Juan Pablo Villalobos: Fuera de lo normal

El escritor Juan Pablo Villalobos. Foto: EFE

Juan Pablo Villalobos: Fuera de lo normal

– Edición 436

El escritor Juan Pablo VillalobosEFE

Hilarantes y, a su modo, melancólicas, las dos novelas escritas por Juan Pablo Villalobos son, qué duda cabe, absolutamente extraordinarias.

La normalidad: pese a la imposibilidad de saber en qué consiste, somos sin embargo capaces de reconocernos dentro o fuera de ella. Ese acervo más bien inútil de conocimientos ilusorios y meramente coleccionables que es el diccionario afirma: “normal” es aquello “que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”. (Tochtli, niño curioso, ha descubierto que quienes se hallan a su alrededor lo tienen por un “adelantado” gracias a un truco de probada efectividad: saca palabras del diccionario, a menudo lo consulta antes de dormir, y luego su memoria, que es muy buena, usa esas palabras con soltura; sabe también que es un macho que no llora por no tener mamá, y sabe además lo que quiere: un hipopótamo enano de Liberia.) La cuestión consiste, entonces, en el ajuste de la circunstancia con las normas. De acuerdo. Pero las normas también son susceptibles de parecer anormales, y ahí comienzan nuestros problemas. Por ejemplo, al nacer en un pueblo en el que “hay más vacas que personas, más charros que caballos, más curas que vacas y a la gente le gusta creer en la existencia de fantasmas, milagros, naves espaciales, santos y similares”. Si eso es lo normal ahí, ¿no será más bien que la normalidad es una cuestión tan movediza como nosotros y depende, básicamente, del sitio donde nos hallemos y del modo en que ese sitio configure la realidad? (Tochtli, que vive en un palacio y también quiere ser samurái, va aprendiendo de su padre que la realidad es como es, y ni modo.) Parece evidente, y, no obstante, somos generalmente reacios a aceptarlo, sobre todo si la mera ocurrencia de lo cotidiano se empecina en afirmar que la normalidad está fuera de nuestro alcance, que vivimos permanentemente exiliados de ella, que es una tierra prometida a la que nunca habremos de llegar. Como lo constata el muchacho que, en aquel pueblo de más vacas que personas y más curas que vacas, cada noche asiste a la batalla feroz por alcanzar más quesadillas en la cena mientras el papá insulta rabiosamente a los políticos en la televisión: “En el colegio se especializaban en organizar genocidios de extravagantes para convertirnos en personas normales, eso nos reclamaban todos los profesores y curas, que por qué chingados no podíamos comportarnos como gente normal”.

Al pequeño Tochtli le queda muy claro que sus deseos existen para ser cumplidos, pero también va intuyendo las fuerzas que se oponen a esa realidad: cuando al fin su padre le ha conseguido no uno, sino dos hipopótamos enanos de Liberia, viajan a Monrovia para embarcarlos a México y descubren que las bestias están enfermas y han de ser sacrificadas. También el reino de su padre está en peligro. (El muchacho del pueblo de vacas y curas, por su parte, va percatándose de que la realidad le exige descontarse del censo excesivo de hermanos que integra —hermanos hambrientos de quesadillas—, y cuando dos de éstos, los gemelos de mentiras, desaparecen, contempla la posibilidad de omitirse él también: el papá, profesor de civismo en la preparatoria, está a punto de perder la casa, la mamá nomás se desespera, los sinarquistas tienen tomado el Ayuntamiento y parece que ha estado rondando los alrededores una nave espacial, que quizás incluso secuestró a los gemelos de mentiras.) “Como sucede con muchos libros, Fiesta en la madriguera cobró vida bajo la influencia de algo que leí: el resultado de una prueba de embarazo”, ha puntualizado Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973). “Iba a tener un hijo, y en lugar de correr a buscar un trabajo, o de sentarme a escribir la tesis doctoral […] lo que hice fue sentarme a escribir una novela. Una novela para mi hijo. Yo planeaba escribir la historia de un niño que quería un hipopótamo enano de Liberia y, como sería de esperarse, no podría tenerlo. Supongo que quería advertir a mi hijo que en la vida no siempre puedes tener lo que quieres, que el mundo allá afuera es un lugar inhóspito y que tendría que estar preparado para un sinnúmero de decepciones. No sé realmente cómo —debe de ser la magia del acto creativo—, pero terminé escribiendo la historia de Tochtli, el hijo de un barón de las drogas, que vive silenciado en un palacio y quiere y puede tener un hipopótamo enano de Liberia”. En cuanto a la otra novela, Si viviéramos en un lugar normal, ha dicho: “La cuestión no es ser un país normal o anormal, es ser un país verdaderamente democrático, justo y equitativo. Y lo que sucede es que hemos alimentado una idea de país que justifica todas las atrocidades”: como la miseria, que lleva al joven Orestes a buscarse un destino huyendo del pueblo y de la escasez de quesadillas.

Hilarantes y, a su modo, melancólicas, ambas novelas son, qué duda cabe, absolutamente extraordinarias. m 

Novelas de Juan Pablo Villalobos

:: Fiesta en la madriguera (Anagrama, 2010).

:: Si viviéramos en un lugar normal (Anagrama, 2012).

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