Buenas ficciones mexicanas

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Buenas ficciones mexicanas

– Edición

Luego de ver lo exhibido en el Festival de Cine de Morelia, los pretextos para la celebración abundan, y en serio. No obstante, sería aventurado echar las campanas al vuelo y afirmar que, ahora sí, el cine mexicano ofrece calidad y cantidad.

La sección de ficciones mexicanas en competencia de este año en el Festival Internacional de Cine de Morelia ha sido memorable. Sin duda, la mejor en la historia del evento. El cambio propuesto para esta edición ha sido provechoso: en años anteriores sólo eran tomadas en cuenta óperas primas o segundas películas, pero a partir de 2013 se eliminó esta restricción (y aun así las cintas inscritas son de realizadores que, en su gran mayoría, no van más allá del tercer largometraje). Tan extraordinaria fue la sección, que al premio principal había por lo menos cuatro aspirantes.

Entre lo más destacado que nos dejó Morelia este año se encuentran:

Club Sandwich (2013) es el tercer largometraje de Fernando Eimbcke, autor de Temporada de patos (2004) y Lake Tahoe (2008) y cuya labor alcanzó para el premio a Mejor Director en San Sebastián. Ahora acompaña a una madre joven y su hijo adolescente en un semivacío hotel cercano a la playa. Entre ellos existe un nexo que va más allá de lo amistoso y una tensión que va más allá de la camaradería. El conflicto se presenta cuando aparece una chica y el hijo comienza a procurar su compañía… y algo más. Fiel a su estilo, Eimbcke propone una serie de planos estáticos (no hay un solo movimiento de cámara en toda la película) y explora, con dosis apreciables de humor, las dificultades del crecimiento –en este caso tanto del hijo como de la madre. Su visión es de una calidez entrañable. Otra vez. Para mí fue la mejor de la sección.

La jaula de oro (2013), del español Diego Quemada-Diez, acompaña a tres jóvenes guatemaltecos que pretenden llegar a Estados Unidos como ilegales. En su ruta encuentran una serie de contratiempos y un montón de delincuentes, algunos de los cuales visten uniforme. La cinta ofrece una especie de condensación de los abusos que sufren los migrantes en su paso por nuestro país (con, incluso, un pasaje documental en el que aparece el padre Solalinde). La llegada al país del norte –esa gran jaula de oro– es azarosa, y si el futuro económico puede lucir mejor (en actividades terribles, por lo demás), el precio es altísimo. En Cannes obtuvo el premio Un Certain Talent en la sección Un Certain Regard. De Morelia se llevó los premios del Público y Guerrero de la Prensa.

Los insólitos peces gato (2013) es la ópera prima de la veracruzana Claudia Sainte-Luce, egresada de la escuela de cine de la Universidad de Guadalajara. La cinta fue rodada en nuestra ciudad y fue fotografiada por la francesa Agnès Godard (colaboradora habitual de Claire Denis), lo que le da un valor afectivo extra. El argumento sigue a una solitaria joven que, sin buscarlo, se inserta en la dinámica de una familia singular. La convivencia reserva abundantes pasajes de humor; los personajes, además, han sido perfilados con gracia. ¿El resultado? Una cinta que conmueve e ilustra cómo la familia también puede ser una elección… feliz. Hace mucho tiempo que no veía una película mexicana convencional (dicho esto sin ánimo peyorativo), con una historia y unos personajes que progresan dramáticamente con verosimilitud, que funcionara tan bien.

Workers (2013) es el segundo largometraje de ficción del cineasta de origen salvadoreño José Luis Valle. Acompaña a un hombre y una mujer maduros que están en las postrimerías de su actividad laboral. No obstante, ambos tienen dificultades para acceder al anhelado retiro. La forma de resolverlo reserva sus dosis de humor y es sorprendente. Con un ritmo lento y una mirada aguda, Valle hace un comentario poderoso sobre el trabajo y otras miserias cotidianas. El resultado es extraordinario, y alcanzó para llevarse el premio principal. La cinta también compitió en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, pero aspiraba al premio Mezcal (que, por cierto, ganó). No me explico por qué no fue ubicada en la sección principal, la Iberoamericana (los criterios de selección, queda claro, no son los mejores), pues es mucho mejor película que las que “dieron la cara” por México: la lamentable El niño que huele a pez (2013), de Analeine Cal y Mayor, y la anodina Besos de azúcar (2013), de Carlos Cuarón.

Las horas muertas (2013) es el segundo largo de Aarón Fernández, también responsable de Partes usadas (2007). Recoge aquí el encuentro en un aislado paisaje playero en Veracruz de un chamaco y una joven. El primero se hace cargo del motel de paso de su tío; la segunda vende casas en un condominio. Ambos tienen largas horas de ocio, y mientras el primero busca conseguir una recamarera que facilite su labor, la segunda debe esperar a su amante, que está casado. Fernández explora el proceso de acercamiento entre ambos, y muestra cómo las horas muertas tienen mucha vida.

Somos Mari Pepa (2013) es el primer largo del jalisciense Samuel Kishi Leopo, quien también es egresado de la Universidad de Guadalajara. El debutante ofrece aquí una versión corregida y aumentada de su corto Mari Pepa (2011) y registra las vicisitudes de un joven y sus compañeros de la banda punk epónima, que tiene una sola canción: I Wanna Cum in Your Face, Natasha. La cinta da cuenta del desarrollo de una segunda canción y del proceso de alejamiento de los miembros del grupo. Kishi Leopo imprime dosis valiosas de frescura y da cuenta del devenir de una juventud que crece ante la indiferencia de sus mayores. La cinta tiene su encanto, y habría que resaltar el humor y la Guadalajara que aparece en segundo plano.

González (2013) es el sexto largo de Christian Díaz Pardo, cineasta de origen chileno que estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). En esta cinta sigue las miserias de su personaje epónimo, quien vive en un cuarto de un multifamiliar en el D.F. y comienza a trabajar para una de esas iglesias con acento brasileño que venden falsas esperanzas y una espiritualidad sospechosa por televisión. Entre las deudas y las presiones cotidianas, González encuentra una vocación. Díaz Pardo ilumina algunas pulsiones mientras exhibe con rigor a estas corporaciones religiosas que perpetran una inversión a las virtudes de Robin Hood: roban a los pobres para que sus gerentes-pastores se enriquezcan.

A los ojos (2013) es un “experimento” logrado que firman los hermanos Victoria y Michel Franco. Mediante pasajes de documental y de ficción, los cineastas dan cuenta de los sinsabores que experimenta una trabajadora social que apoya a gente de la calle y cuyo hijo tiene un problema en los ojos. Michel abunda en el gran asunto que abordó en Después de Lucía (2012): aquello que hace que un ser humano deje de tratar al otro como tal y verlo como un desecho. No obstante, y a diferencia de aquélla, el drama aquí no avanza con mucha fluidez que digamos, por lo que A los ojos, sin ser fallida, sí le falta punch.

Los pretextos para la celebración abundan, y en serio. No obstante, sería aventurado echar las campanas al vuelo y afirmar que, ahora sí, el cine mexicano ofrece calidad y cantidad. Con suerte, eso sí, muchas de estas películas llegarán a la cartelera comercial. Con suerte y otra cosita encontrarán públicos cada vez más numerosos y más interesados en buscar a México y su intimidad en la sala oscura. Con suerte…

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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