencia y es posible que esto se explique por el entorno familiar: porque las familias (la madre, la abuela, etcétera) apoyan en la crianza de los hijos, y también porque estamos apoyándonos en terceras personas para la crianza de los hijos y las labores domésticas. Entonces resulta que sí, en Latinoamérica hay un mayor índice de participación de las mujeres en forma histórica. Ahora, eso también ocurre en el sur de Europa, y yo creo que también es por la cohesión familiar, que no se da tan intensa en Europa del norte, me parece.

Silvia Torres-Peimbert Foto: enet.gr

“Uno piensa que, en los países muy desarrollados, típicamente las mujeres tendrían gran presencia en trabajos como la astronomía, y resulta que no es así; solamente en fechas recientes la han tenido. Por otra parte, a las mujeres se les paga menos por el mismo trabajo, pero ahora hay más conciencia, y entonces ya hay un reclamo generalizado. Pero todavía alguna colega mía en Dinamarca, de nacionalidad sueca, se cambió a un instituto a Suecia y le dijeron que cuánto quería ganar. Ella dijo: ‘Bueno, pues lo que sea’. ‘No, pero usted es mujer’: entonces, al ser mujer, inmediatamente estaban hablando de otro salario. En Estados Unidos también así ha sucedido… ahora ya no, porque hay un movimiento feminista feroz, muy combativo, pero todavía hace unos ocho, diez años, en el MIT [Massachusetts Institute of Technology], ante los reclamos que había porque no se les trataba igual, hicieron una estadística seria y revisaron cuáles eran las condiciones de trabajo de las mujeres ahí: salarios, categorías, carga de estudios, oficinas, si tenían vista al jardín, si tenían ventana, ¿y qué salió? Que tenían menos salario, menos categoría, sus oficinas no tenían ventanas y los metros cuadrados en promedio eran menores para las mujeres. Entonces hay una serie de condiciones de discriminación que no se perciben, pero que a veces afloran y es importante hacerlas notar”.

El caso de Williamina Fleming, quien había entrado a trabajar al Observatorio de Harvard como parte del servicio doméstico, es emblemático a la hora de hablar de las condiciones de discriminación que prevalecen para las mujeres en el trabajo científico —y, en términos generales, en todo ámbito laboral—. Según esa historia, el director del Observatorio, el astrónomo Edward Charles Pickering, frustrado por el desempeño de sus colaboradores, habría elegido a Fleming para escarmentarlos, a fin de demostrarles que “incluso la sirvienta podía hacer un trabajo mejor”. Cuando descubrió que no se había equivocado, advirtió también la ventaja económica ya mencionada, y gracias a ello siguió abriendo lugares para que otras mujeres llegaran a hacerse cargo de labores, aunque se les pagara injustamente. Pero esa situación dio pie, además, a un trato ciertamente irrespetuoso, dado que en la comunidad astronómica estadunidense comenzó a ser frecuente referirse maliciosamente al grupo de las investigadoras de Harvard como “el harem de Pickering” —lo que habría de dar pie al fenónemo conocido en la historia reciente de la ciencia como el “efecto harem”, que consiste en dar preferencia a la contratación de investigadoras gracias a que, por lo general, se les paga menos que a los hombres—.

Williamina Fleming y las computadoras de Harvard En la imagen se puede ver, entre otras, a Antonia Maury, viendo a través de una lupa, y, al centro de la foto, a Williamina Fleming, del grupo de “Computadoras de Harvard”. Fleming fue la primera mujer contratada por Pickering. Antes había sido su empleada doméstica. Foto: harvard.edu

No obstante estas circunstancias adversas, aquella decisión de Pickering tuvo consecuencias inestimables para el desarrollo de la astronomía. Como se lee en un artículo publicado en la revista digital del Instituto Smithsonian, “a pesar de las inequitativas paga y distribución de deberes, este trabajo fue increíblemente importante; los datos ahí recabados proveyeron los fundamentos empíricos para la gran teoría astronómica. Pickering permitía a algunas mujeres hacer observaciones telescópicas, pero esto era la excepción, más que la regla. En la mayoría de los casos, a las mujeres se les prohibía producir trabajo teórico real y, en lugar de eso, eran relegadas a analizar y reducir las fotografías. Estas reducciones, sin embargo, servían como la base estadística para el trabajo teórico que hacían otros”. Además de Williamina Fleming con sus contribuciones decisivas, hubo importantes científicas que se desarrollaron ahí, entre ellas Annie Jump Cannon, quien formuló un sistema de clasificación de las estrellas que sigue utilizándose hoy en día. (La calle que conduce al Observatorio Astrofísico Nacional, en Santa María Tonantzintla, Puebla, lleva el nombre de Cannon.)

Otras mujeres han seguido esa estela, como Margaret Burbridge, quien llegó a ser la directora del Observatorio de Greenwich, en Inglaterra, lo que representa ostentar el cargo de Astrónomo Real. O Paris Pişmiş, de origen turco-armenio, quien es considerada la primera astrónoma mexicana y que colaboró con Luis Enrique Erro y Guillermo Haro en los trabajos iniciales del Observatorio de Tonantzintla. Y ahora la doctora Torres-Peimbert, con su nueva responsabilidad al frente de la UIA.

Silvia Torres-Peimbert Imagen del Cúmulo del Trapecio, que se encuentra en la nebulosa de Orión. Fue descubierto en 1617 por Galileo Galilei. Foto: Archivo

“El mayor proyecto que hay en la Unión Astronómica Internacional es que recientemente se reestructuró, todas las comisiones se deshicieron y se reformaron y ahora tenemos que hacer que funcionen. Y hay un proyecto que ya lleva cinco o seis años, que es el proyecto de la difusión de la astronomía: Astronomía para el Desarrollo. Consiste en usar o aprovechar el interés por la astronomía que tienen los niños y los jóvenes, para colaborar en el desarrollo de las regiones y países deprimidos. La astronomía es una vía de inspiración, es una vía para desarrollar la curiosidad, desarrollar el interés por la ciencia y por conocer la naturaleza, y eso puede ayudar al desarrollo de la población”.

En cuanto al papel notable, pero arduo de conseguir, que han representado sus predecesoras y las colegas, reflexiona: “Se ha ganado mucho, pero falta, falta mucho trabajo. Y todos somos responsables. Y la responsabilidad empieza en la familia”. m.

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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