FINAL DE FIESTA
El fútbol habla de grandeza en español. Este lenguaje refiere -al fin!- la madurez expresiva de una generación de futbolistas que ha entregado su obra mayor y perdurable al conseguir la Copa del Mundo. Campeón por sus virtudes, España es el clímax de un ensamble futbolero solidario y generoso. Una final terriblemente exigente, de muchas maneras insensata y hasta siniestra, ha sido el escalón hacia el pedestal universal. Este último capítulo encontró a su protagonista perfecto: un héroe de pequeña talla y gran inspiración como Andrés Iniesta, el artesano manchego de jugadas mágicas y goles de excepción.
Al igual que hace un año en Stamford Bridge cuando un agónico tanto suyo condujo al Barça a la final de la Champions, Iniesta (no olvidar tampoco a Xavi y Busquets), tuvo en los momentos más complicados, aliento y corazón templado para rescatar a sus equipos.
El mundial en manos de España alguna compensación ofrece a quienes durante 31 días padecimos los partidos deleznables de un torneo de perfiles esperpénticos. Por fortuna, hay campeón. En Johanesburgo ha prevalecido el arte sobre la...