CARLOS MONSIVÁIS
Eduardo Quijano – Edición
Carlos Monsiváis Aceves
(Ciudad de México, 4 de mayo de 1938 – Ciudad de México, 19 de junio de 2010)
Como ningún otro escritor o periodista del siglo XX a Carlos Monsiváis lo hemos conocido todos. Lo hemos necesitado todos alguna vez; todos hemos sido parte de la monsimanía. Para comprender lo incomprensible de lo que somos, para inventar la crónica de nuestro propio destino hemos necesitado de su cáustico pesimismo. Christopher Domínguez Michael escribió: Si México desaparece —digo, es un decir—, por lo menos una pareja de cada especie sobrevivirá en el arca de Carlos Monsiváis, y al menos uno de cada uno de nuestros objetos tendrá su réplica en ese museo, no tan imaginario, que es su obra. José Emilio Pacheco, su gran amigo, lo despidediciendo: Ante su muerte sólo podemos leerlo y releerlo y darle al fin el sitio que merece entre los grandes escritores mexicanos de todos los tiempos.
No sé de cuál de todos los Monsiváis fui amigo y devoto. Alguien a quien admiré y quise entrañablemente. Al que conocí aquella noche de 1972 con Nacho Méndez recorriendo las calles de Guadalajara durante la visita de Salvador Allende, el que una mañana me mostró su biblioteca y a sus gatos en San Simón 62 en la Colonia Portales para luego presentarme a Augusto Monterroso; al Monsiváis de las incontables conferencias, entrevistas, foros y cátedras, al Monsiváis del cumpleaños de Juan Gabriel, el incansable coleccionista que encontrabas en cualquier sitio, al invitado a todas las Ferias del Libro de todos los estados y municipios, al escritor que me recomendó autores y (regaló) libros (¿qué no había leído, visto, escuchado, preguntado, Monsiváis?), aquel con quien canté canciones románticas y, burlón, me corregía cada frase, el que con su vastísima sabiduría cinéfila hizo más profunda la pasión por el cine, el hombre que me enseñó -siendo un adolescente- a conocer, habitar y amar a la ciudad de México. Carlos Monsiváis, el ser mordaz, erudito, ubicuo, en apariencia inaccesible, pero generoso y dispuesto, el de la memoria infinita, el de las largas caminatas y citas majestuosas, sólo hubo uno y se ha ido. En la dolorosa evocación, guardo la imagen de una lluviosa tarde en el jardín de Coyoacán y sus palabras de despedida: no te pierdas.
Desde su columna Aproximaciones y Reintegros en La Cultura en México de la Revista Siempre, -antes en “El Cine y la Crítica” de Radio UNAM- y durante medio siglo, Monsiváis mostró con agudeza la ruta para explorar los rituales del caos y el desastre de la nación; su vida intelectual, así como su música, poetas, ídolos y tragedias. El ensayista fue también traductor y compilador, extra de cine, editor, promotor de suplementos, activista. El cronista que recitaba poemas enteros, abarcó todos los temas de la cultura popular: el cómic y la televisión, la lucha libre, el cine, el barrio, el bolero romántico. A lo largo de una época que llevará su apellido, con inteligencia, independencia de pensamiento y luminosa visión democrática, Monsiváis hizo una de las mayores aportaciones a la construcción del periodismo crítico, le dio un lenguaje renovado, punzante y enriquecido con sus muchas obsesiones. Aprendimos de su tolerancia y nos contagiamos de su beligerante ciudadanía. Hemos sido beneficiarios del sarcástico y fulminante sentido del humor para desenmascarar nuestras absurdas desventuras; de su desarmante oportunismo en Por mi madre, Bohemios, una alerta compartida contra la imbecilidad de los políticos, burócratas y declarantes en turno. La memoria inquisitiva de las crónicas de Carlos Monsiváis creó un desafiante retrato de la vida de la república, de la historia compartida por varias generaciones, el registro puntual de avances e inercias de los movimientos sociales. Militante de izquierda consecuente, de principios y definiciones firmes, comprometido aunque sin ortodoxias, crítico con las posturas anacrónicas de la izquierda mexicana, con los excesos de Fidel, Evo Morales, Hugo Chávez. Cada vez y cuando era necesario, puso su reflexión en las mejores causas: permanente defensor de los derechos de las minorías sexuales, religiosas, de la protección del ambiente y de los animales, de la vigencia del Estado laico y crítico de los excesos clericales católicos. Soberbio ejemplo de la hondura de sus análisis y su postura incómoda, es Homofobia uno de sus últimos ensayos publicado en Nexos de marzo 2010.
Recomendable biografía intelectual sobre Carlos Monsiváis, la de Linda Egan: Carlos Monsiváis, cultura y crónica en el México Contemporáneo . Y, por supuesto, la extensa biblio-hemerografía monsivaisiana incluida en el volumen El arte de la ironía, Carlos Monsivaís ante la crítica, compilado por Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado.
Monsiváis, genio inclasificable, personaje múltiple, nos pertenece y nos hará falta. Estará presente y vivo cada vez que alguien refiera a la cultura mexicana. Su ausencia duele: él que ha sido tantos, es insustituible.