Conciencia social: Ai Weiwei

Conciencia social: Ai Weiwei

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Pocos días después del terromoto de Sichuan, en 2008, Ai Weiwei escribió en su blog —que seguían miles de personas y al que hoy es imposible accesar (blog.aiweiwei.com) — que las escuelas derrumbadas y sus alumnos muertos no fueron consecuencia del poder del terrotomo como hacían creer los medios oficiales chinos, sino de las precarias reglas de construcción con el que el gobierno construye escuelas. Días antes, el artista visual y crítico más reconocido de China publicó algunas imágenes donde tapaba su desnudez con un muñeco de peluche. Un mes después, intentaron abrir un caso por pornografía contra Ai Weiwei que no prosperó. En noviembre de 2010 se agregó una detención domiciliaria sin fecha de término y en enero de 2011 el gobierno chino “encontró” problemas de construcción en su taller y lo derrumbó. El 3 de abril de 2011, antes de que Ai Weiwei tomara un avión a Hong Kong en el aeropuerto de Pekín, una comitiva lo detuvo. Desde entonces no se sabe nada de él.

La historia de Ai Weiwei es larga, interesante y, sobre todo, polémica. Nació en Pekín en 1957 y su padre fue el poeta Ai Qing, autor de maravillosos versos que hicieron enojar tanto a Mao Zedong y que antes del destierro tuvo que cumplir una larga condena lavando retretes en una prisión. Sangre contestataria había. Cuando la familia regresó después de 1976, el joven Ai Weiwei comenzó estudios de cine y fundó uno de los primeros colectivos con aspiraciones contemporáneas en China: el Xingxing (Estrellas), que no llegó a nada, así que un poco decepcionado emigró a Nueva York y allí conoció la obra del artista que cambiaría para siempre su conciencia y su forma de crear: Marcel Duchamp.

El arte es también acción, conciencia y denuncia y para muchos, como para Weiwei, también se encuentra fuera del lienzo: es libre de ataduras y es válido con tintes y guiños políticos. (¿Qué otra cosa hacer en medio de China? Aunque suene extraño, para muchos es éste su punto débil.) Todo parece comenzar con una fotografía surgida del enojo, donde brotó la línea de acción con la que el artista trabaja hasta ahora: en 1994, paseando por Tiananmen, recordó lo sucedido en 1989 y en un arranque levantó su dedo medio capturándolo como primer plano. Después tomó una fotografía igualita pero con la Casa Blanca, París y Berlín de fondo. De allí invitaciones a la Dokumenta, Bienal de Venecia, Tate, MOMA y otros tantos prestigiados espacios que ahora rememoran sus exhibiciones y exigen al gobierno chino su liberación. (En la galería Tate de Londres se extendió la fecha de clausura de su muestra y en otros museos del mundo se hacen homenajes, reúnen firmas y los gobiernos de Estados Unidos más la Unión Europea ya pidieron explicaciones.) No se sabe nada de Ai Weiwei, pero su obra sigue agudizando conciencias.

En 1995, una serie de vasijas de aspecto antiguo y logotipos de Coca-Cola dieron pie a una increíble pieza: tres imágenes donde se observa a Weiwei dejar caer un jarrón de la Dinastía Han de valor incalculable (202 A.C. – 220 D.C.) como un ejercicio de expiación: “Una liberación espiritual destinada a desembarazarnos nosotros mismos de la lucha clásica de identidad cultural e interpretaciones históricas. Es un gesto y una declaración para dignificar las acciones personales”, dijo en entrevistas.

Después llegaron los montajes y desmontajes de símbolos chinos, una instalación con bicicletas, traducciones de mapas en finas esculturas de maderas, una pieza en Barcelona donde llenó dos albercas: una con café y otra con leche. Invitó a más de cien conciudadanos chinos a dormir en la sala que le ofreció Dokumenta en Kassel, y fue en 2010 cuando causó conmoción en la Tate con un verdadero poema: “Sunflower seeds”, cien millones de semillas de girasol que no eran semillas de girasol, sino pequeñitas piezas de cerámica pintadas a mano por artesanos de Jingzhen y extendidas en mil metros cuadrados, cada semilla única, diferente y extraordinaria. La cifra que redondea la población en China.

El otro lado de la historia de Ai Weiwei es el controversial. Por un tiempo el artista surgió como el consentido (o “el de presumir”) de su gobierno y fue invitado a diseñar, junto a Herzog & de Meuron, el famoso “Nido de pájaro”, el estadio que dio la bienvenida en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. “Sunflower seeds” se vendió por un poco más de medio millón de dólares y su taller, el derrumbado, era un edifico lujoso en medio de una zona residencial. Para muchos, Weiwei supo aprovechar su disidencia en el mercado occidental; para otros, su fama no deja ver su poca originalidad (algunos alegan que muchas de sus piezas, en especial los objetos, ya se habían hecho), y según las versiones del gobierno chino el artista no pagaba impuestos. “Ser artista hoy en China me expone a la realidad de las condiciones actuales y exijo mi derecho a discutir abiertamente y dar mi opinión sobre la cultura, la sociedad y la política, e intentar expresar mis sentimientos personales, por ejemplo, en Internet. La sociedad china actual no tiene moral, juicio propio, y la gente no está acostumbrada a asumir su responsabilidad. No está acostumbrada porque el mayor éxito de las sociedades totalitarias es hacer pensar a la gente que no es nada, que haga lo que haga nada va a cambiar”, dijo en 2009 Ai Weiwei al diario El País. El sitio Avaaz ya inició una campaña de recolección de firmas con el argumento de que “un clamor internacional pidiendo su liberación sea la única esperanza que le quede a Ai”.

Pero el artista todavía no aparece.

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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