Foto: Jelle Wagenaar/www.matadorrecords.com

De nada sirve la elegancia, si no se puede evolucionar. Esa es la consigna que más de alguno le reprocha al ahora quinteto neoyorquino Interpol con su cuarto álbum (Interpol): la mayor parte de las canciones parecen extraídas de sus tres trabajos anteriores. Cierto, tienen un estilo muy arraigado, pero no se vislumbra ni un parteaguas, ni un riesgo contundente, más que destellos.

Curiosamente, los momentos mejor logrados son aquellos en los que las canciones son muy similares a lo hecho en Antics (2004), para muchos su mejor disco. Por otro lado, hay cortes en los que se percibe alguna noción de riesgo al contar con una mayor presencia de teclados y una segunda voz, lo que impulsa a la creación de tintes épicos, un tanto ligados al rock progresivo, como se nota en “Always malaise”. 

Es en la segunda mitad del disco en la que la banda liderada por Paul Banks, se inclina por canciones más lentas y oscuras. Más que recordar a Joy Division, banda con la que a menudo han sido comparados, remite a otra de sus influencias recurrentes: Bauhaus. “Safe without” y “Try it on” son ejemplos claros de esta situación.

Interpol no es mal disco, pues el característico sonido elegante y contundente de la banda está presente, sólo que ya suena un tanto repetitivo. Aún así, tienen el beneficio de la duda en lo que concierne a sus presentaciones en vivo con la incorporación de Brandon Curtis, vocalista de The Secret Machines, en los teclados y segunda voz; y de David Pajo, ex colaborador de Billy Corgan (The Smashing Pumpkins) en ese efímero proyecto llamado Zwan, quien sustituyó a Carlos Dengler, el bajista original que abandonó Interpol después de grabar este disco.

De este modo, sus presentaciones en vivo, como la que tendrán en el festival Corona Capital en la ciudad de México el 16 de octubre próximo, serán el lugar en el que pondrán en juego su reputación lograda entre los años 2002 y 2006.