Seguro en el cine
Hugo Hernández – Edición
Nunca me había sentido tan seguro en el cine como hoy. Conforme me acercaba al complejo de salas donde tiene su sede principal el Festival Internacional de Cine de Morelia, en pleno centro de la ciudad, vi un movimiento extraordinario: la calle cerrada por una camioneta Van, media docena de Suburbans (seguramente blindadas) por lo menos tres patrullas de la policía federal, militares por las calles laterales, decenas de tipos de pelo corto, unos enfundados en uniforme, otros de civil, algunos portando armas. Con el conflicto entre normalistas y autoridades que se vive por acá, me imaginé que el gobierno de la nación velaba por los asistentes al festival. Pero pronto vi mi error.
Cuando pude ingresar a la sala y dejar atrás la aglomeración que había en la entrada tuve la respuesta a tanto ajetreo; las fuerzas de seguridad de la nación no nos cuidaban a todos los asistentes, sino a un espectador en particular: la esposa del presidente saliente. Entre elogios y aplausos el inicio de la función se fue retrasando, y cuando por fin comenzó la proyección me sentí aún más seguro: en las escaleras de la sala, de pie, había unos sujetos que echaban un ojo a la pantalla y otro a la dama. Bueno, no es cierto que me sentía tan seguro; más bien estuve bastante intranquilo. Pero sólo un ratito…
Porque la película es extraordinaria. Tal vez si no hubiera sido lo maravillosa que es, la impresión mayor del día se la hubiera llevado el despliegue policial. Hablo de Carrière, 250 metros (2011), el documental de Juan Carlos Rulfo y Natalia Gil Torner. El guionista y escritor francés es un gran personaje, y en algún momento comenta que en todos lados hay pretextos para iniciar una historia. Lo cierto es que algunas de las que uno se encuentra no tienen nada grandioso.
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Sería bueno que retomaran este Blog
Esteban
http://www.proyectomx.com/main
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