Sobre el Progreso y la Conciencia

Sobre el Progreso y la Conciencia

– Edición

Hace diez años tuve la suerte de toparme, por accidente, con Arturo de la Mora, uno de los muy pocos auténticos conservacionistas que he conocido. Estaba afuera de un restaurante en Guadalajara repartiendo folletos con la descripción de varias especies de animales amenazadas en México. Después de cruzar algunas palabras con él me impresionó su nivel de conocimiento y la pasión con la que hablaba del tema, intentando educar al menos un poco a la gente que entraba o salía del lugar. Durante al conversación le sugerí que probablemente podría tener más éxito si publicaba su folleto en la Internet y le ofrecí el apoyo de la compañía en la que yo trabajaba para publicar una página Web. A través de los años me di cuenta de su altísimo nivel de compromiso con su propuesta y, sobre todo, de su autenticidad. Tratamos de apoyar su proyecto de conservación, centrado en combatir el comercio ilegal de fauna a través de la educación; solía decir: “el objetivo es lograr que a la gente le de pena decir que tiene un tucán o un mono en una jaula en su casa”. Durante varios años nos reunimos con relativa frecuencia en mi oficina para dar seguimiento al avance del proyecto. La compañía no tenía recursos asignados a mercadotecnia social ni una marca que posicionar, por lo que los pocos recursos que podíamos obtener de fuentes como el reciclaje de los empaques los destinábamos a proyectos de apoyo social, entre los cuales estaba el de Arturo.


La preocupación no es infundada. Según el WWF, México es el país con más sitios críticos con especies en peligro de extinción en el mundo, con el 10% de los sitios y de las especies. La sierra norte de Oaxaca es el sitio con más especies en peligro en México y está entre los cinco más altos del mundo. Pero desafortunadamente, la motivación para apoyar proyectos de conservación de flora y fauna en México no es alta. Las organizaciones que apoyan la conservación comúnmente usan argumentos que van en función del beneficio que tendría el hombre si se conservan los ecosistemas: por ejemplo, mantener el equilibrio ecológico para prevenir plagas, o la posibilidad de encontrar alguna nueva droga derivada de plantas que no se han investigado, etcétera. Sin embargo, normalmente también se encuentran muy buenos argumentos, también en función del beneficio para el hombre, para “desarrollar” la tierra (aniquilar el ecosistema presente y construir infraestructura para uso humano). El argumento del “progreso” casi siempre se impone al argumento de la conservación. Por otro lado, importante reconocer que en los últimos años han tenido éxito campañas de publicidad para posicionar marcas o productos a través de crear una imagen de entidades responsables, preocupadas por la conservación de algunas especies. Independientemente de que la mayoría de las veces el fin en realidad es económico y no el cuidado del medio ambiente en sí, bienvenidos sean estos apoyos.
 
Macaco en la selva de Borneo¿Por qué preocuparse? De acuerdo al Dr. Peter Ward de la Universidad de Washington en Seattle, muy reconocido paleontólogo y profesor de ciencias de la Tierra y el Espacio, a pesar de que la vida en su forma simple (microscópica) puede ser común en el Universo, éste es un lugar fundamentalmente hostil para la vida avanzada y la probabilidad de que existan formas de vida animal multicelular es marginal. Es decir, los animales de la Tierra somos mucho más especiales en el Universo de lo que los hombres creemos; quizás únicos.


Y sobre el “progreso” que impulsa el homo sapiens, ¿hacia dónde va? Ward lo explica a través de su hipótesis “Medea”: de las cinco extinciones masivas que han ocurrido en la Tierra, cuatro han sido causadas por cambios climáticos. Ward sugiere que la vida compleja multicelular (superorganismo) ha tendido en varias ocasiones al suicidio: por ejemplo, en la extinción precámbrica por “contaminación” con Oxígeno, generado como deshecho por las nuevas bacterias mutantes aprovechando la luz del sol, que mató a la gran población de bacterias anaeróbicas. Si este suicido tiene éxito la Tierra regresaría a su estado microbiológico como en la mayor parte de la vida del planeta. Sin embargo, por primera vez en la historia del planeta la especie que genera el problema podría ser capaz de corregir ese rumbo.


¿Por qué algunos actúan? Recientemente tuve la suerte de conocer al Dr. John Payne, un científico inglés responsable del WWF en Borneo. Después de cenar en un pequeño restaurante en Sandakan, en el extremo este de la isla, le pregunté por qué había dedicado más de cuarenta años de su vida a la conservación. Me respondió que, a pesar de que originalmente respondía a esa pregunta con argumentos pragmáticos en función del beneficio para el hombre, de unos años para acá ha descubierto (o más bien aceptado, entendí entre líneas) que su motivación de fondo es de naturaleza moral: el que seamos el hermano mayor de las otras formas de vida en el planeta, por nuestro nivel de inteligencia, nos otorga una enorme responsabilidad para proteger a todo el ecosistema. El Dr. Matt Ridley, otro inglés genial autor de varios libros (incluyendo “Genome” y “The Origins of Virtue” – una verdadera obra maestra de historia natural, economía y ética), dice que a pesar de que nuestras mentes han sido construidas por genes egoístas a través del proceso de evolución, éstas han sido construidas con el objetivo de ser sociales, dignas de confianza y dispuestas a cooperar; este instinto de cooperación es una marca distintiva de la humanidad y lo que nos separa de otros animales.


Hace casi tres años que no he vuelto a saber nada de Arturo, el conservacionista que conocí repartiendo folletos. La última vez que lo vi estaba muy presionado, el compromiso con sus ideales le traía conflictos con personas cercanas. Entiendo que a veces no es fácil conciliar el progreso con la conciencia.

4 comentarios

  1. Felicidades Ernesto: vamos a
    Felicidades Ernesto: vamos a tener blogs paralelos. Nos metimos en la misma aventura de provocar el interés y mover la inteligencia de nuestros lectores.

    1. ¿Y si no?
      ¿Y si no somos más

      ¿Y si no?
      ¿Y si no somos más que una mancha, una forma de vida entre muchas otras posibles, un escupitajo en un abismo negro? ¿Porqué seguimos creyendo que los seres humanos somos superiores, únicos en el Universo, los “hermanos mayores” de otras especies?
      Caray, ¿no habría formas de fundar una ética conservacionista que no se base en la “responsabilidad”?
      ¿No bastaría la contemplación de la belleza, por ejemplo? ¿Ver a los hermosos changos o a las hermosas lombrices o las hermosas ceibas no es suficiente para fundar el compromiso ético por la conservación?
      Felicidades por el blog!

      1. Excelente punto Gregorio,
        Excelente punto Gregorio, gracias. La estética en sí misma debería ser razón suficiente, sin embargo desafortunadamente no todos tienen el mismo nivel de percepción estética (que inclusive pudiera ser una forma de conocimiento válida). La primera parte de tu comentario es congruente con el principio Copernicano (no somos especiales en ninguna forma), sin embargo el nivel de organización y capacidad de transformación del medio del que es capaz el homo sapiens es superior al de otros animales, de allí mi comentario de “hermano mayor” (nótese que no escribo: “dueño” o “maestro”. Gracias de nuevo. Ernesto.

    2. Gracias Carlos Enrique,
      Gracias Carlos Enrique, igualmente felicidades. Un abrazo.

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MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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