Toni Puig, la mano detrás del Modelo Barcelona

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Toni Puig, la mano detrás del Modelo Barcelona

– Edición 432

Toni Puig recorre las ciudades del mundo para caminarlas, olerlas, mejorarlas, darles una identidad.

Entrevista a Toni Puig, un gestor histriónico, hiperactivo, todo un sexagenario ataviado con zapatillas, sacos chillantes y pantalones estilo Ferrán Adrià, el chef superstar. Catalán de pura cepa que abandera el trabajo colectivo y el esfuerzo como garantías de resultados.

 

 

Por Patricia Martínez y Enrique González

 

Si observa con calma las fotos de Toni Puig (Barcelona, 1945) que acompañan este texto, verá que no es precisamente lo que se llamaría un tipo guapo, pero sin duda es todo un seductor dedicado a la gestión de las ciudades. Este enérgico y divertido “bocón” catalán ha caminado por medio mundo occidental —literalmente— para alimentar el amor de su vida: las ciudades modernas, esas que nacieron de la mano de la Revolución Industrial y en las que hoy vive más de 50 por ciento de la humanidad.

La muerte de Francisco Franco y la transición española le vinieron de maravilla a Toni Puig y a Ajoblanco, una revista contracultural que él coeditaba en los años setenta. Los políticos sufrían sus análisis y críticas hasta que un socialista, Pasqual Maragall, nuevo alcalde de Barcelona, lo invitó a que más bien trabajara en su gobierno para mejorar las cosas.

Desde el Ayuntamiento de Barcelona, Puig acuñó el concepto “marca ciudad” (aquello que la distingue de las demás, el ADN de una urbe), y desde el equipo de Maragall convenció a colegas, empresarios, oposición y sociedad civil de que la ciudad tenía un enorme potencial, era bella, única e incluso capaz de organizar unos Juegos Olímpicos.

Puig trabajó durante más de 20 años afinando el exitoso y multicitado “Modelo Barcelona” y ayudó a acuñar frases como “Barcelona Posa’t Guapa (Barcelona, ponte guapa)”, “Barcelona Batega (Barcelona late)” o “BCNeta (BCN limpia)”, además de impulsar la remodelación urbanística, ligada a los cracks de la arquitectura mundial (Norman Foster, Jean Nouvel, Frank Gehry, Richard Meier, etcétera), al turismo, al star system local (Gaudí, Carreras, Dalí, el fútbol, Ferrán Adrià) y al desenfadado, colorido, creativo y cosmopolita estilo de vida mediterráneo.

Autor de libros como La comunicación municipal cómplice con los ciudadanos o Modelo ciudad, Puig estuvo en el ITESO en mayo de 2012 como ponente en la III Cumbre Internacional de Comunicación Política.

¿Por qué Barcelona se presenta como un éxito urbanístico?

Porque no teníamos represión del Estado, y eso es muy importante, porque éramos más creativos. Las ciudades gubernamentales [las capitales de cada país] son especiales, tienen formas sociales, son más conservadoras, y las ciudades segundas y terceras somos más libres, más creativas, más informales. Esto lleva a un reto que es genial, porque tenemos que construir todo, todo es de nosotros [gobierno, ciudadanos, universidades, ong, empresas], no se nos regala nada y esto implica un esfuerzo  que es maravilloso, para la ciudad es maravilloso. Hablo de una cultura del esfuerzo.

Usted dice que para lograr cambios en una ciudad se requiere voluntad política y ciudadana. En México los organismos civiles perdieron la confianza en los gobiernos. ¿Qué reflexión hace?

No puedo contestar. No porque no quiera, sino porque no conozco, pero mi impresión de Latinoamérica, no sólo de México, es que abunda el partidismo. Cuando los alcaldes llegan a los gobiernos, parece un asalto de los partidos [políticos] a las ciudades, para estar del color de la ciudad [verde, rojo, azul,] y esto no es democracia. No es así en todos los sitios, pero es la tendencia que he observado en Latinoamérica.

Uno de los retos que tenemos en el mundo es que los partidos deben ser espacios de formación para los muchachos y las muchachas que quieren liderar las ciudades o los espacios de gobierno. En el caso de las ONG, lo que han hecho algunos gobiernos es comprarlas con donaciones de dinero, y entonces callan, pero cuando esto se prolonga y la ciudad no funciona, se desencantan.

¿El problema de la gestión de la ciudad es un asunto de dinero?

No, no, no, no es sólo dinero. Es un problema de la democracia occidental, y los indignados responden a esto. El voto socialista en Francia responde a que la gente estaba cansada de Nicolas Sarkozy [presidente de Francia hasta mayo de 2012] plegado a Angela Merkel en la austeridad. Estaban hartos de sufrir austeridad. Querían otra cosa y lo han dicho.

¿Eso fue lo que le pasó a Barcelona [ciudad sumida en una severa crisis económica, laboral y cultural]?

No tiene nada que ver.

Para explicar algo semejante, ¿hay algo además de la crisis?

Barcelona no tiene nada que ver… Es más sinónimo de éxito que de otra cosa. Barcelona funciona en servicios, en desigualdades estamos más o menos igual porque hemos querido. ¿Qué ha pasado en la ciudad del 2000 al 2008 o 2012? Hay un 50 por ciento de migración… todo lo tenemos en el mismo centro de la ciudad, lo hemos tratado bien, hemos convivido, pero estamos inundados de turismo, hartos del turismo.

¿Y es el turismo que quieren?

Ésa es una pregunta malintencionada.

Es que no lo sé, ¿es el turismo que quiere en su ciudad?

Quiero el turismo que sea, pero la ciudad no está preparada para un turismo rico, porque no tenemos grandes avenidas, no tenemos grandes bulevares, todo lo encontramos en el centro de Barcelona y no da más de sí. El problema de Barcelona es que construimos una casa para 150 habitantes y ahora tenemos 15 mil. Aunque intentes hacerlo bien, esa estructura física no da. Se han hecho bien muchas cosas, pero empezamos a tener problemas en los pisos, en el suelo. Eso hace que Barcelona continúe teniendo una buena estructura de servicios, pero si la gente no ve una buena ciudad, no viene, porque la ciudad no tiene nada para cautivar.

¿Ni el Barça?

Sí, el Barça es como nuestra marca, pero Barcelona no tiene problemas de éstos. En el Ayuntamiento no estamos quebrados, tenemos dinero, pero no sabemos adónde va la ciudad.

¿Y lo sabían?

Lo sabíamos. Lo voy a tratar de esta manera: eres malo para estas cosas (se dirige a Enrique). Yo no hablo por ahí.

Es que así somos los periodistas…

Barcelona funciona muy bien —y quiero ser claro— hasta 2004, pero después viene la gran cagada, la decadencia de Barcelona [con la organización del Fórum de las Culturas.] En 1992 presentamos a Barcelona ante el mundo, en el 2000 empieza el triunfo: turismo, migración, y nos empieza a ir súper bien, pero después teníamos que posicionarnos como una ciudad linda, bonita, más cara, de marca, que había tenido unos Juegos Olímpicos. Era 2004 teníamos que ser la ciudad de los valores estéticos para el mundo. En Barcelona tenía que estar la ONU de los valores éticos […] lo intentamos, no funcionó, y a partir de aquí empieza la decadencia de Barcelona, y la decadencia primera fue con los propios ciudadanos que, desengañados, no saben adónde vamos. Barcelona está entre paréntesis y todavía estamos esperando; la ciudad puede esperar cuatro años, no más.

Tenemos todas las reservas creativas, intelectuales, pero cuando uno está bien, puede ser una muerte muy lenta […] porque España está en crisis.

 

Como lo que pasó en Medellín.

Es que a la ciudad le ponen acento los ciudadanos. Las ciudades se construyen a partir de procesos ciudadanos, de un proyecto de polis, de política, por lo tanto han de dar un salto para situar a las ciudades en el nivel que se espera en un mundo globalizado, que sean verdes, que se enfoquen por el talento, que traigan a jóvenes raros.

¿Qué aciertos tuvo el exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, en la gestión de la violencia de la ciudad?

Cuando llegó a Medellín, tenía a la ciudad más violenta del mundo […] matar a un policía valía 10 dólares. Fajardo zonificó barrios, montó mejores escuelas, contactó con las mafias de la ciudad —que es la política pactada, el negociar. Vale. Aquí no saben qué hacer con la droga, tienen que pactar para que gane la ciudad. Él personalmente pacta para que haya respeto y no violencia, construyó lo que tenía que construir en tres años e hizo más; invirtió 40 por ciento de su presupuesto municipal en educación y cultura, y eso rebajó la violencia 60 por ciento, sin gastar en publicidad.

Y en el caso de México, que vivimos con miedo, ¿puede ser una clave?

Yo no me voy a meter con México porque no los entiendo… Es de los dos países que he intentado evitar hasta ahora.

¿México y…?

México y Brasil son dos países que no se entienden. Brasil para mí tiene un problema muy grande: yo no puedo trabajar con ciudades que han tenido mucho dinero durante mucho tiempo, no les creo. ¿Cómo puedes trabajar con un gobierno que está maltratando la selva? No puedo, no me siento cómodo de verdad, y me encanta el país, me fascinan ellos, son geniales.

 

¿Ha caminado en ciudades con miedo?

Sí, ciudades con desesperanza, como Nápoles; ya no hablemos de México…

Y a una ciudad con miedo, ¿cómo la siente, cómo podría rescatarla?

Qué te puedo contar… En Maracaibo sentía miedo… Las ciudades que no puedes caminar, que no atienden sus calles, sus restaurantes, son ciudades abocadas a la violencia. Ésas no son ciudades sino campamentos para el consumo.

¿Cómo desarrolla ese olfato para saber en qué municipios sí tienen esa voluntad?

Paseándome por la ciudad. Me paseo solo, sin nadie que me influya, y no te equivocas, para nada. O te equivocas muy poco. Ves a la gente, te sientas en un café, vas a la parada del autobús, lo tomas, vas a un barrio lejano, regresas, vas al museo de la ciudad, a un restaurante caro, a otro restaurante no sé qué, te sientas en un banco y en una plaza un par de horas viendo a la gente, tomas notas mentales, y si es una ciudad que te interesa, embonas. Puede que la primera impresión no sea cierta, pero te sientas con la gente que sabe de la ciudad, y escuchas y escuchas y escuchas. No hablas… Escuchas y escuchas y escuchas. Las ciudades no son tan diferentes.

¿Trabajaría con ciudades mexicanas?

No sabría cómo hacerlo en el Distrito Federal, porque igual que Brasil, me supera. En Guadalajara trabajaría por un kit de servicios públicos en cada barrio: el centro cultural, el centro social, el centro de deportes, el centro de información, escuela buena, hospital, guardería… Siete servicios públicos buenos, cercanos. En segundo lugar, plazas seguras y elegantes, cuidando los edificios, con buen equipamiento; tercero, policía de proximidad para estos espacios; después, trasporte público para unir todos estos ejes; luego veríamos qué pasa en el centro, no lo conozco; en este tipo de ciudades hay centros coloniales muy bien puestos, pero no son renovados para el futuro.

Le recordamos a Puig el megaproyecto barcelonés @22 (22barcelona.com) con el que cientos de vecinos de 22 manzanas del barrio del Poblenou, una zona industrial y de viviendas que desemboca en el Mediterráneo, fueron desplazados para instalar ahí empresas y negocios dedicados a la innovación tecnológica y la sociedad del conocimiento, iniciativa que guarda algunas similitudes con Ciudad Digital, proyecto de renovación urbana que se planea construir en los alrededores del Parque Morelos en Guadalajara.  “Los vecinos se quejaron con razón, porque subieron los precios y ellos tuvieron que migrar a otros barrios”, recuerda Puig.

¿Pero es parte de un sacrificio contemplado dentro del desarrollo?

Claro, a veces duele renovar la ciudad. Por eso debes tener una marca muy clara de hacia dónde vas.

¿Hay ciudades que se pueden replicar, como Antigua (Guatemala)?

Sí, y una marca de ciudad debe ser coherente con su ADN. Yo, como parte de un equipo, estuve trabajando diez años en la dirección de los servicios sociales en Barcelona, y lo hicimos muy bien, pero tomamos la ciudad socialmente. Estuve trabajando diez años para conocer la ciudad, convivir con los pobres, con los emigrantes, con la gente en sillas de ruedas, con los drogadictos, diez años en la misma dirección. ¿Sabes lo que es trabajar diez años cada día con la puta miseria, la pobreza, para recobrar una ciudad? ¿Trabajar con los arquitectos absolutamente divinos para remodelar una plaza?

¿En Latinoamérica hay algún modelo de renovación?

Ustedes se han tragado el modelo de Barcelona —sin cuestionarlo. ¿Saben de qué nos sirvió? No se puede criticar un modelo cuando hay una ciudad que no tiene ni idea… cuando Buenos Aires o Santiago de Chile tengan un modelo que exportar, y mientras no tengan un modelo mejor, lo mejor que pueden hacer es callarse y aprender. No hay otro modelo contemporáneo.

Vosotros sois de concepción occidental, sobre todo en el norte, donde hay pésimas réplicas de la mierda de Estados Unidos. El modelo norteamericano de las ciudades ha fracasado; esta serie de ciudades que crecieron a partir del automóvil.

¿Y ni siquiera vislumbra nuevos modelos?

No. Barcelona es un modelo de combinación de la socialdemocracia y de las izquierdas europeas… Es todo lo que la socialdemocracia intentó, todo lo que el partido comunista italiano —que tenía muy buenos pensadores— intentó, todo lo que la España de los movimientos antifranquistas intentó. Es el esfuerzo de muchos y después se estancó porque entramos en la crisis.

Berlín es otra ciudad que le encanta a Puig. Hasta viviría ahí si fuera más joven. Pero esa ciudad-Estado, esa exuberante capital de Alemania, lleva décadas endeudada hasta el cuello y es mantenida por el resto del país. Ni siquiera esto desinfla las opiniones de Puig sobre Berlín.

¿Es el triunfo de un fracaso desde la reunificación?

Empezaron a remodelar Berlín, sobre todo a partir de la parte central de la ciudad, y se dieron cuenta de que nunca podrían tener la actividad económica… que no podrían competir con Fráncfort, con Colonia o con Stuttgart, y entonces aquí viene la apuesta de ciudad: ser la capital cultural y creativa, e hicieron la ciudad más creativa del mundo. Si yo fuera joven me iría a vivir a Berlín, no me iría a Barcelona, que se me hace una ciudad anticuaria, perdida.

¿Cada ciudad tiene sus problemas?

Hay ciudades que tienen turismo, y con el turismo suben los alquileres, y como suben los alquileres, los creativos son expulsados. ¿Qué ciudad va a ser el Berlín de Latinoamérica? Tengo varias opiniones, pero no las pienso dar…

¿Medellín?

No.

¿No lo va a decir?

No. Traten de decir tres.

Seguro está pensando en Lima 

Mmm, no.

Caracas no, ¿verdad?

No, es un desastre, faltan años de adelantarse a [Hugo] Chávez. Es muy dura la vida en Caracas.

¿Rosario?

No… Podría serlo, tenía todas las condiciones.

Alguna mexicana tendría que ser. Guadalajara, Querétaro, Tijuana intentó hacer algunas cosas; Puebla… ¿Puebla?

Sí, Puebla, pero no lo van a hacer.

Oaxaca, entonces.

Oaxaca podría ser, pero les faltó, no tienen visión. Tenéis un problema en este país: dejan todo al gobierno.

¿Mérida?

Sí, está clarísimo, es precioso, pero está abandonado.

¿Vio algo en Guadalajara?

No lo sé. ¿En qué sois buenos vosotros? ¿En hacer tequila? m

El modelo Guardiola

A Puig le gusta construir analogías entre el fútbol y el trabajo colectivo que requieren las ciudades. Sobre todo cuando el orgullo catalán, del que Puig tanto echa mano, encuentra materializados en un individuo los valores que esa región española ha abanderado históricamente: Josep Guardiola, quien, como entrenador del club de futbol Barcelona, erigió un exitoso modelo de gestión basado en la labor de equipo, el sacrificio, la disciplina y la creatividad al servicio de la mayoría, modelo que incluso es estudiado en universidades españolas y británicas.

“Es el Modelo Guardiola. ¿Qué tiene el Barça, cuál es la marca del Barça? ‘Somos más que un club’, y eso ahora se puede ver de dos maneras: somos un equipo, una ciudad, un país, eso es el Barça. ¿Y qué ha hecho después de años de crisis [futbolística]? Han encontrado a un muchacho que es europeo [Guardiola], que se tuvo que ir del club, que regresó creyendo en el Barça, en la plantilla y en su cantera. Es también un político que se ha formado en la ciudad, que ha viajado, que cree en los equipos, que regresa a la ciudad y que, con un equipo de diferentes, de raritos, pero que sabe jugar en equipo, con un entrenador que los coordina, que los anima… ahí… y han ganado todas las batallas”.

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