“Creo en Darwin como si fuera mi papá”

Arturo Homero González, director del Museo del Desierto

“Creo en Darwin como si fuera mi papá”

– Edición 406

Arturo Homero González, director del Museo del Desierto

El desierto es el hogar natural de cientos de miles de seres vivos. Para mostrar esto se fundó en 1999 el Museo del Desierto en Saltillo, Coahuila, por Arturo Homero González.

Foto: Laura Jiménez/ Interiores: Museo del Desierto

Su segundo nombre fue un presagio de su formación: como los antiguos griegos, Arturo Homero González, director del Museo del Desierto, no hace distinción entre las disciplinas. Estudió simultáneamente biología y arqueología, tiene entrenamiento como buzo especializado en arqueología marina, temática sobre la que ha realizado varios documentales; hizo una maestría en promoción y desarrollo cultural, y acaba de ingresar a un doctorado en evolución humana en la Universidad de Heidelberg en Alemania.

Viendo tu currículum, sorprende la variedad. ¿Quién es Arturo González?
La evolución humana es mi pasión. Mezclo arqueología, biología, paleontología y trato de entender la cultura desde el concepto de hombre, pero mi interés viene de lo más antiguo: el origen de la vida, de los vertebrados y cuándo aparece el hombre. ¿Cómo se da? ¿Cómo se origina el proceso de la conciencia en el hombre? Soy de los que piensan que tuvo que haber, por supuesto, una ingesta de carne muy importante y luego una encuesta de fármacos, de alucinógenos, para el desarrollo de la conciencia. No sé, una diferente manera de percibir lo material de lo que no es material y de alguna manera por ahí pudo haberse dado este proceso de la conciencia del ser. A grandes rasgos es lo que me ha interesado siempre. Me gusta mucho el arte y de lo que trabajo en términos de arte, me gusta mucho pensar en esos momentos que no tienen tiempo, que es cuando cruzamos umbrales que definen o que nos llevan a otros universos de concepción, de entendimiento o cuando decidimos estudiar algo. Son momentos mágicos en la vida.

¿Te la has pasado cruzando umbrales en tu vida?
Sí, me gusta eso. Yo no sé qué otra cosa podemos hacer los humanos más interesante que el ejercicio de descubrir lo que nos rodea; de descubrir a la pareja, la vida, descubrirnos a nosotros mismos, descubrir un atardecer. En el proceso de evolución, estoy seguro de que eso nos llevó a ser lo que somos: las ganas de ver lo que pasaba, cuando empezamos a estar organizados en pequeñas bandas, grupos, y empezamos a revisar qué planta te quita el dolor de muelas, cuál se puede comer o cuál tiene alguna relación con algún sentimiento o algún alucinógeno o claramente lo que tiene que ver con la ingesta de proteínas. Yo soy un… ¿cómo se puede decir? Creo en Darwin como si fuera mi papá… Entonces mi rollo va en el sentido de entender esta evolución que ha tenido el hombre, en la que estamos todos metidos y que todos los días está operando.

¿Por qué dedicar un museo al desierto?
Porque es un ecosistema que nos enseña sobre el uso eficiente del agua. Porque el desierto es un ecosistema que antes era una selva, antes era un bosque, y que nos enseña sobre todos estos cambios que existen en nuestro planeta. Lo que es muy grave es que en la posesión que hacemos los hombres del territorio estamos afectando a los ecosistemas de otros animales. Cuando ponemos cercas, los que se ven más afectados son los animales mamíferos superiores, como los bisontes, venados y osos que dejaron de pastar en México porque ya estaba todo cercado. Así vas limitando el paso natural en el que normalmente se han desarrollado. 

¿Cómo nació el Museo del Desierto?

Nace con la idea de ser un museo que tenga como objetivo el fomento de la identidad, la pertenencia, al reconocimiento del espacio. En su origen este museo no se hizo para turistas; se hizo para los que habitamos esa zona y para contar las historias que ahí se han dado, de estos mares antiguos o selvas. Pero lo más interesante es que hoy el Museo del Desierto le genera a la ciudad de Saltillo dos mil 500 cuartos de hotel al año; le genera 250 mil visitantes anuales que, en su gran mayoría (87 por ciento), no son de Saltillo. Gastan, consumen gasolina, comen. En otras palabras, es un detonador de la economía de una zona, como el Guggenheim de Bilbao o el de Guadalajara, que ojalá se construya. Claro, desde la perspectiva que yo quiero medio representar o empujar: ¿por qué no hacemos aquí [en Guadalajara, lugar de la entrevista] el museo del eje neovolcánico para explicar cómo se formó esta región, por qué existen esos pinos del bosque La Primavera, por qué estas cenizas? ¿Por qué existen los fósiles, que son de la era del hielo, y de los que tienen unas piezas fabulosas en el museo del parque Agua Azul? Eso que te genera pertenencia e identidad, en términos de un reconocimiento de nuestro espacio, de nuestro ecosistema, es clave.

Los museos no deben ser los templos de la verdad absoluta, porque estamos construyendo eso y estamos diciendo todos los días: “Oye, yo creo que el calentamiento global viene por un proceso así”, o “Los dinosaurios se extinguieron por un meteorito que cayó en Chicxulub, en Yucatán”. Hay quienes pensamos que pudieron haber sido meteoros los que causaron esto, pero es posible que hubiera sido otro meteorito que todavía no conocemos. Por eso, en el museo tenemos que decir: “Esto es lo que sé, esto es lo que tenemos hasta aquí, síguele tú”.

Eso es lo que los museos debemos pensar en el futuro: ser espacios que reproducen socialmente la comunidad. ¿A qué me refiero? En el museo tienes los objetos, que son el principal interés de la visita, pero luego tienes la interactividad —pueden ser equipamientos y una serie de cosas—, tienes las atmósferas, la luz que te lleva a imaginar. Para poder tener estos espacios así necesitas de ingenieros en electrónica, en robótica, pero que además no estén hechos como en Disneylandia sino como resultado de una investigación seria, hecha por científicos de varias partes del mundo. Por lo que cualquier tipo de profesión que un joven pudiera pensar hacer, encuentre en el museo la posibilidad de desarrollar cosas en donde además tiene la obligación de traer la tecnología más inteligente y más avanzada.

En México, con esa diversidad cultural e ideológica, necesitamos lugares para depositar evidencias de las culturas, de los espacios del hombre, de la naturaleza. Porque si yo descubro un dinosaurio, tendría que estar en un lugar donde los otros científicos pudieran ir y decir: “Éste que yo encontré en Nevada es el mismo que encontraron en Coahuila”. No puede ser que no tengamos dónde depositar una nueva especie de cactus, de hongo, una nueva especie de un fósil o de un reptil. La UNAM es la única institución reconocida en el ámbito internacional para albergar colecciones holotípicas, es decir, las piezas que ayudan a construir conocimiento en el nivel mundial y que es reconocido internacionalmente. El Museo del Desierto desde hace un par de años ya es parte de esa nomenclatura zoológica internacional; organizamos las colecciones biológicas para poder entender la vida. Necesitamos un museo de historia natural. No puede ser que ahora existan 600 museos de historia del hombre y tengamos menos de seis museos que, de alguna manera, nos enseñan sobre la vida.

El Museo del Desierto es reconocido por la originalidad de su propuesta. ¿Qué tiene de especial?
Es un museo aunque es un zoológico. Es un museo aunque es un jardín botánico y tenemos cactus en todos lados. Tiene un formato inteligente que nace en México, con las necesidades de México y que nos ha traído una cantidad de reconocimientos fabulosa. Afuera sí ven esta idea: hagamos museos que te hablen de nuestros ecosistemas. Es increíble que no tengamos en México el museo del mar, el de la selva, el del eje neovolcánico, el del bosque de niebla en Xalapa, por ejemplo, que serían museos interesantísimos. Estoy seguro que las personas quisieran saber cómo se forma esa niebla o por qué aquí llueve como llueve; cómo están las corrientes climáticas en esta zona, por qué esto está ligado a la agricultura y la ganadería y, por supuesto, a las condiciones económicas de la gente.

Necesitamos hacer museos entretenidos, interesantes y que nos permitan seguir construyendo el futuro. Si el entendimiento del calentamiento global, de las extinciones masivas o de los procesos biológicos que permiten tener una medicina o un alimento vienen del conocimiento que tengas, pues claramente necesitamos jardines botánicos, acuarios, zoológicos. Todo puede estar aglutinado desde el esquema de mostrar un ecosistema: te voy a enseñar lo que es el agua que hay en el desierto, lo que en el pasado hubo en el desierto, las plantas que hay en el desierto. Nuestro museo es un viaje por el tiempo, desde el mar antiguo y los dinosaurios, a los bosques de la era del hielo, a la llegada del hombre, a los ecosistemas, a la condición y la adaptación, a los animales que hoy tenemos que cuidar —como los lobos mexicanos, de los que hay menos de 200 y la gran mayoría en Estados Unidos.

Vivimos un tiempo en el que parece que nadie se interesa en visitar los museos. ¿Cómo le han hecho para atraer a más de dos millones de visitantes en sólo siete años?
La pregunta que permanentemente nos hacemos es: ¿qué tenemos los museos que no tengan otras empresas y que puedan realmente ayudarnos a vender estos espacios? ¿Para qué tener museos si la información ya está en la internet? Claramente lo más importante que podemos tener en los museos es la evidencia del tiempo. Aunque sea un cuadro de hace tres días que está en una galería de arte moderno, finalmente ya nos ubica en un tiempo y un espacio muy determinados. Y tienes un objeto: no es el tiempo intangible; es el objeto ahí. Esto toma sentido desde las rocas que tienen cuatro mil 550 millones de años —que son las rocas más antiguas— hasta lo que se hizo ayer, pasando por dinosaurios y mamuts y todo eso. Lo único que no tienen las empresas es lo que nos permite construir una historia a la pregunta ¿de dónde venimos?

Los museos son los que tienen la evidencia de algo que ya pasó y nos relacionan con un objeto material y además se carga de una energía muy especial. ¿Cómo dar cuenta de todo eso en espacios que puedan lograr que otras personas encuentren en esa visita un momento espiritual, imaginario, místico? Un momento que les permita imaginar o tratar de entender qué pasó con las extinciones de los dinosaurios o por qué el calentamiento global está o no afectando a los seres humanos. Claramente la respuesta está en el pasado. Para eso estamos los museos. m.

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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