Etiquetas para alimentarse de modo saludable

El nuevo etiquetado indicará cuando un producto exceda los estándares saludables. Foto: Archivo

Etiquetas para alimentarse de modo saludable

– Edición 475

México acaba de aprobar un nuevo etiquetado frontal para advertir a los consumidores del exceso de “chatarra” en alimentos y bebidas. Se trata de una medida de gran relevancia en una realidad en la que la obesidad y la diabetes son, desde hace tiempo, epidemias que hacen mucho más vulnerable la salud de los mexicanos, como lo hemos visto con la llegada del coronavirus. El modelo aprobado puede ser considerado uno de los mejores del mundo

Cuando el coronavirus SARS-COV-2 llegó a México, se encontró con un país ya debilitado por otras epidemias, la obesidad y la diabetes, padecidas por la población más vulnerable al covid-19. Para el 27 de febrero pasado, al confirmarse el primer caso de esta enfermedad en el país, también se estaban librando las últimas batallas por la aprobación de un nuevo etiquetado frontal de advertencia en alimentos y bebidas, una acción que busca frenar el consumo de la así llamada “comida chatarra”, y que es vista con buenos ojos por personas como Cristóbal Ruiz, un estudiante de Psicología que convive con la diabetes desde su adolescencia. “Creo que el nuevo etiquetado ayudaría muchísimo”, dijo por teléfono desde su estricto confinamiento, a mediados de marzo; “el coronavirus es un asunto muy serio y no hay que tomarlo a la ligera, menos aún si padeces diabetes”.

Cris, como le dicen sus familiares, tiene 24 años y fue diagnosticado con diabetes mellitus tipo 1 cuando cumplió 13. “Antes del diagnóstico comía mucho; no comía tanta chatarra, pero comía mucho. Recuerdo que tenía sobrepeso y podría hasta decir que tenía obesidad, pero no era por comer tanta chatarra todos los días, era más por el hambre, por la ansiedad; no era por comer solamente productos sintéticos, azúcares, no se basaba sólo en Marinela, pues”.

En noviembre de 2016, la Secretaría de Salud emitió una Emergencia Epidemiológica por la diabetes y la obesidad. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) de 2018, 35.6 por ciento de los niños de entre cinco y 11 años padece sobrepeso y obesidad, mientras que entre los niños y jóvenes de 12 a 19 años la prevalencia es de 38.4 por ciento.

La Alianza por la Salud Alimentaria, un conjunto de asociaciones civiles, organizaciones sociales y profesionales médicos, señaló que de los 120 millones de mexicanos, 96 millones padecen sobrepeso u obesidad, 8.6 millones sufren diabetes y 15.2 millones hipertensión, según datos de la Ensanut 2018. Mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió en diciembre de 2018 que la tasa de mortalidad por diabetes mellitus, que en toda América Latina es de 45.6 por cada 100 mil habitantes, en México trepó a 95.8.

En marzo de 2020, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advirtió que “la obesidad infantil en México es una emergencia de salud pública que requiere cambios inmediatos, ya que afecta el crecimiento y el desarrollo de los niños”. Agregó que nuestro país es el mayor consumidor en América Latina de productos ultraprocesados, incluidas las bebidas azucaradas. Las tasas más altas de este consumo se observan entre los niños en edad preescolar, que obtienen alrededor de 40 por ciento de sus calorías de esta manera. Un tercio de los niños y adolescentes mexicanos tiene sobrepeso u obesidad.

Los especialistas ya habían advertido de la actual epidemia desde 1992. Aquel año se celebró la conferencia “La alimentación y las enfermedades crónicas no transmisibles”, convocada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Ciudad de México, donde se señalaba “el peligroso derrotero para la salud que el estilo de vida asociado al consumo de alimentos chatarra y el sedentarismo estaba imponiendo a toda la población latinoamericana, especialmente a las clases populares”, como mencionó Abelardo Ávila Curiel en su artículo “La diabetes en México: el peor de los mundos posibles”.1

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Este investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán señaló en ese artículo que “pese a la advertencia unánime de los expertos, en México no sólo no se hizo nada efectivo para prevenir la epidemia de obesidad y diabetes, sino que se propició la intensificación del ambiente obesigénico […] la infraestructura de bebederos en las escuelas públicas se deterioró aceleradamente, las tiendas escolares se inundaron de bebidas azucaradas y alimentos chatarra con alta densidad calórica y alto contenido de sal como única opción de hidratación y alimentación de los niños. Se permitió dirigir a los niños más pequeños publicidad abrumadora y abusiva de estos productos, basada en mecanismos de manipulación mercadotécnica inaceptables. El diseño y el transporte urbanos, así como el incremento del entretenimiento pasivo (televisión, videojuegos) se convirtieron en potentes promotores del sedentarismo para la mayoría de la población. Se destruyeron, en gran medida, los sistemas locales de producción, abasto y consumo de alimentos naturales, maíz, frijol, huevo, frutas y verduras, lo que propició la sustitución de la saludable alimentación tradicional por una alimentación con productos ultraprocesados intensamente obesigénicos y diabetogénicos”.

Ahora, los especialistas están preocupados por la combinación de la epidemia de obesidad y diabetes y la pandemia por el nuevo coronavirus. Cristian Morales, representante de la ops en México, explica que, según los modelos de previsión epidemiológica, la tasa de pacientes que van a requerir atención en una Unidad de Cuidados Intensivos podría sobrepasar la de 6 por ciento que hasta principios de abril había sido estimada por el gobierno federal. “Podría ser un poco más, porque México, a diferencia de otros países, tiene una altísima tasa de diabetes mellitus tipo 2, una tasa de obesidad que está asociada con hipertensión, con problemas respiratorios, con varios cánceres, etcétera; es una población que está más en riesgo, porque sabemos que esta enfermedad golpea primero que nada a los adultos de más de 60 años, pero, además, a quienes tienen comorbilidades como diabetes e hipertensión”, declaró al Centro de Información de las Naciones Unidas en México.

“Ante esta pandemia de covid-19, nuestro país es todavía más vulnerable porque ya tenemos aquí una epidemia de obesidad y diabetes: siete de cada 10 adultos tienen obesidad, alrededor de 9 por ciento de la población ya tiene diabetes”, explicó Katia García, coordinadora de la campaña de Salud Alimentaria de El Poder del Consumidor, una organización que participa en la Alianza por la Salud Alimentaria. “En este momento, la alerta es por una enfermedad infecciosa, pero en México ya tenemos esta otra alerta epidemiológica por enfermedades crónico degenerativas, como la diabetes y la obesidad, y necesitamos atenderla de manera integral y que la forma de alimentarnos sea la adecuada para poder combatir esta enfermedad y cualquier otra”.

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Confusas etiquetas de la industria

El 1 de octubre de 2019 se aprobaron de manera casi unánime (con sólo tres abstenciones) reformas a la Ley General de Salud, lo que abrió la puerta para cambiar el sistema de etiquetado vigente en México. “El etiquetado es la única herramienta que tenemos los consumidores para conocer lo que realmente contienen los productos que vamos a comprar. Por eso es muy importante que el etiquetado sea claro y que sea fácil de entender al momento de leer el envase. El etiquetado que tenemos actualmente en México no se entiende; fue diseñado por la propia industria de alimentos y bebidas, por lo tanto, los criterios que se siguieron no fueron los recomendados por las organizaciones internacionales. Con la modificación a la ley se está proponiendo cambiar ese sistema por el de un etiquetado de advertencia que, de manera muy sencilla, nos diga cuándo un producto es alto en azúcares, grasas, sal o calorías”, explicó Katia García.

García dijo que tanto las evaluaciones del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) como los datos de la Ensanut “nos están diciendo que la mayoría de la población no entiende el etiquetado anterior; prácticamente tenemos que ir al supermercado o a las tienditas con una calculadora para entender y traducir todos estos porcentajes, y por lo tanto no es una herramienta para poder elegir entre productos y saber si son saludables o no son saludables”. En 2011, el INSP publicó un estudio para el que consultó a 122 estudiantes de nutrición: 67.9 por ciento de ellos conocía el etiquetado frontal vigente (GDA), pero sólo 12.5 por ciento fue capaz de definirlo correctamente.

Cris Ruiz también tuvo problemas para entender las etiquetas del contenido de los productos, sobre todo durante sus primeros años como paciente de diabetes. “Yo digo que depende mucho de la persona que está transmitiendo esa información. Cuando me detectaron la diabetes —todavía estaba internado en el hospital—, me llevaron con una nutrióloga, y a mi mamá y a mí nos comenzaron a explicar cómo llevar una dieta y todo esto de leer las etiquetas, pero no lo entendí ni lo entendió mi madre. Saliendo de ahí fui con otra nutrióloga y ya le entendí perfectamente lo que me quería plantear y cómo me explicó la dieta, en qué se basa y cómo leer etiquetas. Creo que ésa es una parte muy importante, saber explicar cómo leer la información”.

Desde ese momento, continúa, “yo revisaba mucho las etiquetas, el contenido nutrimental que tenían, cuántos carbohidratos, cuántos azúcares, cuánto sodio; al principio me fui educando. Pero lo dejé de hacer: como mi dieta se basa en el conteo de carbohidratos, yo decía: ‘¡Ah! Ok, voy a consumir esto en esta cantidad’, y crecí aprendiendo eso. Pero actualmente con mis doctores, la endocrinóloga y una nutrióloga especializada, ya estoy retomándolo”.

A ese etiquetado anterior se le conoce como gda (Guías Diarias de Alimentación) y muestra los porcentajes de azúcares totales, grasa saturada, otras grasas, sodio y calorías de una porción de un producto. “Son esas filas en color blanco que vienen al frente de los empaques, pero esas etiquetas solamente nos hablan de porcentajes de requerimientos diarios de calorías. Al haber sido elaboradas por la propia industria de alimentos y bebidas, nos hacen creer que el producto no contiene cantidades excesivas de azucares o calorías, y la realidad es que están excediendo los límites establecidos por los organismos internacionales como la ops y, al no ofrecer información de rápida comprensión, los consumidores podemos creer que ese producto puede ser saludable”, explicó Katia García.

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Alertas claras para todo mundo

A partir de la modificación a la Ley General de Salud, se instó a establecer un etiquetado frontal de advertencia “en todos los productos empaquetados. Cuando éstos rebasen los criterios nutrimentales, portarán un sello de color negro en forma de octágono que dirá únicamente: exceso de azúcares, exceso de sodio, exceso de grasas saturadas, exceso de grasas trans, exceso de calorías. De esta manera, los consumidores contarán con información rápida para conocer si ese producto contiene algún elemento que pueda representar un riesgo para su salud, y, de manera muy puntual, si las personas queremos conocer el contenido exacto de los productos, le podemos dar la vuelta al empaque y en la tabla nutrimental podremos conocerlo”.

García también explicó que “un producto puede tener uno o varios sellos, dependiendo de los contenidos nutrimentales de cada uno. Por ejemplo, a lo mejor estamos viendo varios cereales, pero solamente uno tiene un sello por exceso en calorías, aunque hay otro que tiene el sello de alto en calorías y el de alto en azúcares: entonces nosotros podemos decidir más fácilmente”.

Otro ejemplo. Según las radiografías de productos que hace y publica El Poder del Consumidor, tomar el contenido de una botella de Coca-Cola de 600 mililitros equivale a ingerir entre diez y doce cucharadas de azúcar. “Ahora el envase va a tener, en la parte frontal, un sello que nos indicará si hay exceso de azucares, exceso de calorías, que contiene cafeína y edulcorante. Es una forma de advertir con gran claridad que este tipo de bebidas no es saludable, sobre todo para niñas y niños, que conforman la población que consume en exceso bebidas azucaradas”.

El tamaño de los sellos dependerá del empaque: “si son cajas grandes, el sello será un poco más grande; los empaques pequeños, como chocolates o dulces, no llevarán todos los sellos, porque no cabrían, pero sí un sello con el número de los sellos que contendría: si es un producto alto en azúcares y en calorías, tendría un sello con el número 2”. El nuevo etiquetado también está diseñado para que las personas que no sepan leer puedan entender de inmediato la señal de alerta.

Además de los sellos de advertencia, habrá “leyendas en la parte frontal del empaque que nos indicarán cuando un producto contenga cafeína o edulcorantes no calóricos, y estas leyendas están dirigidas sobre todo a niñas y niños. Justamente, buscamos proteger a la infancia, sobre todo porque es en esa etapa de la vida cuando se forman los hábitos de la alimentación […] si los niños están expuestos desde pequeños a todos estos dulces, aunque no les aporten calorías, de cualquier manera están acostumbrando sus paladares a recibir estos sabores durante toda su vida”.

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En opinión de Cris, esa atracción casi inmediata por los alimentos ultraprocesados “se basa mucho en las sustancias adictivas; en la sociedad tal vez no esté tan descrito o fundamentado que sean adictivas, como algún tipo de droga o sustancias más pesadas o ilegales, pero sí digo que tienen un factor de adicción muy importante para el consumidor. Por ejemplo, me compro unos submarinos y digo: ‘¡Ah, los de vainilla me gustan!’. Nunca los había probado, pero ahora compro submarinos a diario y no puedo dejar de consumirlos. Mi opinión es que deben  de tener alguna sustancia que los vuelve adictivos”.

Otra característica del nuevo sistema regulatorio es que obliga a desaparecer los muñecos, imágenes o diseños promocionales dirigidos a niños. La nueva Norma Oficial Mexicana (NOM) 051 señala: “No deben incluir en la etiqueta personajes infantiles, animaciones, dibujos animados, celebridades, deportistas, mascotas, elementos interactivos, tales como juegos visuales-espaciales o descargas digitales”.

García explicó que “se logró que se quitaran de los empaques todos estos elementos atractivos para niñas y niños. Las cajas de cereales que tienen imágenes de tigres u osos, por ejemplo, todo esto se va a eliminar de los empaques para seguir protegiendo a la infancia. Buscamos que la industria de alimentos nos ofrezca un portafolio de productos más saludables, pero sobre todo que lo que llegue a las mesas de nuestros hogares sean alimentos frescos, producidos por campesinas y campesinos, y no productos de las industrias trasnacionales”.

 

Batalla hasta el final

El camino hasta la publicación de la regulación del etiquetado frontal de advertencia fue largo. “Después de 12 años de lucha, finalmente se impusieron los intereses de la población y del país sobre los intereses de las empresas de productos chatarra”, dijo María Leticia López Zepeda, directora de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), entrevistada por el portal Sin Embargo el 2 de octubre de 2019, cuando el Congreso aprobó las modificaciones a la Ley General de Salud. Ahí se recuerda que en los sexenios del panista Felipe Calderón y del priista Enrique Peña Nieto las organizaciones de la sociedad civil y los profesionales de la salud lucharon para que en México se tuviera un etiquetado claro pero las legislaturas pasadas (2012-2015 y 2015-2018) desecharon las iniciativas de ley presentadas.

Alejandro Calvillo ha documentado en diferentes publicaciones los millonarios recursos que inyecta la industria alimentaria y de bebidas en los países o regiones donde se pretende introducir una regulación con etiquetas de advertencia: por ejemplo, en Brasil, las grandes empresas procesadoras de alimentos acudieron ante la Suprema Corte de Justicia para impedir un etiquetado similar; también gastaron más de mil millones de euros en cabildeo en la Unión Europea para impedir un etiquetado que advertiría si los productos contienen bajas, medias u altas concentraciones de azúcar, grasas y sodio.

Katia García explicó que, después de los cambios en la ley, “se tenía que hacer la modificación de la NOM 051, y se empezaron a integrar los grupos de trabajo para hacer la propuesta de modificación. Terminando el trabajo de estos grupos se abrió una consulta pública durante diciembre [2019] y enero [2020] y se volvió a reunir el grupo de trabajo para dar respuesta a todos los comentarios y llegar a la versión final de la Norma Oficial. Se revisaron todos los numerales de la Norma y se llegó al consenso en 96 por ciento de los numerales; después se llevó a la aprobación de los consejos de la Secretaría de Economía y de la Cofepris (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios), ellos fueron los que ya aprobaron finalmente la Norma, y ahora sólo falta que se publique en el Diario Oficial de la Federación (DOF). La industria ha tratado de alargar este tiempo, intentando bloquear” el proceso.

Debido a que firmó un acuerdo de confidencialidad, García dijo que no puede revelar las discusiones que hubo en los grupos de trabajo para modificar la NOM 051; “lo que sí te puedo decir es que la industria de alimentos y bebidas, de manera general, la mayor presión que ha ejercido es tratando de bloquear la política, haciendo cabildeo tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, y también ahora con los criterios técnicos de la Norma sigue mandando muchos mensajes erróneos”.

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Un ejemplo de ello ocurrió el 1 de marzo de 2020, cuando el Juzgado Séptimo de Distrito en Materia Administrativa otorgo a la Confederación Nacional de Cámaras Industriales (Concamin) la suspensión provisional de la NOM 051, cuando sólo faltaba su publicación en el DOF. La cúpula empresarial alegó que no se tomaron en cuenta la evidencia científica, ni los estudios y los compromisos internacionales, y que por eso recurrió a las instancias legales para hacer valer el derecho a un proceso incluyente, transparente y con rigor jurídico.

“Por supuesto que las presiones y resistencias de las industrias de alimentos y bebidas desde el principio estuvieron y seguirán estando”, dijo Katia García; “lo que buscan con este tipo de argumentos es frenar el proceso, retrasarlo, engañar a la población. Ellos dicen que este etiquetado es un retroceso; sin embargo, lo que se ha visto como resultados palpables en evaluaciones realizadas por el Ministerio de Alimentación de Chile, país que también ya tiene este tipo de etiquetado, es que ha habido una reducción de 25 por ciento en el consumo de bebidas azucaradas, y una reducción de 14 por ciento en el consumo de cereales de caja”.

El amparo promovido por la Concamin fue reprobado desde diferentes posicionamientos de secretarías de Estado, como la de Salud, la de Educación Pública y la del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Además del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt), las agencias de Naciones Unidas como unicef, fao, ops/oms, el Instituto Nacional de Salud Pública, la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, la academia y la sociedad civil, quienes hicieron un llamado al Poder Judicial para proteger los derechos de los ciudadanos y el interés superior de la infancia frente a los intereses comerciales y económicos.

El 6 de marzo se informó que el amparo fue revocado por el vigésimo primer Tribunal Colegiado. Finalmente, el 27 de marzo de 2020 se publicó en el dof la modificación a la NOM 051. Ahí se establece que, a partir del 1 de octubre de 2020, todos los empaques de alimentos y bebidas no alcohólicas que se vendan deberán mostrar un sello negro, con forma de octágono, que advierta si su contenido excede los límites saludables de azúcares libres, grasas saturadas, grasas trans y sodio.

Pero la industria no se rinde. El 18 de marzo falleció la primera persona por covid-19 en México, que padecía diabetes. Un día antes, la Concamin emitió un comunicado en el que solicitaba posponer tres años el etiquetado de advertencia en vista de los efectos económicos que se espera que traiga consigo la pandemia, “demostrando, una vez más, sus pocos escrúpulos al anteponer sus intereses comerciales sobre los graves problemas de salud pública. De las cinco muertes ocurridas por el covid-19 hasta el 24 de marzo, cuatro fueron de personas con diabetes y una con hipertensión”, advirtió la Alianza por la Salud Alimentaria el 25 de marzo.

Pese a esa resistencia de los industriales, Katia García dijo que la aprobación de la NOM 051 es un gran avance, pero aún insuficiente. “El etiquetado no es una varita mágica, no es que con el etiquetado en sí ya se resuelva el problema de la obesidad: es parte de una política integral”.

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Por la alimentación saludable

“Lo que se busca en México es que sea una política integral de combate a la obesidad, al sobrepeso y a la diabetes. Esta política tendría que contemplar la regulación del etiquetado, pero también la de la publicidad dirigida a la infancia y la de los ambientes en las escuelas, para que tengamos únicamente ambientes saludables; que las niñas y los niños no estén dañando su salud consumiendo puros productos chatarra. Esta política integral debe contemplar los impuestos a las bebidas azucaradas, pero que el dinero recaudado se destine a tener bebederos en las escuelas y en los espacios públicos. También medidas de promoción de hábitos de alimentación saludables; una campaña nacional que nos oriente acerca del etiquetado, a fin de que la gente vaya conociendo este nuevo sistema, y de manera general, para tener hábitos de alimentación saludable. También el fomento de la lactancia materna y el apoyo a campesinas y campesinos”.

Mientras tanto, Cris, desde su cuarentena, opinó que la instrumentación del nuevo etiquetado “ayudará muchísimo; es importante, pero yo le agregaría algo más: por ejemplo, si la etiqueta dice ‘exceso de grasa’, explicar entonces en qué te daña la grasa, no solamente el sobrepeso, sino cuáles serían los efectos o las complicaciones médicas que resultarían si el consumo de ese contenido es alto”.

Este joven paciente de diabetes también considera que, a partir de la pandemia de coronavirus, “las cosas deben cambiar” en cuanto al tipo de alimentación de los seres humanos; “quizá se requerirán cambios que algunas personas no están dispuestas a realizar, pero los que estamos informados o los que queremos un cambio tenemos que sacrificar cosas y sacrificar gustos, como en la alimentación. Hay que leer las etiquetas, saber los riesgos si consumes en exceso esas sustancias que vienen en los productos”.

Por lo pronto, la unicef ha señalado que el etiquetado frontal de advertencia aprobado por México será uno de los más destacados del mundo, ya que “contempla las mejores experiencias internacionales y la evidencia científica más actualizada y relevante, por lo que podría incluso convertirse en un ejemplo para otros países que atraviesan este proceso de lucha contra el sobrepeso y la obesidad,” como lo declaró el 5 de febrero pasado Christian Skoog, representante de ese organismo internacional en México. .

MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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