Bachillerato Pedro Arrupe, SJ: confianza como modelo educativo
Karina Osorno – Edición 452
Ana Paula de Obeso Martínez, egresada de Arquitectura, dirige el Bachillerato Pedro Arrupe, SJ, una escuela de alto rendimiento que brinda educación a alumnos sin recursos económicos
En el Bachillerato Pedro Arrupe, SJ, todos los alumnos cuentan con una beca de estudios de 100 por ciento y todos son estudiantes de alto rendimiento. La semana transcurre así: durante cuatro días asisten al antiguo Colegio Unión para una jornada académica que dura diez horas. El quinto día cambian los estudios por el trabajo. De este modo se forman en el estudio y, de manera simultánea, en el ambiente laboral. Así, cuando egresan ya cuentan con experiencia de trabajo y una idea muy clara de qué carrera estudiarán. No hay tolerancia para llegar tarde ni para faltar a clases o al trabajo; lo que sí hay son las condiciones reales para que transformen su realidad, la de su familia y la de su comunidad.
Ana Paula de Obeso, egresada de Arquitectura del ITESO en 1997, dirige esta escuela, que propone un nuevo proyecto de vida para los adolescentes provenientes de esquemas sociales y económicos poco favorables. En marzo de este año, el ITESO, la Fundación Dalton, el Instituto de Ciencias y el bachillerato Pedro Arrupe, SJ, firmaron un convenio de colaboración para que diez de los 70 egresados de la primera generación obtengan una beca completa y puedan así continuar con sus estudios de educación superior.
¿Cómo comenzó el proyecto del Bachillerato?
Empezó en el ciclo escolar 2012-2013, cuando Guillermo Prieto Salinas, SJ, entonces rector del Instituto de Ciencias, atendió la inquietud de un egresado, miembro de la Fundación Dalton, de iniciar un proyecto educativo con la Compañía de Jesús. El padre Memo puso sobre la mesa la creación de una preparatoria para jóvenes económicamente necesitados, pero con habilidades académicas sobresalientes, de modo que pudieran convertirse en agentes de transformación de su entorno. El programa es el mismo que se estudia en el Instituto de Ciencias y los recursos económicos los proporciona Fundación Dalton.
¿Quiénes son sus alumnos?
Tenemos 228 estudiantes. En las aulas tenemos un máximo de 20 alumnos, de forma que podemos darles un seguimiento personal. Desde el principio, la idea es que todos ingresen a la universidad para que continúen su preparación y sigan superándose. Este año saldrá la primera generación y creemos que 60 de los 70 alumnos que egresarán quieren y pueden seguir estudiando. Todos han realizado exámenes de admisión para la universidad y, aunque algunos tendrán que trabajar para ayudar a sus familias, todos quieren estudiar.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que has experimentado en este tiempo?
Está en el trato diario con los alumnos. Hemos creído y confiado en ellos, lo que los ha hecho empoderarse, creer en ellos mismos y superarse. He buscado trabajar con profesores y alumnos en proyectos diferentes, atreviéndonos a salir de la forma tradicional de educación para que ellos aprendan a aprender, usen su creatividad y trabajen en colaboración con otros. Una persona preparada puede resolver y emprender, aunque no tenga trabajo.
¿Qué significa para ustedes la confianza?
Es el cimiento de todo lo que hacemos desde el primer día de clases. En el Bachillerato confiamos en todo sentido: no hay nada guardado con llave, confiamos en que van a estar en su clase cuando deben estar, que entregarán la tarea cuando la tienen que entregar y que, cuando se les hace un encargo, lo van a cumplir. Esa confianza es recíproca, es decir, también es de ellos hacia nosotros: saben que si tienen una necesidad pueden venir y decirme: “No tengo para el camión, para los lentes o no tengo para comer”.
¿Y cómo responden los alumnos?
Primero se sacan de onda. Por ejemplo, el que todos los días dejen sus celulares en una caja y no se pierda ninguno es algo que no pueden creer. Sabemos que con este esquema de apertura ponemos en riesgo a algunos alumnos, pero también es parte de la confianza el responder positivamente; sabemos que los alumnos pueden con esa responsabilidad, les procuramos confianza en ellos mismos para que se realicen, porque conocemos sus habilidades.
¿Qué elementos te permiten asegurar que ellos pueden salir de un contexto tan adverso?
El principal elemento que me dice que sí es la respuesta de los mismos muchachos. Cuando llegaron ni siquiera me miraban a los ojos, no se sentían capaces de hacerlo. Ahora retan, cuestionan, discrepan o encaran. Eso es fascinante para nosotros. Eran muchachos que ni siquiera levantaban la cabeza. Me decían: “¿Por qué confías en mí? Ni me conoces”. La confianza en ellos les cambia todo, los topas con pared, los confrontas. Es un modelo de gratuidad, que es como la vida: la recibes con alegría, la recibes bien.
¿Se puede valorar algo que es gratis?
Habla con cualquier fundación y te dirán que la gratuidad es justo el modelo para fracasar. Nosotros vamos a contracorriente y nos ha costado mucho mantener este modelo, pero los resultados ahí están. m.